Capítulo #5:

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Antonio:

Cuando mi cuerpo de despierta y sin siquiera abrir los ojos siendo un terrible dolor en la cabeza. Ayer bebí mucho. No tengo idea de dónde estoy, puede ser en Florida o en Alaska.

Llevo mi mano izquierda a mi cabeza. Necesito volver a tomar algo, embriagarme para no sentir los síntomas de la resaca. Ahora comprendo a lo que la gente se refiere con lo de ser un borracho. Cuando el alcohol se mezcla con la sangre entonces soy el dueño del universo, de la galaxia y de cuanto lugar haya ahí fuera.

No solo el Red Bull da alas, también el whisky surte el mismo efecto.

Me dispongo ─de manera delicada─ a realizar mi cometido cuando siento algo que me estremece.

─¿Veo que ya estás mucho mejor? ─Esa es la última voz que deseaba escuchar.

Trato de abrir mis ojos de a poco en lo que paso la mano derecha por mis cabellos. Observo un techo conocido. Un momento, estoy sobre algo blanco... mi colchón, ¿mi habitación? Agradecería un flechazo de memoria.

─¿Cómo diablos llegué aquí? ─pregunto, mirando al techo.

─¡Antonio Ross! —ruje─. ¡Mírame a la cara porque tenemos que hablar!

Suspiro antes de sentarme.

La cabeza me va a estallar en cualquier momento necesito tomar un medicamento que calme el martilleo que ha dejado la noche de tragos. Mi estómago está lleno de alcohol aún por lo cual me gustaría comer, pero mi hermano está bastante cabreado para pedirle que cocine para mí. Nunca entenderé por qué estos síntomas no se hacen familiares o al menos disminuyen, al contrario, se acentúan con el pasar del tiempo logrando que sienta la necesidad de estar borracho para evitarlos.

─Baja la voz. ─Abro mis piernas levantando mis rodillas y apoyo mis codos sobre ellas, luego declino mi cabeza y la sujeto con las manos de modo que veo el colchón─. No me siento bien.

─No puedes estarlo. ─Su tono sigue enfadado─. Ayer sucedió algo que rebasó todos los límites contigo.

Bien, eso es bastante complicado. Odio no acordarme de las cosas que debería y sí de las que quiero olvidar.

—¿Cómo llegué aquí? —retomo con fuerza y lo observo.

—Víctor Baker y Vanessa Mackenzie tuvieron que cargar con tu culo hasta aquí ya que casi peleas en la barra.

Observo a mi hermano unos segundos. Su expresión está decepcionada con sus ojos bajos, labios fruncidos, pómulos decaídos. Cuánto lamento que las cosas sean así para él. Merece un mejor hermano.

No conozco a ningún Víctor Baker ni mucho menos a una Vanessa Mackenzie.

—No conoz...

—Tus subalternos, el sargento Baker y la nueva cadete Mackenzie ─específica. Mi cara cambia de pálida a roja de molestia─. Esa chica encantadora que te salvó la vida de morir ahogado con tu propio vómito, a la que llamaste «puta» y «demonio», además de vomitarle encima.

Siento un mareo adueñarse de mi cuerpo no procedente del alcohol ni mucho menos de la resaca. Jamás me había ocurrido que dos personas ajenas a mi familia me vieran ebrio. Menos una chica. Una mujer a la que odio por formar parte de mi escuadrón, por salvarme la vida cuando no quería que lo hiciera Soy un asco y la he cagado.

De seguro ahora correrá a contarle al comisionado. Eso lograría una investigación en mi contra. Nunca pasé por algo como eso en los años que llevo de militar. Me gusta mantener mi vida personal fuera del alcance de todos, lo que resulta bastante complicando cuando se tiene a un hermano con tu mismo rango militar a tu lado. Usualmente en las mismas misiones.

Mackenzie [✓] EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora