Un corazón perdido.

Veinticinco: Familia real.

―¿Cuál es tu nombre jovencito?―

La reina se acercó a paso lento, sonriendo con dulzura mientras se ponía de pie frente al castaño.

Éste recién en ese momento se dio cuenta de su situación, ya habiendo pasado el ajetreo de la persecución que sufrió.

De inmediato hizo una reverencia, porque sí, incluso con lo distraído que fue, notó de inmediato quién era aquella mujer.

―Mi nombre es Sora, su majestad...―

La mujer se le quedó mirando un par de segundos, más soltó una suave risa al oírlo, le pidió que se levante y con cuidado acarició su cabello.

―¿Cuál es tu apellido?―

―No tengo su alteza... fui encontrado perdido en un bosque hace once años... no recuerdo nada acerca de mi procedencia.―

Esta vez su rostro cambió a uno de completa preocupación. Era un chico nuevo, significando que... ese día cumplía los quince años de edad... pero ahora sabía que solo era una aproximación. Había sido rescatado a la edad de cuatro años aproximadamente, quizá más, quizá menos...

―Entiendo... Dime, joven Sora...―

―Disculpe... su alteza... ¿Podría solo decirme Sora..? ―

―¡Sora!― Riku lo regañó, aunque para su sorpresa, la reina volvió a reír.

―No hay problema Sora... Dime, ¿cómo conoces los siros?―

―¿Los siros?― ladeó la cabeza.

La reina tomó su cuaderno y le mostró los símbolos.

―Ah... Disculpe majestad, no se llaman así, su nombre correcto es "ziran".―

Una vez más, ella lo miró muy curiosa, esa información era completamente nueva, tendría que comentarla con los científicos.

―No sé dónde los aprendí, desde que desperté en el pueblo sé leerlos...  ―

―Su alteza, se tiene la creencia de que... Sora era... ― miró a su amigo, preocupado, pero éste solo asintió. ―Sora era mercancía de ese grupo.―

Ella sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, miró detenidamente al joven de cabellos castaños.

Se veían tan pequeño y frágil, pero su actitud derrochaba inocencia de forma natural, eso le había hecho convencerse de que él no era de ese grupo de mercenarios, más no podía hacerse la idea de que haya sido un simple objeto para algún ser humano, si podía seguir llamándolo así.

―Entiendo... eres inocente, de eso estoy segura.―

―Gracias su alteza.―

―Joven Gallagher... o quizá te sientas mejor con Riku... ¿verdad?―

―Sí, su majestad...―

―¿Aceptas el trato?―

Sora los miró curioso, ¿de qué se suponía que hablaban? Riku notó esto, y la reina igual lo hizo, solo sonrió y le acarició la mejilla al niño.

―Sora... ¿qué opinas de que Riku sea el príncipe del reino?―

El castaño lo miró impresionado, sus ojos brillaron al momento de solo imaginarse la idea.

―¡Sería increíble! Riku sería el mejor príncipe que habría, es inteligente, responsable y muy amable, definitivamente haría bien su trabajo.―

El albino se quedó callado, sorprendido ante las palabras tan sinceras de su amigo, solo sonrió y desordenó sus cabellos, riendo un poco.

La reina igual sonrió enternecida, la honestidad del chico era única, tan pura y delicada.

―Ya veo... ¿Riku?―

―Es un verdadero honor su majestad... pero, no puedo aceptar.―

Ambos lo miraron sorprendidos, pero antes de que alguno hablara, Riku continuó.

―Desde que éramos pequeños ha tenido pesadillas... siempre es alegre y risueño... inocente y amable, y parece tener alegría y amor ilimitados, y aún así, lo vi llorar... lo vi con terror en sus ojos, terror por quedarse solo. El orfanato cerrará, nuestra abuela murió, solo quedamos nosotros dos, él no tiene a donde ir, no puede escapar; juré con mi vida protegerlo... sé que es mucho pedir, aún cuando me dan esta oportunidad, pero me niego, con todo respeto, a aceptarlo si no puedo venir con él.―

La mujer lo miró anonadada, no podía creer que aquel chico estuviera diciendo algo como eso. Sin embargo, no fue capaz de mencionar nada, otra voz se oyó primero.

―¡Pero Riku! ¡Podrías ser un príncipe! Ayudarías a mucha gente si eres bueno con tu trabajo, además serías feliz, tendrías familia.―

―Soy feliz, Sora, no necesito ser de la realeza para eso.―

―Ustedes... son realmente hermosos... igual que lo fue él... ― murmuró, sin embargo, un castaño la escuchó.

―¿Él?―

―Sora, eso no...―

―No hay problema.―

Esta vez, la mujer de claros cabellos se arrodilló frente a Sora y comenzó a contarle la misma historia que al albino, pero para su sorpresa, el castaño comenzó a lagrimear.

―Lo siento... debió ser duro para ustedes... fingir ante el reino que estaban bien... ¿cómo se encuentra su alteza? ¿Está bien?―

¿Como podía seguir dejándola sin habla? Él estaba ahí, llorando, no por otra cosa más que por empatía. Él que había sido alguna vez maltratado como un objeto, estaba sintiendo pena por ella, una reina.

Se puso de pie nuevamente, llamó a ambos de forma firme, y sin dudarlo estos respondieron de igual forma, uno al lado del otro.

―Jóvenes... Riku Gallagher, Sora. ¿Os gustaría ser los nuevos príncipes que representen al Reino de los Corazones?―

Los ojos de ambos jóvenes de abrieron de par en par, se giraron para mirarse abruptamente, siendo incapaces de asimilar lo que habían escuchado al comienzo.

Eso hasta ver la amable sonrisa de la reina, aquella que los miraba, esperando una respuesta.

No dudaron más.

―¡Sí, su majestad!― respondieron al unísono.

El reino estaba de fiesta, el príncipe primero, Riku, y el príncipe segundo, Sora,  habían sido nombrados.

~♡~

Sora estaba mirando el cielo, estaba tranquilo, pensando en todo lo que había ocurrido.

La reina detrás suyo se acercaba, quedando hipnotizada por los ojos celestes del chico que reflejaban perfectamente el cielo. Sora, el nombre le quedaba como anillo al dedo.

Segundos después llegó Riku, su cabello ahora estaba amarrado con una coleta para tener su vista libre. Pasó a un costado de la realeza y se sentó junto a su amigo, mirando lo mismo que él.

Ambos habían comenzado a caminar una vez más bajo el mismo destino. Una vez más estarían juntos, ellos cumplirían la promesa que se hicieron aquella vez en la dulce ignorancia de su infancia. La cumplirían, de eso estaban totalmente seguros ahora.