Dos: Sora.

631 80 60
                                        

Un año pasó desde el incidente en el pueblo, todo había estado tranquilo desde ese entonces, nada fuera de lo común ocurría.

Una vez más, los niños estaban jugando en el bosque, el pequeño albino de ahora cinco años estaba escondido alejado del camino principal, esperando su oportunidad para salir corriendo y liberar a los demás escondidos.

Cuando estaba a punto de hacerlo, algo lo detuvo en seco.

Sollozos. Había escuchado sollozos.

Preocupado por el hecho de que pueda ser uno de los niños más pequeños, comenzó a buscar de donde venían los pequeños lamentos, aunque mientras más se acercaba, más convencido estaba que no era de ninguno de sus amigos, nunca había escuchado esa voz, estaba seguro.

Finalmente, lo encontró. Un pequeño niño castaño.

¿Quién era? Nunca lo había visto.

Comenzó a correr hacia el menor, y cuando lo alcanzó, cayó. Simplemente cayó inconsciente en sus brazos.

Lo alzó en su espalda y comenzó a correr hacia donde el adulto se encontraba, el pequeño estaba ardiendo en fiebre, además estaba completamente lastimado.

¿Acaso había venido de otro pueblo? ¿Cómo? El más cercano estaba a tres días caminando, era imposible que un niño tan pequeño pudiera recorrer esa distancia. Por otra parte... su estado estaba en pésimas condiciones... ¿En verdad eso había pasado?

Cuando llegó junto a los demás, se apresuraron en llevarlo al único centro de salud del pueblo, donde lo atendieron lo más rápido que pudieron entre el personal.

Confirmaron dos cosas importantes:

Primero, la fiebre se debía a la fatiga, probablemente por aguantar el dolor y el hambre, además del sueño.

Segundo, estaba intoxicado, no por plantas del bosque, lo habían drogado.

~♡~

Una semana había transcurrido, el niño aún no había despertado, pero la gente que lo había atendido habían asegurado que no tardaría en hacerlo, la fiebre había bajado, la droga había salido por completo de su sistema y no tenía daños graves, probablemente su cuerpo se estaba recuperando de la fatiga y por eso no había salido de su profundo sueño aún.

Riku no se había separado del recién llegado, no había ido a jugar al bosque, estaba preocupado. ¿Por qué un niño estaba rondando solo en el bosque? ¿Por qué estaba tan lastimado? ¿Por qué estaba dopado?

Mientras pensaba, escuchó unos suaves quejidos a su lado, volteó rápidamente hacia la camilla para ver al menor, preocupado.

Azul.

Unos ojos de un azul cielo lo miraban detenidamente, con una tranquilidad que... asustaba.

―¿Cómo estás? Ah, llamaré a los doctores, vuelvo en un segundo.―

Y antes de recibir respuesta, salió corriendo para avisar los médicos, no tardaron nada en iniciar los análisis al niño para saber su condición.

El pequeño no lloró, ni siquiera preguntó en dónde estaba, no pregunto por su familia. Y eso ponía a todos aún más preocupados.

~♡~

Ahora todos los niños estaban jugando una vez más, riendo y persiguiéndose de un lado a otro. Todos menos dos pequeños quienes estaban sentados en una roca enorme, soltando pequeñas risas entre ellos.

―Sora. ― llamó el albino.

El castaño se había quedado quieto por un momento, luego simplemente se había acercado a la ventana y miraba detenidamente el cielo, sus ojos brillaban ante la luz, como pequeños pedazos del enorme azul que flotaba sobre ellos.

"Sora... creo que... así es mi nombre... me llamo Sora."

―Dime, Riku.― Comentó con una tierna sonrisa, abrazando sus rodillas.

―¿Quieres jugar con los otros, verdad? No te preocupes, en cuanto tu tobillo sane te enseñaré a jugar a las escondidas.― Afirmó, mirando con una sonrisa a su nuevo amigo.

¡¿En verdad?! ¡Muchas gracias! ― la emoción no tardó en hacerse presente en el pequeño, sacándole una risa al mayor.

Riku había vuelto a sonreír y brillar como antes, todo gracias a un pequeño rayo de sol.

~♡~

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora