Capítulo #8:

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Vanessa:

Frente al ordenador siento mis dientes castañar. Me muerdo el labio inferior. No puedo demostrarle que me siento congelada. Ahí fuera la temperatura debe estar por debajo de los cero grados. Mi cuerpo no soportará mucho tiempo más este frío, dejar de monitorear no es una opción viable. No con Antonio Ross espiándome.

Luego de aquel encontronazo él no me dirigió la palabra en toda la tarde, más que nada por el hecho de que se desapareció, también lo hizo Derek y, sin la supervisión de ambos superiores, quedé más cómoda a la hora de hablar, por lo que me pasé largo rato en conversación con Héctor Flandes —uno de los subalternos de Antonio—, con Ilian y con mi mejor amigo.

Todo marchó bien hasta que Vic recibió un mensaje de su madre donde le ponía que papá está descompensado del azúcar, pero que ya está bien. Pedí permiso para comunicarme con él —al rato, cuando vi a Antonio—, me lo concedió, pero solo cinco minutos y no opuse resistencia. Reprendí a mi padre y le prometí que en cuanto saliera de la misión lo iría a ver.

Después de eso, estuve distante todo el tiempo, pensando en el millón de reproches que le haré a mi retorno. Flandes insistió para que cenara y no lo hice porque estaba nerviosa por esta guardia que llevo a cabo justo ahora. Antonio me citó junto a los ordenadores a la hora indicada. No me opuse y fui puntual.

Ahora los dos nos congelamos porque el sistema de calefacción del edificio es una basura y no hay el más mínimo movimiento.

─Pelirroja ─espeta con los dientes apretados─. ¿Todo bien?

─S-Sin cambios ─titubeo un tanto por el frío, juntando mis brazos para darme calor.

No le quito la vista al monitor cuando siento levantarse a Antonio. Su cuerpo hace un ruido bastante estridente. Me pregunto qué artimañas se trae entre manos. Aceptó muy sencillo trabajar en conjunto. No era lo que esperaba proviniendo de su persona.

─¿Estás temblando? ─inquiere a mi lado─¿Tienes frío?

¡Qué pregunta tan estúpida acaba de hacer! ¡Claro que lo tengo!

─Sí ─respondo y me muerdo la lengua. Por su parte libera un bufido─. Lo...

Me dispongo a pedir perdón si lo he ofendido en algún momento cuando alza su mano izquierda. En su hombro van sus cosas, un bolso militar que parece nunca lavarse.

─Quiero calentarme —expresa, abriendo su bolsa.

Alterno mi vista entre la pantalla y sus gestos.

Algo me dice que no tocará, no se lo permitiré, soy sumisa, pero no imbécil. Sus ojos se mantienen fijos en la oscuridad que representa la cartera con el cierre abierto. Algunas cosas se mueven. Por mi parte me concentro en mi trabajo, para ello estoy despierta. A mi lado escucho algo líquido moverse.

«No mires Nessa, quizás eso es lo que quiere».

─Mackenzie. ─Me llama, obligando a hacer lo que no quería.

En sus manos hay una botella ancha en la parte inferior, estrecha en el cuello, de color transparente con una etiqueta carmelita bordeándolo. Tiene en su interior lo que parece ser alcohol… ¿alcohol? ¿Cómo tiene eso aquí? ¡¿Acaso olvido como lo encontré aquella vez?!

Mackenzie [✓] EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora