Seis: Amigos.

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Tres años. Ya ven tres años desde que Sora llegó al pueblo, ahora ya no había nadie buscando su pasado.

Y eso estaba bien para él.

~♡~

Dos niños, ahora de ocho y siete años, estaban caminando de vuelta a su hogar con bolsas en las manos, platicando de temas muy importantes.

―Riku, ¿mañana vamos a ir al bosque a jugar?―

―Hum... no tenemos tarea, sí, podemos ir.―

Sí, muy importantes.

Entre charla y bromas, llegaron a un lugar donde había un montón de gente, y ellos, como niños que eran, sintieron curiosidad y se acercaron a ver.

Pasando entre las personas, la escena los dejó bastante sorprendidos, y al castaño, un poco asustado.

Una niña estaba en medio de dos adultos, no, no era lo que pensaban; esos hombres estaban intentando calmar a la muchacha, quién estaba histérica, estaba gritando.

―¡Solo quiero volver con mi familia! ¡No se me acerquen más!―

El más pequeño se quedó mirando detenidamente a la persona de la que provenían los gritos, le recordaba a él cuando recién había llegado, estaba herida, y probablemente también muy asustada.

Dejó las bolsas en el suelo, y con cuidado y a paso lento comenzó a acercarse, Riku a penas y lo notó intentó detenerlo, pero una mano en su hombro lo evitó.

―Abuela...― murmuró el albino.

―Déjalo cariño... él es el único que puede hacer algo.― respondió la mujer con ternura, volteando a ver hacia la escena.

Mientras tanto, el pequeño había llegado frente a la mujer, ni siquiera se detuvo a mirarla, solo se acercó incluso más y la abrazó suavemente.

Por supuesto, fue rechazado de inmediato y fue tirado al suelo, los hombres lo ayudaron a levantarse, preocupados.

Claro que ellos podían contenerla, pero no querían lastimarla si usaban la fuerza, pero a ese paso...

De nuevo, Sora la abrazó.

Recibió golpes, desde leves hasta uno que otro más fuerte, incluso le arañó el rostro, pero no se separó.

Riku estaba impaciente, quería ir a separar al pequeño, quería que alguien lo detuviera o se lastimaría más.

Pero funcionó.

La niña se calmó, después de pocos minutos, se relajó y ambos terminaron por caer arrodillados al suelo.

―Tranquila... da miedo, ¿verdad? Da miedo estar solo y perdido... pero, podemos ayudarte... solo tienes que dejarnos hacerlo... ― murmuró, abrazando con mayor fuerza a la chica.

Ella solo comenzó a llorar, ahora abrazando al niño que minutos atrás había golpeado, lloró hasta que todo el miedo y la rabia salió de su pequeño cuerpo.

Finalmente las cosas se calmaron, los adultos al fin pudieron acercarse y hablar con la pelinegra para saber lo que le había ocurrido.

Por su parte, el chico solo se levantó y mientras sonreía se acercaba a su mejor amigo y a la mujer que, ahora sabía estaba también ahí.

―¡Espera! ― llamó la niña, haciéndolo voltear. ―¿Me dirías tu nombre? Por favor...―

―¿Hum? Ah, soy Sora. ¿Y el tuyo? ―

―Me llamo Xion... ―

―Mucho gusto Xion... ― se acercó nuevamente, esbozando una alegre sonrisa. ―¿Somos amigos, verdad?―

―¿Eh? Pero... te acabo de lastimar tanto... yo... ―

―¿Y? Yo igual quiero ser tu amigo.―

―Sora... gracias.― la niña sonrió con ternura, asintiendo con la cabeza. ―Sí, somos amigos...―

Con ello, el castaño estuvo más que contento, solo la abrazó una vez más y se despidió, ahora sí volviendo junto a su familia, recibiendo un pequeño regaño por parte del albino, pero a la vez una caricia en el cabello que le sacó una leve risa.

―Idiota... vamos a curarte.―

Fue todo lo que se dijo antes de que comenzaran su camino de vuelta a su hogar.

Sora puede hacerse amigo de cualquiera. Aprendido.

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora