Veintitres: Distancia.

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La soledad cambia a las personas, pero, ¿el cambio es temporal o se quedará para siempre?

Riku había llegado hacía una semana, varios chicos de su edad estaban ahí, incluso algunos de sus amigos de su pueblo que habían llegado antes al ser un poco mayores, y otros que suponían eran de los otros pueblos que pertenecían al reino.

Como era de esperarse, al comienzo no fue muy distinto de estar en el instituto, tuvieron varias clases, historia, ciencias, lengua... esas eran las más enfatizadas, sin embargo, solo eran lecciones básicas, ya que al cumplir cinco días, comenzaron con las especializaciones.

Jardinería, servicio, cocinero... científico, consejero, guardia...

Muchas tareas podían ser realizadas, las preparaciones eran intensivas, una tras otras, casi sin descanso.

Riku estaba preparado para ello, pero en su mente no podía dejar de pensar en su amigo que había dejado atrás, y que los de su mismo pueblo a veces pregunte por él no le hacía ningún bien.

~♡~

Sora siguió con su rutina, se levantaba, se aseaba, iba al instituto, volvía, visitaba a su abuela, llegaba a casa y limpiaba, iba a trabajar y luego regresaba a terminar la limpieza y finalmente dormir.

Solamente que ahora, lo hacía solo.

Tardaba más en limpiar toda la casa él solo, considerando que era una de las más grandes del pueblo ya que antes era como un orfanato y casa de reposo, cuando trabajaba intentaba hacer el doble para cubrir a su amigo, incluso si le decían que no era necesario, sabía que los adultos se habían acostumbrado a su ayuda y ahora volver a hacer todo solos les complicaba, aunque no lo dirían nunca, lo entendía. Perfectamente.

No dejó de sonreír a todo el mundo, incluso a los que lo miraban con pena, solo les decía que todo estaba bien, que volvería a ver a Riku a penas cumpla los quince años, y ellos solo le sonreían, alegres de que el pequeño niño no se desanimara.

Pero no todo estaba bien.

Tanto Sora como Riku habían dejado de comer como debían, no sentían apetito, y por las noches tardaban en conciliar el sueño, y por las mañanas no podían levantarse.

Sus cuerpos estaban sufriendo las consecuencias de la soledad que su mente no quería aceptar.

Riku se veía obligado a mantener su estado debido a los entrenamientos, había lo posible y comía como le ordenaban, y descansaba lo que necesitaba, debía hacerlo para mantenerse en pie durante el día de arduo trabajo.

Pero Sora... él no tenía a nadie que le dijera que lo que hacía estaba mal, debido a su actitud nadie notaba lo que había detrás de su sonrisa, nadie podía adivinar que se había dejado de alimentar, que había dejado de dormir, no podían saberlo. No hasta que el daño fuera evidente.

~♡~

Ya habían pasado tres meses, Sora había pasado su cumpleaños número catorce en el plaza, con todos los amigos que aún no habían partido hacia el castillo del reino, además de con los adultos que siempre lo habían ayudado desde que tenía memoria. Sin embargo, era obvio que no era todo igual. Pero no demostró nada, una vez más le dio regalos a todos, rió con ellos, pero quizá la única sonrisa sincera que dio fue cuando leyó una carta que su amigo le mandó.

Ahora, los daños por fin eran obvios.

Sora estaba más pálido, delgado y tenía unas notables ojeras bajo los ojos, esos mismos que parecían tener menos brillo a causa del cansancio.

Riku no estaba muy distinto, pálido, las ojeras se le marcaban, y aunque no había bajado de peso, sentía fatiga todo el tiempo. Estaba exhausto.

Y sin más, un día cualquiera, en puntos distintos pero al mismo tiempo, ambos cayeron inconscientes.

Sus cuerpos no pudieron soportar más, cayeron rendidos ante el mal cuidado que sus dueños le habían dado a causa de la ignorancia.

~♡~

Otros meses pasaron, ambos jóvenes estaban siendo observados constantemente, y al mínimo declive de salud eran puestos bajo cuidado de alguna persona que pudiera ayudarlos.

Riku estaba mejorando cada vez más en su rendimiento, pronto se coló entre los mejores de su clase, y especialidad, sin duda fue la de guardia real, la más prestigiosa de todas.

Sora por su parte seguía como siempre, sus notas volvieron a lo estándar y su salud mejoró un poco, pero seguía en observación. Aunque también había algo más que le molestaba, y era una sensación desagradable en el dorso de su mano izquierda.

Los médicos no sabían qué era, no había nada en ella, por lo que día tras día intentaba ignorarla, aunque era complicado, lo estaba logrando. Acostumbrarse a ese dolor punzante.

~♡~

Por fin, un poco más de un año se había cumplido, Riku tenía dieciséis, y Sora tenía quince años.

Así como aquella vez, la gente del pueblo estaba despidiendo al último niño que debía ir al castillo, ya que Sora siempre había sido el menor de sus amigos, también era el último que debía irse. Tras meses de soledad desde el último en irse, por fin volvería a ver a su querido amigo.

Fue y estuvo casi una hora junto a la lápida de su abuela, prometiendo una y otra vez que estaría bien. De alguna forma, sintió como si ella le diera el apoyo que necesitaba, para dejar el pueblo que alguna vez fue desconocido pero terminó siendo su casa.

Finalmente partió, por fin volvería a ver a Riku.

Ambos se sentían emocionados, cumplirían la promesa, volverían a verse y se quedarían juntos.

~♡~

Aclaraciones.

•Ok, probablemente este capítulo salió muy mal, no tengo ni pizca de concentración jajajaja, lo siento. 💔
•Bueh, los niños se enfermaron al separarse, ¿será solo por costumbre de estar juntos o quizá por algo más?
•Luego de un año, por fin Sora cumplió los quince y volverá a ver a Riku, ¿cómo creen que reaccionen? :0

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora