Capítulo #9:

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Vanessa:

Me monto en un taxi apenas salgo de S.E.A.L. en dirección a casa de mi padre sosteniendo el teléfono con mi hombro.

Llegamos a la ciudad esta mañana y me demoré en irme por el papeleo. Vic se quedó con Derek para ponerlo al corriente del tiempo que estuvo fuera. Le dije a mi mejor amigo que era difícil que fuera temprano a casa porque papá me envió un mensaje ayer para recordarme el baile de los veteranos. No estoy muy contenta por ir con él ya que hace poco que tuvo una caída con su azúcar, pero negárselo es imposible.

Con respecto a Héctor Flandes las cosas fueron bien, le dieron atención de urgencia y por suerte la bala no tocó cavidades importantes.

─Vanita ─contesta mi progenitor ─. ¡Hasta que te acuerdas de tu familia!

─Estaba trabajando, de hecho, acabo de llegar y pasaré a verte, si te parece.

─Claro Vanita. ─Su voz está dulce como a alguien que le alegra que haya llegado con vida.

─¿En la tarde iremos al baile? ─pregunto para estar segura.

─En eso quedamos todos los años. ─De fondo escucho el ruido de un plato. Espero y no coma algo con azúcar.

─Nos vemos en unos minutos. —Corto la comunicación.

Suspiro apoyándome en el marco de la ventanilla. En la misión después de la pequeña charla que tuve con Antonio Ross las cosas fluyeron perfectas. No me miró en el tiempo que trascurrió luego de eso, yo me limité a trabajar bien para evitar cualquier requerimiento.

Por suerte el maldito se lo tomó de buena forma y mis instintos me dieron un punto positivo de pensamiento. Creí que me mataría por preguntarle, pero se lo tomó la mar de bien. ¡Incluso dejó de incitarme a beber!

Unos minutos después estoy en pie frente a la puerta de papá.

Me gusta mucho visitar a mi padre, pero su casa atesora los recuerdos de mi infancia y de su matrimonio con mamá. Ella murió de cáncer tiempo antes de casarme con Ash. Mi padre casi se consumió de la tristeza y le guardó un año el luto hasta que me dijo que debía recuperarse por su propia salud mental. Durante bastante tiempo quise contratar a alguien que lo ayudara con la limpieza de este lugar y a una enfermera que lo cuidara. ¡El muy… Mackenzie, terminaba follándoselas a todas! Por suerte la madre de Vic —su gran amiga de la vida— lo cuida.

─Vanita, te estoy hablando ─suelta y me doy cuenta que lo abrazo─, también me alegro de verte, pero me falta el aire.

─Lo lamento. ─Sonrío, alejándome y choco con sus ojos azules.

Mi padre es una persona que impone con tan solo verlo y es tan pelirrojo como lo era mamá y como lo soy yo. Era cuestión de realidad que tendría el gen.

─¿Estás bien? ¿Regresaste en una sola pieza? ─Me inquiere, sujetándome por los brazos cerca de los hombros.

─Sí, ¿cómo te sientes?

Entro a la sala de su casa la que me sé de memoria paredes llenas de fotografías mías de todas las épocas, además de cada etapa de su vida, la que, según él, califica como perfecta. Mi padre fue uno de los generales más importantes durante los años ochenta y luego fue de a trabajar a la oficina de intereses en Cuba, ahí nací yo porque a mi madre se le adelantó el parto. Ahora está jubilado.

Mackenzie [✓] EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora