Treinta y cuatro: Compromisos.

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Es tiempo de declarar las futuras parejas que reinarán para traer paz.

Sora estaba caminando por los pasillos del castillo, de vez en cuando se dedicaba a tararear algunas músicas que había escuchado por ahí, no por algo especial, solo estaba aburrido.

Salió al jardín, se sorprendió al encontrar a una joven pelirroja, viendo de lejos unas pequeñas aves que parecían estar jugando en las ramas de los árboles.

En silencio, se acercó a la princesa y, una vez estuvo a su lado, comenzó a soltar suaves silbidos a modo de imitar el canto de los pájaron, los cuales bajaron con sutileza y elegancia y se posaron en ambos adolescentes.

La princesa del reino de Tréboles quedó maravillada ante la escena, estaba siendo contagiada por la emoción que el chico emanaba.

Así jugaron un par de minutos, sin necesidad de intercambiar palabras, todo en tranquilidad hasta que los animalitos emprendieron vuelo, dejando atrás como recuerdos pequeñas y preciosas plumas en las manos de los jóvenes.

―Eso se sintió como algo mágico... ― comentó la muchacha, sonriendo enternecida.

―¿Verdad? Me alegro que esté feliz princesa. ― sonrió el chico, sentándose en el cesped.

―Llámame Kairi, ¿sí? Es un poco incómodo escuchar formalismo de alguien menor.― rió un poco.

―Como digas, aunque tampoco nos llevamos más de dos meses.― hizo un puchero.

La chica solo se rió.

―¿No te importa sentarte en el suelo?― cuestionó algo curiosa.

―¿Por qué lo haría? ― inclinó la cabeza, ahora era él quien miraba a la chica curioso.

Sintió que estaba frente a un cachorrito.

―A mis padres no les gustaba que me sentara en el suelo... solo por eso.―

―¿No quieres sentarte también? Es bastante cómodo. ― rió un poco.

Ladeó un poco la cabeza y asintió, se sentó al lado del chico, acomodando con cuidado su vestido.

Comenzaron a hablar un poco, conociéndose mejor... al rato, era como si fueran amigos de toda la vida.

―Entonces... ¿te crió tu abuela? ― la chica estaba intentando terminar una corona de flores con algo de torpeza.

―Sip, era muy amable.― sonrió con nostalgia, terminando la corona que tenía en manos y poniéndosela con cuidado a la muchacha.

―Suena como si no hubieras crecido en la realeza, eres algo distinto.― rió leve, terminó la corona, no estaba muy bien hecha, pero aún así se la puso al castaño, quien sonrió con ternura.

―Igual nos enseñaba modales pero... podrías decir que crecí como cualquier chico.― rió.

No podía decir que había sido secuestrado, pero, no era problema si mencionaba a su abuela...

―Un príncipe que creció como un chico común y corriente, eh... interesante. ― la chica igual rió, acomodando un poco su cabello.

El chico la miró un poco, sonriendo al verla jugar con las hojas en el suelo.

―El reino de Corazones siempre se caracterizó por su cercanía a los sentimientos de sus pueblos... supongo que es por su humildad... ustedes no parecen de la realeza... Ni tú, ni Riku... ni siquiera la reina o el rey. ― comentó al aire. ―Es adorable... ― sonrió con dulzura.

―No creo que sea algo del reino.― soltó, recostándose, mirando al cielo. ―Creo que es algo de las personas... nada más... cualquiera podría acercarse a otros si escucha su corazón... con el corazón abierto... ―

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora