Veinte: Fortaleza.

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Quizá no la estaba pasando tan mal como Sora, es decir, había visto como había entrado en pánico más veces de las que podía contar con sus dedos en solo ese último mes; y sin embargo, tampoco la estaba pasando muy bien.

¿Cómo se supone que debía reaccionar? Había descubierto que su mejor amigo antes de llegar al pueblo había sido... mercancía.

Y estaba seguro que no era para nada bueno y definitivamente no iba a ser... comprado por alguien que solo quería liberarlo.

Él siempre supo que gente así existía, tenía rabia hacia ellos, sin embargo, ahora sabía que siempre había estado en presencia de una de las víctimas de ese tipo de personas. Y quizá, el hecho de que haya sido precisamente Sora, era lo que más le afectaba.

Le dolía demasiado verlo asustarse cada que un adulto se le acercaba, incluso ahora que se estaba recuperando, todavía notaba el miedo cuando aparecían sin previo aviso cerca suyo.

¿Cómo es posible que haya sido víctima de eso y aún así ser como es? Había llegado sin pasado, totalmente perdido, y aún así sonreía. Ahora conocía su posible pasado, y aún así, sonreía. A pesar del miedo, iba a ayudar a sus trabajos como siempre, preguntaba si estaban bien y se disculpaba por sus reacciones por si resultaban groseras.

¿Cómo podía brillar entre la temible oscuridad?

Sentía que las noticias malas habían llegado como las gotas de lluvia llegan a la tierra, una tras de otras o directamente al mismo tiempo.

¿Siquiera podía describir cómo se sentía? No, no podía.

Estaba nervioso, pero no podía mostrarse débil, no ante Sora, él necesitaba su apoyo. Y así como en sus momentos él se había tragado su dolor, miedo y tristeza para apoyarlo, iba a hacer lo mismo.

Se lo había prometido.

~♡~

Ya iba siendo cuatro meses desde esa noticia, ahora él tenía trece y Sora tenía doce años.

Fue doloroso cuando llegó el cumpleaños de su amigo, después de todo, fue a penas dos, casi tres semanas desde que eso ocurrió, es decir, aún no podía acercarse a la gente mayor, pero aún así, todos le felicitaron a través de cartas, y eso ayudó bastante a que se fuera recuperando.

El suyo por otra parte fue más tranquilo, pasó solo con Sora en la casa en la mañana, de igual forma, sus amigos le mandaron tarjetas y regalos, y los jóvenes fueron a visitarlos a la tarde ya que con ellos no había problema.

Además de todo, una que otra burla referente a su cambio de voz estaba presente, ya que esta desvariaba entre salir a veces ronca y otra veces salir completamente aguda.

Pero al final, la pasaron bien en ambas ocasiones, y con ello estaban felices.

En la actualidad, por fin Sora pudo volver a ser como antes, se asustaba cuando alguien aparecía de repente detrás suyo, sí, pero de hecho eso era algo de siempre, y sus reacciones no podían ser más tiernas y cómicas, ya que siempre terminaban con una pequeña rabieta o puchero de su parte por haberlo espantado.

Él había dejado de darle vueltas a los asuntos, no porque dejaran de tener importancia para él, sino porque, nada iba a cambiar ya, había ocurrido hace ya más de ocho años, lo único que podían hacer era cuidar ahora de Sora, y concentrarse en mantenerlo a salvo de esas personas. No podían saber dónde estarían, o cómo lo buscarían, o mejor dicho, cómo lo estaban buscando ya, pero, podían cuidarlo, debían hacerlo.

Querían, quieren hacerlo.

~♡~

Estaban en la escuela, era hora del receso ya, y todos los niños estaban jugando en el jardín de juegos como era cosa de todos los días.

Sora y Riku en cambio, ellos estaban almorzando sentados en una pequeña banca, haciéndose bromas y disfrutando de la compañía del otro, así como siempre había sido.

Una vez más habían vuelto a ser ellos mismos.

Riku tenía cosas en la cabeza, pero no eran más importantes que la promesa que hizo.

Sora tenía miedo, pero no era más fuerte que la confianza que tenía en su mejor amigo.

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora