Treinta y siete: Quizá...

229 43 96
                                    

Sora estaba cansado, en todo el día no se había levantado de la cama, quizá sí para ir al baño, y a petición de la reina para comer, pero lo demás, no se movió de ahí.

La princesa Kairi fue a verlo, sintió pena por el pequeño chico, verlo tan decaído, sin brillo... era extraño.

Vanitas y Ventus que acababan de llegar del reino de Picas al enterarse de que estaba enfermo fueron a verlo también, aunque no supieron bien que decir, intentaron darle apoyo.

Axel y Roxas también fueron, luego también Aqua y Terra, quizá ellos fueron los que más consiguieron hablar con él, ya que cuando fueron el chico estaba un poco mejor, al menos lo suficiente para levantarse de la cama para conversar un rato.

Les dolía escuchar sus suaves pero forzadas risillas, ver su sonrisa sincera pero sus ojos carentes de brillo.

Repitió una y otra vez que estaba bien, que pronto se recuperaría, era solo una enfermedad más que pronto pasaría como todas las demás.

Una enfermedad que podría quebrar su corazón.

~♡~

Riku no estaba mucho mejor, luego de salir del reino de Diamantes de camino al suyo, se "contagió" de una fiebre que con el paso de los días se volvió más fuerte, no llegaba al punto de ser grave, pero sí seguía siendo preocupante.

Eso provocó que el viaje se retrasara, pero solo empeoraron las cosas... pero, ¿cómo iban ellos a saber eso?

Finalmente retomaron el camino bajo la orden del propio príncipe, diciendo que de nada servía esperar más.

Y así lo hicieron, llegando luego de casi una semana de nuevo a su querido hogar.

Naminé se quedó paseando por los pueblos aledaños, claro, con la vigilancia correspondiente, y aunque Riku insistió en quedarse con ella, le "ordenó" que vuelva al castillo a descansar, solo le pidió que se cuide y le ordenó a los guardias que la mantuvieran a salvo.

La gente a ella no la veía como una princesa, sino como una adorable muchacha de rubios cabellos que paseaba sin rumbo fijo, viendo tiendas y cosas que le parecían bonitas.

Encontró una preciosa gargantilla negra con una corona en el centro, no la pensó para ella ni ninguna otra princesa, sino que más bien le recordó al collar que siempre traía puesto el príncipe más pequeño.

Al final la compró, no sabía si el chico estaba dispuesto a usar algo así ya que era más común en las chicas, pero, incluso si no aceptaba usarla quería que la tuviera como un recuerdo, nada más. Además de comprar otras cosas más, claro.

Fue durante su caminata de vuelta que se encontró con alguien... interesante.

Una chica de cabellos negros chocó contra ella, tirándola al suelo por accidente, además de desparramar una bolsa de objetos que tenía, entre ello, muchos, muchos dulces.

―Wah! ¡Cuánto lo siento! ― la chica se levantó rápidamente, ayudando a la rubia a levantarse.

―Tranquila, no pasó nada.― rió de forma suave.

La chica de cabellos oscuros se quedó por unos segundos, mirando atónita a la preciosa muchacha que tenía delante, olvidando por completo sus cosas y que aún sujetaba su mano.

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora