Cuarenta y uno: No ha terminado.

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Sora estaba recostado en su cama, mirando directamente al techo, un punto específico.

No por algo especial, ni siquiera estaba realmente concentrado en eso, lo que pasaba en su cabeza en esos momentos era un completo embrollo.

Los reyes discutieron por un largo rato con los príncipes, estuvo a punto de estallar un conflicto interno de gravedad entre la realeza.

Guardias de aquí a allá, divididos entre aquellos que estaban obedenciendo a los más jóvenes o a los adultos.

Que todo se solucionaba con palabras bonitas no era más que una ilusión, incluso si en gran medida era cierto...

En el castillo de los aposentos del reino de Corazones hubo problemas, declaraciones de guerra fueron soltados a viva voz...

Pero al final quedó en eso, algo leve...

Algunos terminaron con pequeñas heridas mientras intentaban evitar que algo mayor sea llevado a cabo, pero en su mayoría, acabó bien.

Los reyes del reino de Picas fueron derrocados, Terra y Aqua tomaron su puesto como legítimos reyes, todo debido a una declaración de guerra contra los otros reinos.

Los compromisos aún no llevados a cabo fueron rotos, y los príncipes quedaron libres de elegir con quién querrían pasar el resto de sus vidas.

Todo parecía ir bien... la declaración de paz entre reinos se hizo pública.

La gente celebró, por fin podrían entablar contacto con los otros reinos de nuevo.

Sí... todo iba bien entre los reinos.

Solo quedaba solucionar los conflictos internos.

Se levantó con pereza, se aseó y miró su reflejo en el espejo, los moretones de hacía una semana aún eran visibles en su piel.

Se vistió rápidamente y salió de su habitación con un diario en manos, diario que él llevaba escribiendo desde poco después de haber sido coronado como príncipe legítimo.

Aún era de madrugada, las cuatro probablemente, ni siquiera se fijó en realidad, no le importaba mucho.

Caminó y caminó, evitó la rutas donde estaban los guardias, rutas que había memorizado en el tiempo que él estudió para convertirse en uno.

Suspiró pesadamente, casi fue descubierto, pero se salvó.

Se metió con cuidado y en sumo silencio a una habitación, procurando que la puerta no hiciera ningún ruido.

―No era necesario que llegara tan temprano, su majestad.―

El chiquillo rió un poco apenado, rascando su nuca con cuidado.

―Lo sé, pero no podía dormir.―

―¿Y por eso evitó a los guardias?― el muchacho de cabellos azules sonrió de forma leve.

―Riku les dijo que si me encontraban despierto antes de la hora me llevaran de nuevo a mi habitación.― hizo un puchero.

Ienzo, uno de los científicos más jóvenes del reino, solo alcanzó a reír un poco, negando con la cabeza.

―Debería hacerle caso, dormir es bueno.―

―Lo dice quien también está despierto a esta hora. ― replicó.

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora