Dieciocho: Objeto.

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Finalmente decidieron, muy a pesar de Sora, que era mejor que Riku termine de oír a la historia, mientras tanto, el castaño iba a ir a trabajar, o bueno, ayudar al panadero del pueblo, el albino insistió en ello ya que era una de las actividades favoritas del menor y, además, necesitaba relajarse, a penas y estaba recuperando su tono de piel después del comentario sobre su... posible pasado.

Claro, no fue solo, la doctora fue con él, solo por precaución.

~♡~

―¿Estás seguro de querer oír el resto, Riku?―

―Sí... creo que será mejor así, si hay algo que Sora deba saber, le diré yo.―

―Ciertamente será mejor, lo conoces más que nosotros, sabrás como hablarle.― el albino asintió.

El doctor se acomodó los lentes, soltando un suspiro.

―Bien... sospechamos que Sora podría ser... como dijo mi esposa, mercancía... es incluso más probable que lo primero.―

―¿Por qué lo dice? Sabe leer la nota, ¿no? ¿Le enseñarían eso a la... mercancía?―

―Esa es la razón por la que dudamos. Sin embargo, es probable que él no debiera poder leerla, y fue la persona que escribió la carta quien le enseñó a leer, además de liberarlo.―

―No veo porqué haría eso...―

―Sí, tienes razón, no tiene sentido. Pero si hubiera sido alguien que nació para estar ahí, ¿por qué se disculparía con él y lo dejaría ir? ―

―...―

―Además... apareció drogado... quizá...―

―Iban camino a venderlo.―

―Exacto.―

Riku sintió náuseas por un momento, comenzó a toser y se cubrió la boca, el hombre solo le dio suaves palmadas en la espalda, preocupado.

―¿Fue demasiado?―

―Estoy bien... solo... no puedo creer que alguien sería capaz de hacer eso... Sora quizá a penas y había cumplido los cuatro años... ―

―Lo sé... ―

Ahora el albino suspiró, miró al doctor y tragó saliva.

―¿Fue por esto que dejaron de buscar su procedencia?―

―Correcto. No queríamos arriesgarnos a que lo encuentren de nuevo.―

―Entiendo... ¿trajo algo más cuando llegó?―

―... Tenía consigo un número... uno muy, muy alto.―

No quiso preguntar más.

Definitivamente, Sora era antes un objeto de negocios. Uno muy valioso.

No podían permitir que sea encontrado, nunca.

~♡~

En otra parte, el castaño estaba entrando a la panadería, donde, como si nada hubiera pasado, saludó alegremente al hombre encargado el cual lo abrazó y levantó en brazos, riendo animadamente.

Cuando iba a preguntar por su amigo, notó a la doctora entrar detrás suyo, y simplemente se quedó callado al respecto, ya sabía lo que estaba ocurriendo.

Solo llevó al niño a la parte donde hacían la masa, como siempre, se puso un delantal a su medida y comenzó a trabajar con un trozo de masa que el hombre le dio, la doctora hizo lo mismo.

Poco después terminaron riendo, puesto que la harina le hizo soltar un pequeño estornudo al niño y terminó con la cara completamente blanca.

Tras limpiar, solo continuaron con su trabajo, aunque esa escena estuvo por repetirse, muchas veces.

Así, el trabajo dejó de parecer eso, y se volvió una tarde bastante agradable para ellos, y lo fue aún más cuando el doctor y Riku también llegaron para unirse a ellos.

Lástima que las palabras quedaron grabadas en las mentes de esos pequeños niños.

~♡~

La mañana del día siguiente llegó, Riku se levantó de su cama, bostezando pesadamente, solo para al girarse hacia donde se supone estaría su mejor amigo, encontrar la cama hecha y vacía.

Eso bastó para arrancar todo rastro de sueño de su sistema, comenzando a buscar a Sora por todos lados de la casa.

Por suerte lo encontró en el jardín, acostado en el cesped mientras miraba el cielo que aún no terminaba de aclararse.

―¡Sora!― lo llamó mientras corría hacia él.

―Ah, buenos días Riku.― constestó, tranquilamente.

Mientras se acercaba, podía notar cada vez más las ojeras que portaba. Preocupado, se sentó a un lado suyo.

―¿Hace cuánto estás aquí?―

―No lo sé... no podía dormir y salí... aunque aún estaba oscuro... ―

―Pero Sora, ¿no le tenías miedo a la oscuridad?―

―Sí, le tengo mucho miedo.― confesó. ―Pero me gusta el cielo lleno de estrellas. Y cuando está amaneciendo el cielo tiene colores bonitos.―

El albino levantó la mirada, tenía razón.

―Riku.―

―¿Sí?―

―Yo... ¿Yo soy un objeto?―

El albino sintió su sangre congelarse de un segundo a otro al oír aquello.

―¿Por qué lo preguntas? Por supuesto que no eres un objeto, eres una persona, un niño.―

―¿Entonces por qué me iban a vender? Eso solo se hace con objetos... ¿no?―

―... Hay mucha gente mala Sora... algunos... piensan que pueden comprar a las personas... pero no debe ser así... ― Riku abrazó un poco sus rodillas, un gesto atípico de él.

―¿Cómo en esa película?―

Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, él ya lo había olvidado por completo.

―Sí... ―

― ... ―

―¿Sora?―

―Entonces... yo estuve con gente así de mala... ¿eso me hace alguien malo también?―

―¡Claro que no! ― ni siquiera se dio cuenta de que alzó la voz. ―Tú no decidiste estar ahí, no trabajabas con ellos. Tú eres la persona más buena que he conocido en mi vida, Sora... nunca pienses que eres alguien malo de nuevo.―

El castaño solo se giró un poco, ahora viendo a su mejor amigo. Solo asintió con la cabeza y soltó un pequeño bostezo.

―Gracias Riku.― sonrió con ternura, soltando una pequeña risita.

Ambos se levantaron del suelo, se sacudieron la ropa y fueron de nuevo adentro de su querido hogar.

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora