Capítulo #10:

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Capítulo #10:
 
Antonio:
 
Abro la puerta de mi departamento con los ojos casi cerrados. Me duele todo el cuerpo porque me pasé la noche nadando en la piscina municipal, el guardia de seguridad es amigo mío y me permitió pasar. Solo me di cuenta de que había amanecido cuando sentí a más gente entrar en el agua. Era sumergirme en la piscina o en alcohol. ¡Joder! ¡Solo mi padre me hace sentirme de esta manera!
 
─¿Antonio? —Ver a mi hermano parado detrás de mí en lugar de saliendo de su departamento me desconcierta. ¿No regresó anoche?
 
 ─¿Qué quieres Derek? ─pregunto con prisa por meterme a la cama, fue una noche muy largo y no tengo ganas de oír sus regaños por haberlo dejado solo con su padre.
 
─¿De dónde vienes?  ¿Fuiste a nadar? ─interroga y tengo todas las ganas del universo de hacerle la misma pregunta.
 
 ─Así es, ¿y tú? 
La vista de mi hermano va a sus pies. Hace u nos días me dijo que se quería ligar a un chico, pero creí que era algo de una noche, por lo visto trascendió. Sigue de camino a su puerta, cosa que agradezco porque quiero dormir un poco.
 
—Necesito que más tardes buscas los papeles de Vanessa para su traspaso a mi unidad y…
 
No lo dejo terminar gracias al portazo que pego. Ya luego me preocuparé por esa zorra.
 
***
 
Salgo de la ducha y mis tripas rugen más que yo al sentir ese delicioso olor a comida que llega de mi cocina. Fueron seis horas de sueño reparadoras y ahora espero una cena espectacular. Ya no pensé más en ninguno de mis asuntos y es casi mejor que sea de esa manera porque no voy a martirizarme. Pasaré una velada agradable con mi hermano en lo que intento sacarle información de su ligue misterioso.
 
Puede que Der sea el mayor, pero no soporto cuando alguien le rompe el corazón. Él se llevó la sensibilidad en la familia y se entrega de una forma tan pasional a las relaciones que me da miedo más que alegría cada vez que comenta que sale con un chino nuevo. Trataré de indagar ahora a quién le voy a tener que partir las piernas si juega con él.
 
─¿Derek? ─Llamo, avanzando por el pasillo, pero sin llegar a la cocina. 
 
Su cabeza sobresale por la puerta con una sonrisa radiante.
 
─Ya casi termino la comida, no te preocupes —comenta y aprovecho para sentarme en la mesa de mi cocina.
 
Comenzaremos con el interrogatorio mientras él saltea algo.
 
—¿A qué hora te fuiste de la gala? 
 
─Temprano, papá se empeñó en regresar a su casa en un taxi. Yo aproveché para pasar la noche fuera. ─Con la cuchara revuelve una de las ollas y deja salir una sonrisilla tímida.
 
─¿A dónde fuiste? 
 
Mi hermano mira al suelo apenado y niega. Señal de que pierdo mi tiempo, de su boca no saldrá nada. No obstante, no me rendiré sin luchar.
 
—¿Puedo saber al menos el nombre del afortunado? —indago con los codos encima de la mesa.
 
─Lo único que puedo decirte que fue el mejor polvo que he tenido en mi vi...
 
─¡Oh, eso no! ─Realizo una falsa arcada. 
 
¡Joder! ¡Es mi hermano no me interesa la vida sexual que lleve. ¡Vamos a comer! Con una estrepitosa carcajada se vuelve a mí y señalándome con el utensilio para revolver habla algo que no me esperaba. Me acomodo a su lado y advierto que prepara pasta.
 
─¿Qué hay de ti? 
 
Oh, oh.
 
─¿Cuándo vas a traer una chica aquí a la casa? ¿Cuándo voy a tener a alguien me cocine por ti? 
 
Sus palabras me hacen bajar la vista. 
 
No todos tenemos su suerte, soy un asco hasta con las mujeres y no sabe mejor que nadie. Sufro cada maldito minuto de mi —al parecer eterna— existencia con esto. Me encantaría llegar una noche de la mano con una suntuosa rubia de caderas anchas, senos prominentes y esos complementos que excitan a un hombre. Le gritaría a Derek que es la mujer con la que pasaré el resto de mis días. Entraríamos ella y yo a mi casa. La cogería durante toda la eternidad, hasta que ambos no pudiéramos respirar. Eso no pasará jamás.
 
─Tony. ─Suspira justo cuando me dispongo a salir a mi habitación para no golpear la pared delante de su cara─. ¿Hace cuánto que no estás con nadie?
 
Me quedo en silencio y salgo a mi habitación. No quiero llorar delante de él, no deseo derrumbarme. Sé que Derek quiere lo mejor para mí y eso sería que dejara de tocar ese asunto. Yo no soy bueno para nadie, soy un tóxico de mierda que lo único que sabe hacer es joderle la vida a la gente que lo quiere.
 
─Te avisaré cuando esté la cena —murmura desde el comienzo del pasillo y sigo a mi habitación.
 
─No tengo hambre ─comento, alejándome a poca velocidad. 
 
Me han vuelto a pesar los pies como cuando descubrí la verdad al salir del hospital.
 
─Antonio mírame por favor. ─Lo escucho decir desde atrás y no me vuelvo, solo me detengo en seco.
 
─Volveré a dormir si no te importa, buscaré los papeles de Mackenzie más tarde. ─Creo que es la manera más refinada que tengo de decirle que se largue de mi departamento.
 
─Hermano… ─Lo siento tragar─… ya es tiempo de salir de la zona de confort... 
 
No termino de escuchar solo azoto la puerta de mi habitación antes de sentir como la rabia inunda mi piel. ¡Mierda! Sin meditarlo ni un segundo me abalanzo sobre la pared de mi lado y comienzo a golpearla como si ella tuviera la culpa de que esté tan destruido por dentro y por fuera.
 
Cada gota de ira sale de mi corazón depositándose en mis puños; los golpes tienen oculto un significado: corro a la cama para tomar una almohada y destruirla con fuerza (quiero terminar con todo), pateo el bastidor hasta deslizarlo casi a la otra pared (me siento solo y culpable), tomo mis cabellos presa del furor para tirar de los mismos con tanta violencia que esta supera a la adrenalina (¡Y no puedo hacer nada para cambiar lo que pasó!) 
 
─¡Antonio calma! ─Escucho decir a mi espalda cuando la puerta de la habitación se abre tras el ruido que hago.
 
No puedo detenerme. Pateo cosas, tiro de mi pelo para luego regresar a la pared que pierde la pintura de tantos porrazos que ha recibido. 
 
Mi padre tenía razón, soy una mierda. Ni siquiera entiendo como vivo conmigo mismo. Mi madre debe revolverse en su tumba con lo que hice. Soy la deshonra para el apellido Ross, maché con sangre el legado que tantas generaciones de hombres de verdad se han esforzado en mantener. Perder las dos cosas que más feliz me hacían fue culpa de una sola persona, mía. Merezco pagar por lo que hice, debería estar muerto.
 
Una mano se posa en mi espalda justo cuando destrozo la pared. Todo lo veo negro, no le atino a nada más que lanzar golpes al aire como un condenado demoniaco. Mis demonios están ahí, en mi cabeza riéndose de lo poco hombre que soy. ¡Ya basta!
 
 De momento choco con algo diferente a una pared, es una superficie primero delicada, pero que se contrae. Oh no, escucho un grito desgarrador de dolor delante de mí y me paralizo. Jamás imaginé que algo como esto pudiera ocurrir. ¡Derek!
 
─¡Dios, lo lamento! ─indico, poniéndome de rodillas justo en el minuto que cae doblado de dolor en su vientre. 
 
No es difícil idealizar lo que hice.
 
─Lo siento, hermanito. ─Presiono también contra su abdomen cuando varias lágrimas brotan de los ojos de ambos.
 
Esta vez sí que la jodí pero bien.
 
Vanessa:
 
Cierro la puerta de mi departamento con sumo cuidado, aunque apenas veo a mi mejor amigo en la isleta de la cocina me siento un poco tonta por eso. ¡Es más del mediodía! ¡Obvio que va a estar despierta! 
 
Me fui tarde de la gala porque papá se pasó toda la noche contándole a todos sus amigos que su hija iba a formar parte del escuadrón cinco. Calificó a Antonio como un igual a Brad Ross y tenía conocimiento de cómo me trataba en la unidad, pero si no tomó cartas en el asunto fue porque me conocía lo suficiente como para saber que me iba a molestar. Mi padre siempre se mantiene informado de lo que acontece con su pequeñita.
 
En una de las oportunidades en las que no ayudaba a mi padre con su vida social, me encerré en el baño y llamé a mi mejor amigo para comentarle que iba a regresar tarde y subliminalmente me hizo ver que tenía una conquista en casa. A Alan Mackenzie le encantó la idea de que me quedara a dormir en su departamento y no fue hasta después de almuerzo que me trajo hasta aquí. 
 
Vic se vuelve con una sonrisa un poco rara en la cara. Sé que se puso feliz por mí cuando me admitieron en el escuadrón cinco y que me dijo que hoy celebraríamos, sin embargo, no es difícil imaginar que tuvo una noche orgásmica.
 
—Hola Caperucita —inquiere en tono cortado.
 
Una cosa no muy buena pasó.
 
—¿Malas noticias? —Cierro la puerta.
 
—Algo así.
 
Antonio:
 
─¡No creo que lo hayas perdido! ─Me grita mi consanguíneo desde el mueble en lo que rebusco a cabalidad entre todos los papeles. 
 
No quiero que se mueva. El golpe que le di por gilipollas está feo. Es en la pelvis toma coloraciones desde negras hasta rojas. Ahora tenemos un problema un poco más grande.
 
─¡Te he dicho que están aquí! ¡Solo que en este minuto no recuerdo donde! ─rujo, abriendo la carpeta de un tal Carlos Tan. 
 
Espero que ese file aparezca ya o Derek explotará. 
 
Después de que pudo moverse hasta mi cama lo acosté y puse hielo en su golpe. Lloré como el demonio, aunque no dejara de sonreír incluso cuando palpé para ver si había hemorragias. Faltó poco para que lo desgraciara a él también, sin embargo, lejos de gritarme como me merecía solo supo disculparse y llorar conmigo. 
 
─¡Antonio acéptalo, los papeles de Vanessa Mackenzie están desaparecidos! ¡Y sabes lo que eso conlleva! ─ruje visiblemente enojado.
 
Una de mis técnicas como oficial es tener los expedientes laborales de mis subalternos en casa. Douglas me dio la libertad de hacerlo, ahora pago las consecuencias.
 
─¡Que no Derek Ross! ¡Me pones de los nervios! ─chillo, alterándome. 
 
Expulso algunos files más, la estantería se me queda vacía.
 
─Douglas me pidió esos papeles para mañana a primera hora.
 
Paso las manos por mis cabellos con fuerza y posterior me vuelvo con furor.
 
─¡¿Qué vamos a hacer?! ¡Te juro que estaban aquí!
 
Apenas nos sentamos a comer, recibió mi hermano un mensaje de Douglas en el que solicitaba traslado inmediato ya que no me quería cerca de Mackenzie. Lo cierto es que desde la distancia la puedo seguir fastidiando. Comencé a buscar el expediente y no lo hallo por ninguna parte. ¡Ese tipo de carpetas contienen datos esenciales de cada militar! ¡En las manos equivocadas ella podría correr un grave peligro! ¡Lo sabía! ¡Sabía que esto no era para ella!
 
Caigo a su lado frustrado. Entierro mi cabeza entre mis manos. Esto se llama negligencia laboral, puede costarme el trabajo.  Maldita pelirroja.
 
—Calma, ya le envié un mensaje a Víctor para que hablara con ella —espeta mi hermano, ganándose que lo mire mal—. No te preocupes, él es mi subalterno de mayor confianza y me inventé una buena historia para que no te acusen con Douglas. Recemos para que ese documento esté en algún lugar de tu casa y no en manos peligrosas.
 
Derek siempre me salva la vida es lo mejor que me ha pasado y yo se lo pago dándole un puñetazo rabioso. Soy una mierda de hermano.
 
Abro la boca para decir algo cuando el celular de Der resuena. Esa tiene que ser la pelirroja. ¡Joder!
 
─¿Hola? ─Escucho contestar a mi hermano y me pongo en pie nervioso.
 
Está claro que la maldita tendrá que rellenar de nuevo los papeles y para eso tendremos que ir los cuatro —Derek, Baker, Mackenzie y yo— a S.E.A.L.
 
─Sargento mayor, buenas tardes ─saluda vacilante una vocecilla tímida ─, es Vanessa Mackenzie.
 
─¡Oh Mackenzie! ─Mi hermano se carcajea como si el terrible rato que estoy pasando fuera un chiste—. ¿Víctor ya habló contigo? 
 
Sé que tengo otro juego de formularios sin usar en mi habitación.  Puedo llevárselos a la unidad ahora mismo si lo desea.
 
—Sí —contesta—. Entiendo que el sargento mayor del cuerpo de Marines Hill tenga mi expediente, ¿qué preguntas necesita que conteste?
 
─Pues la verdad, todas, ¿a qué hora puedes pasar?
 
Se hace silencio por la otra línea y alzo mis ojos. Mi hermano se volvió loco, es verdad que ya la pelirroja estuvo aquí antes, pero no voy a permitir que ella se siente en el sofá. Der me hace un gesto de que todo se lo deje a él y asiento. Siempre me salva de mis meteduras de pata, es el mejor hermano que se puede desear.
 
─Es que… yo no pensaba en…
 
—¡Vanessa! —Mi hermano suelta una carcajada—. ¡No te va a pasar nada por venir junto a Víctor a mi casa a rellenar los papeles y por Antonio no te preocupes que no te lo vas a tener que encontrar!
 
Tras unos breves minutos de conversar ambos acuerdan encontrarse esta noche. Perfecto, así podré dedicarme a embriagarme.
 
Vanessa:
En la noche.
No me siento para a gusto en este departamento —el de Derek— respondiendo cosas íntimas. La peor e las preguntas fue cuando me preguntaron mi estado civil, me cuesta admitir aún que soy viuda. Podría estar felizmente casada si la vida no fuera una puta mierda. 
 
Es rutinario que los sargentos tengan los papeles y que deba yo entregar datos apartes, pero tener que rellenar todo un formulario completo en presencia de mi superior —en su departamento— es algo que me molesta. Vic vino para firmar como testigo y ni siquiera tuvimos tiempo a comer. Me muero de hambre.
 
Todo sea por no verle la cara más al energúmeno machista de Antonio. Al pasar frente a su departamento sentí un escalofrío bajarme por la nuca, pero Derek me calmó diciéndome que su hermano había salido. Vic le puso la mano en el hombro y no interpreté ese gesto de ninguna manera, se nota que estos dos son amigos de antes.
 
Llevamos treinta minutos aquí y hablan como dos personas que no tienen rangos diferentes. Yo prefiero concentrarme en terminar esto e irme a mi habitación a contemplar el arma de Ashton, el recuerdo más cercano suyo que me queda.
 
─Saben ─comenta mi superior por primera vez para mí también─, iré a comprar algo para que cenemos. Me muero de hambre.
 
No pretendo aceptar eso.
 
─Muchas gracias sargento mayor, pero estoy bien. ─Tengo un hambre de mil demonios. 
 
Debí cocinar antes de llegar, sin embargo, me mantengo terca en mi propósito. Derek comienza a carcajearse como un niño pequeño y Baker le sigue la rima, no entiendo no he dicho ningún chiste.
 
─Nessa amo tu comida, pero a unas calles de aquí venden una comida china increíble.
 
 Oh, vaya. No sabía que mi mejor amigo fuera tan asiduo a esta zona como para saber lo que venden por aquí. Menuda sorpresa.
 
—¡Vanessa! —chilla Derek, dándome una palmada en la espalda que me hace tambalearme—. ¡Vas a formar parte de mis escuadrones! ¡No tienes que estar tan rígida todo el tiempo! ¡En el equipo cinco somos muy amigos todos!
 
Los dos hombres comienzan a contar cosas de sus salidas de juerga. Quizás no sea tan malo que yo salga a comprar algo de comer. Así me libraría un poco de todo esto y respiraría como las personas normales.
 
***
 
Algunas gotas de lluvia caen en mi vestido, otra vez el del tiempo se volvió a confundir y se viene un temporal terrible. Por suerte pude comprar la comida sin problemas ya que no había una larga fila.
 
Entro al ascensor del edificio. Luego de que comamos terminaré los benditos formularios y me iré en un taxi si Vic se quiere quedar. Yo no puedo esperar a estar lejos de esto. 
 
Marco el piso de Derek y me observo en el espejo.  La puerta se abre y la cruzo con pasos lentos. Cambio los envases de mano deteniéndome delante al pasillo por el que tengo que atravesar para llegar a la puerta del Ross alegre. Son dos hermanos tan distintos que me sorprenden. 
 
Avanzo rápido y llamo, espero que me abran al primer toque. Carraspeo frente por frente al pórtico y mis pequeños dedos se deslizan por la madera para descubrir algo impactante.
  
 

Mackenzie [✓] EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora