Mackenzie [✓] EN EDICIÓN

Introducción:

Introducción:

Pongo las flores en el búcaro que hay sobre su tumba y dejo escapar un sollozo. Siempre me sucede cuando vengo aquí. Cada domingo durante cinco años viajo medio San Diego para venir a verlo.

Las flores eran sus favoritas, girasoles. Adoraba regalármelos, aunque no existiera una razón aparente para ello. A toda hora llenaba los envases de la casa. Decía que era una flor típica de mi tierra. Como si hubiera vivido suficiente ahí para saberlo.

Nunca le regalé nada.

Ni siquiera recordaba darle las gracias por esas pequeñas cosas que no parecían importantes, ahora me doy cuenta que lo eran todo.

Si pudiera cambiar el pasado, si en mis manos estuviera darle al tiempo para atrás entonces le entregaría mi vida, esa mañana no lo hubiera dejado salir.

—Hey —digo, sollozando y quito un poco de maleza por alrededor de la lápida—. Tienes... tienes buen aspecto, pero te he... te he visto mejor.

Sin poder decir más nada abrazo mi cuerpo como una niña pequeña que busca un refugio. Sé que odiaba que llorara, pero sabía cuánto detestaba que me dejara sola. Estamos incumpliendo lo que prometimos ambos.

—Te extraño Ash —gimoteo—, no sabes cuánto.

Nuevas lágrimas bajan por mi mejilla a la tierra, lo cual es posible ya que estoy sentada sobre ella. A pocos centímetros de mí, en dirección abajo está él, la persona más importante en mi vida, el ser humano que realmente supo llenar mi alma de felicidad.

—Mañana... —Trago en seco para contarle la buena nueva—. Mañana comienzo con los S.E.A.L. como tú querías. Ya sé que es arriesgado y que debo cuidarme, pero no me importa.

Cierro mis ojos con el fin de que mi vista mejore.

—Era tu sueño y... y... y...

La crisis de llanto regresa. Esta vez ha cobrado nuevos bríos. Nadie se imagina como me duele venir y dejar de hacerlo sería mortal. Ashton, ¡¿por qué demonios tuviste que irte?!

—Caperucita... —Me corta los pensamientos una voz a mi espalda—… es tiempo de irnos.

—Estoy bien Vic —comento, secando mis lágrimas sin mirarlo.

—No, no lo estás Nessa, vamos a casa. No le gustaría verte así. —Su voz está cortada y lo entiendo.