CAPÍTULO 35 SANANDO HERIDAS (Ricardo Y Diana)

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Diana sintió las manos cálidas de Ricardo tomar las suyas, estaba nerviosa, muy nerviosa, él la miró con ternura sonrió y la desarmó, siempre lo hacía, bastaba con una sonrisa de él para hacer que toda angustia o preocupación desaparecieran.

Recordó cuando el volvió en sí del coma en el hospital, como la miró sorprendido, como su mirada de sorpresa cambio a una mezcla de alivio, agradecimiento y amor, así lo sintió ella y no se equivocó, amor era lo que él le venía prodigando a ella desde su recuperación milagrosa, él no dejaba de agradecer que ella estuviera bien y a su lado, incluso le había pedido perdón por haber dejado que esos desalmados se aprovecharán de ella antes de atreverse a intervenir.

Ella entre lágrimas le había hecho entender que de no haber sido por él, ella estaría muerta y que el precio que había pagado había sido demasiado alto, y que al contrario, era ella la que estaba agradecida con él, y le pidió perdón porque él no tenía por qué haber arriesgado su vida por alguien que ni siquiera, conocía.

En esa ocasión el solo la abrazo.

_No importa lo que haya pasado. - dijo con ternura junto a su oído. _no quiero separarme de ti, no quiero que estés sola, no soportaría que algo más te sucediera.

Ella correspondió a su abrazo.

_Estaremos juntos. - dijo ella. _seremos amigos y nos cuidaremos uno al otro.

El la apartó para verla a los ojos.

_Yo no quiero que seamos amigos, te quiero a ti, sé que es difícil por lo que pasaste, peto estoy dispuesto a esperar toda la vida si es necesario.

Ella lo miró con lágrimas en los ojos, no podía pensar en compartir su vida con alguien., no así, era muy pronto y no sabía si podría.

_No te forzaré, ni te presionaré, pero estaré contigo, esperaré. - la volvió a abrazar. _te amo, de eso estoy seguro, tú fuiste mi motor para salir adelante, te escuchaba cuando estaba en coma y sé que no te soy indiferente, pero entiendo tus motivos, te esperaré y si nunca te atreves a darme una oportunidad, lo entenderé, pero debes de saber que no me quedaré quieto voy a luchar y créeme soy perseverante, más si se trata de algo que valoro.
Te amo. - depósito un tierno y fugaz beso en sus labios.

Ahora recordando eso se sintió en paz, él había cumplido su palabra, le había dado tiempo y respetado su espacio, pero siempre estaba para ella. Como en estos momentos en que estaban llegando a uno de los muchos pueblos dentro del territorio de Santiago Morán, uno de sus hombres manejaba la camioneta en la que
Se transportaban, seguidos por otra con cinco hombres armados a bordo. Santiago había asegurado que no tendrían problemas ya que se encontraban dentro de su territorio y cualquiera que se aventurara a invadirlo con planes de dañar a su gente sabía que no tendría oportunidad de salir con vida. <<Sin embargo era mejor prevenir>> había dicho Santiago.

Por fin se detuvieron ante una pequeña casa, que aunque estuviera chica se veía limpia y acogedora desde el exterior, con enormes terrenos a su alrededor y muchas plantas y árboles frutales rodeandola.

Ella suspiró con nostalgia, no tenía nada que ver con la cabaña en donde había vivido toda su vida, que casi se caía de vieja y en donde el aire y el frío se colaban por todas partes.

Cuando las camionetas se detuvieron cerca de la entrada, de inmediato tres personas aparecieron en la puerta de entrada.

Un nudo se formó en su garganta. Tres pares de ojos la miraban sin dar crédito a lo que veían, el miedo y la culpa se asomaban a ellos.

_Vamos. - susurro Ricardo a su oído tomándola con suavidad de la cintura y prácticamente empujándola para avanzar.

Ella se dejó llevar, no sabía cómo actuar, no sabía que decir y no sabía que esperar.

Cuando estuvo cerca de ellos la primera que dio un paso adelante fue su madre, sus labios temblaban, las palabras se atoraban en su garganta, ¿que podía decirle a su hija a la cual creía muerta y a la cual había llorado con desesperación junto con su hijo y su esposo? la culpa la estaba matando, prácticamente ellos la habían entregado a esos hombres, la habían canjeado por los otros miembros de su familia, como si de un objeto se tratase y ahora estaba ahí, delante de ellos, probablemente para reprochar su comportamiento, cuando lo que ella deseaba sólo era arrojarse a sus brazos y pedirle perdón.

Diana permaneció estática, miro a su madre indecisa de que hacer, luego miro a su padre en su silla de ruedas, las lágrimas surcaban su envejecido rostro, pareciese como si hubieran pasado diez años sobre sus padres, ambos pálidos, ambos con más arrugas de las que ella recordaba, ambos con miradas angustiadas, cargadas de culpa y remordimiento, luego miro a su hermano, él no fue capaz de sostenerle la mirada, sin pensarlo salió corriendo hacia un lado y se perdió detrás de la casa.

_Ella miró de nuevo a sus padres, toda su vida habían sido tiernos y amorosos con sus dos hijos, jamás habían hecho diferencia entre uno y otro, jamás habían tenido preferidos, y aunque muy pobres siempre habían procurado darles lo mejor que podían y la habían hecho muy feliz. Sabía que sí esos hombres no la hubieran elegido a ella para su juego, y hubiesen elegido a cualquier otro miembro de su familia, entonces ella también hubiera tenido que decidir y estaba segura de que hubiera tomado la misma decisión que ellos.

_Linda. - escucho la voz de Ricardo urgiéndola a dar el primer paso.

Ella se separó de él y camino hacia su madre que estaba más cerca, sin pensarlo extendió sus brazos y fue recibida con un fuerte abrazo.

_Perdón hija, por favor perdóname. - eran sus únicas palabras. _no lo merezco pero perdóname. - suplicó con angustia.

_No te atormentes más. - dijo ella entre lágrimas también. _ estoy bien y estoy aquí. - la abrazó más fuerte.

Luego se volvió hacia su padre y se acercó para abrazarlo, él lloraba como un niño, no podía contenerse, sabía lo que esa gente le había hecho a su niña y aún así había tenido que escoger que se la llevarán para salvar la vida de su esposa y su hijo y se maldecía por ello, deseaba haber podido estar sano y enfrentarlos, al menos hubiera muerto defendiéndola, pero se había portado como un cobarde, no merecía su perdón, ni su abrazo. - intentó alejarse de ella.

_Papá. - lo miró dolida. _por favor no me desprecies. - suplicó abatida. Probablemente para él ya no era digna después de lo que habían hecho con ella. - se alejó pero se topó con los brazos de Ricardo quien la recibió en un cálido abrazo, ella lo necesitaba y él estaba para contenerla.

_Mi niña. - escucho el grito desesperado de su padre. _perdóname... Por favor perdóname, debería haber muerto antes de entregarte a esos hombres... Por favor perdóname. - se derrumbó con su rostro entre sus manos. - el llanto no le permitió continuar

Ella se liberó del abrazo de Ricardo y volvió a los brazos de su padre, ambos se abrazaron y lloraron por un rato, uniéndoseles su madre, abrazados los tres, dejando atrás el pasado y sanando sus heridas.

Pero faltaba su hermano,

UNA OPORTUNIDAD. No.3️⃣ // SERIE HOMBRES DE LA SIERRA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora