Veintiocho: El corazón.

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Sin darse cuenta, dos meses más habían pasado desde la coronación del nuevo príncipe.

Riku había comenzado sus quehaceres como tal, dado que aún era eso, un príncipe, tampoco había demasiado, más bien eran sus lecciones las que lo tenían ocupado.

Sora por su parte había vuelto para realizar las especializaciones, terminó las clases y rápidamente se unió a los entrenamientos.

Fue una sorpresa para todos cuando su mayor destreza iba hacia las habilidades de guardián. Quizá se debía que era pequeño y que lucía frágil, nadie esperaba que al mes de unirse se volviera uno de los más hábiles en las clases de esgrima, llegando a ganar incluso a aquellos que llevaban casi ya medio año entrenando.

Cada uno estaba sobresaliendo en sus clases, Riku como príncipe y Sora como futuro guardián de la realeza.

Pero ninguno había olvidado su promesa en lo más mínimo.

Al menos estamos en el mismo lugar, no estamos lejos... aunque sea así, seguiremos juntos de algún modo.

~♡~

Pasaron los días, cada uno estaba en el descanso de sus respectivas lecciones.

Qué doloroso fue para los dos al encontrarse en los pasillos, rodeados de guardias.

Cuando Riku llegó, como era de esperarse, los guardias se arrodillaron ante él, pero quizá lo que más le dolió fue ver a su mejor amigo haciendo lo mismo. Sabía que no era por gusto suyo, sabía que era una obligación, pero no le gustó.

―Puede levantarse.― un tono amable salió, pero aún no era dulce.

―Sí, su alteza.― Sora respondió, si voz debía ser firme como guardia, pero solo un tono suave salió.

Ambos rieron internamente, seguían con ese problema.

Riku "ordenó" a Sora seguirlo, éste tras pedir permiso a su supervisor acató y siguió al albino hasta el jardín, donde ahora sí estaban solos.

Ninguno de los dos pudo evitar echarse a reír, no había forma de que pudieran tratarse como "realeza-subordinado", eran amigos, no había de otra.

―No pensé que tu especialidad terminaría siendo guardián, Sora.―

―Yo tampoco, pero aquí me tienes.―

―¿Entonces eres tú el que terminó con el trabajo de protegerme?― Riku quiso reír.

―Así es, su majestad.― su voz salió temblorosa, estaba conteniendo la carcajada.

Estuvieron charlando un rato de forma tranquila, entre bromas soltaban risas, su posición actual les resultaba divertida y aún increible.

Todo hasta que la reina hizo acto de presencia.

Sora se puso firme y terminó por arrodillarse frente a ella. Nunca sintió su corazón romperse de esa forma por una reverencia.

―Levántate, Sora, no es necesario que te arrodilles.―

―Lo es, su alteza... lo siento.― se disculpó y puso de pie, dando una pequeña sonrisa apenada. ―Ya no estamos hablando de príncipe a reina, ahora mismo es de su majestad a subordinado.―

―Lo entiendo... He visto que has progresado como guardia, estoy impresionada.―

―Es un honor escuchar eso de usted, mi reina.―

Sí, estaba impresionada, ese chico tan pequeño y frágil, tan amable e inocente... algún día sería que el que tuviera que dar la cara si había alguna guerra.

Le dolía demasiado pensarlo.

―Riku, cariño, tienes que volver a tus lecciones.―

―Está bien.― asintió y tras mirar a su amigo, le dedicó una sonrisa y volvió a ingresar al castillo.

―Debo volver también, con su permiso, majestad.― Sora estaba a punto de volver cuando una voz lo detuvo.

―Sora... lo siento.―

―No es su culpa su majestad.―

―Tienes que entender que lo que manda es nuestra sangre...―

―¿La sangre es más importante que el corazón?― Sora se giró hacia ella una vez más.

―...―

―Su alteza, cuando usted decidió adoptarme fue por decisión suya, de su corazón. No porque cumplí los requisitos, ni siquiera me conocía aún.―

―Sí... es verdad cariño.―

―Lastimosamente su sangre es más fuerte, yo no fui elegido por la corona para ser un príncipe.―

―Quiero que sepas... que si se me fuera permitido, si el destino así lo hubiera querido, te hubiera adoptado, sin importar la sangre que corre por tus o mis venas.―

―Gracias su majestad.― Sora tomó sus manos y sonrió con dulzura, como solo él sabía hacerlo. ―Por favor, recuerde una cosa.―

―¿Qué quieres que recuerde, cariño?Puedes decirme lo que quieras.―

Soltó sus manos y dio unos pasos hacia atrás, sonriendo.

―Quizá la sangre sea muy importante, pero al fin y al cabo es el corazón el que permite que ésta cumpla su función. Nunca le reste importancia a su corazón.

La reina solo se quedó ahí, de pie, viendo como el chiquillo hacía una reverencia y se perdía de su vista, volviendo a su entrenamiento.

Sus palabras dieron en el clavo.

Tocó su pecho y miró hacia el cielo, era del mismo color de los ojos de ese niño.

Deja que tu corazón sea tu guía...

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora