Capítulo #38:

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Día #11:

Vanessa:

Las lágrimas amenazan con salírseme otra vez de los ojos. No entiendo por qué estoy al borde de otro ataque de llanto si ya las cosas están bien. Llegamos de ese infierno hará cuestión de dos días y Vic sigue hospitalizado. El médico que lo atendió allá fue cuidadoso con su trabajo, no todos los días te ponen como desafío extraer una bala con una M16 en tu sien.

Encontramos un anestesiólogo entre las víctimas que hablaba nuestro idioma, Derek le explicó lo que estaba ocurriendo omitiendo el detalle de que era su novio quien necesitaba cuidados urgentes. El galeno rescatado fue el que más ayudó. Los chicos prepararon una sala de operaciones, por fortuna los equipos estaban en excelentes condiciones. Eso me lo contó Ilian al ya mi mejor amigo estar siendo operado.

Tres horas estuve sentada en el regazo de Antonio rezándole a Dios para que no ocurriera nada con mi ex cuñado. Él solo pasaba su mano por mis cabellos susurrándome que estaría bien que dejara de temblar. Estaba aterrada creyendo que tendría flashazos de los acontecido cuando la defunción de mi Ash. En más de una ocasión trataba de mirar mis manos llenas de sangre, pero Antonio las juntaba con las suyas imposibilitándome la vista. Fue demasiado bueno conmigo y no tendré forma de agradecer que me sacara de la presencia de mi Vic. Al Ilian encontrarnos estábamos en una posición complicada, no siempre se ve a la chica que el Sargento Mayor odia sentada sobre las rodillas de este con la cabeza en el regazo. Eso simplemente escapa a la razón.

Douglas envió un helicóptero antes de lo que pensábamos, movilizó tropas, hizo llamadas incluso a mi padre y sin perder tiempo lo trasladaron junto conmigo al Hospital Central de San Diego. Él iba dormido con los rústicos cuidados de un enfermero norteamericano que suministró el gobierno. Temía un ataque aéreo hasta una reacción alérgica, al aterrizar supe que lo peor había pasado. Papá estaba aguardándonos en SEAL junto con Doña Emily fue chocante verla en esa situación, se hallaba alterada sostenía la mano de mi padre con fuerza. Quise permanecer calmada para que creyeran que era fuerte, sin embargo, cuando la ambulancia se lo llevó me tuve que encerrar en el baño de la unidad a llorar a mares.

Alan Mackenzie me descubrió al salir, afortunadamente Derek y Antonio me habían liberado previamente de entregar mi papeleo para que pudiera irme. Me cambié rápido, tomé mi equipaje y corrí en busca de un taxi al hospital. Ni siquiera recordé que mi padre con su avanzada edad conduce mejor que muchos jóvenes. Emily localizó a Mía en la clínica, los gritos de la hermana de Ash se escuchaban a través del auricular, me maldecía a mí.

Fue una nueva oportunidad de llanto porque tenía razón. Si yo me hubiera quedado junto con él en la entrada de ese lugar del diablo la bala la tuviera yo dentro de mi piel, estaría muerta y el chico más increíble en el universo no se encontraría en una situación tan complicada. Mi padre me dejó claro que tenía prohibido culparme a mí misma, lo nombró orden militar, pero me fue incontenible.

Cuando Mía entró me dedicó la más gélida de las miradas. Deseaba sollozar en su hombro, no tuve ese derecho puesto que soy lo peor que existe y ella lo sabe, me conoce de memoria como a Jasmine o a su pequeño. Si presiona los puntos correctos creo que pudiera hacerme querer cortarme otra vez. Aproveché ese minuto para comer en la cafetería con mi progenitor.

Fue ahí donde me espetó algo que no aguardaba realmente y que en cierta medida fue una luz, una rama en medio de este torbellino de dificultades, hoy justo a las 14:00 tengo cita con el doctor que me socorrerá con el problema de mi futuro embarazo. Si bien no me llegó la información en el más ideal de los segundos papá explicó que de dejar correr esta oportunidad no me garantiza nada. Estaré en el mismo sitio que él, así que de pasar lo más mínimo me avisarán. Mi teléfono tiene batería suficiente para impedir la incomunicación.

Mackenzie [✓] EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora