capítulo veintiocho.

1.8K 139 10
                                    

8 Meses, Abril.

—Ni se te ocurra Foster.— habló sin dejar  de acomodar su alborotado cabello.

—Voy a hacerlo.— fruncí el ceño.

—No quiero que te vean.— farfulló sonrojado.

—Ni siquiera se ven.— me miré en el espejo. No usaba sujetador por la sensibilidad de mis senos. El doctor advirtió sobre esto, y no pensé que fuese tan molesto como lo decía.

—Yo los veo.— me tomo de la mano.

—No empieces Pimentel. —rode los ojos y llegamos hasta la puerta del auto.

—Suficiente era con dejar que te vieran el trasero, ahora ¿Esto?— murmuró.— No respondo por cualquier imbécil que te diga algo.

—Deja de hablar así, tus celos me alteran, y tu bebé— señale mi vientre— no deja de moverse.

—Sabe que su mamá está loca por salir así a la calle — me miró rápido.

—Varias veces lo dijiste, es sexy ¿No?— me concentre en la ventana.

Apretó una risa, y soltó aire. Bufó y tomo mi mano para con la otra seguir conduciendo.

—No soportaré esto.— dije al entrar.

—Quisiste venir.

—Me pondré a llorar como loca.

Y tenía razón, al ver la tumba de mi hermana me partió el corazón, me solté a llorar. A pesar de que había sido tan mala conmigo, la quería. Ella se encargó de mi cuando mi madre se iba. Mal cuidada, pero al menos se preocupaba.

—23 años.— susurró Joel.

—No entiendo cómo fue que pasó.— limpie mis lágrimas.

—Amor, tu hermana era drogadicta. Si no era esto, pudo haber sido otra cosa.— me abrazó.

—¿Podemos ver a mamá?— dijo con voz triste.

Asintió, dejé el ramo de flores blancas sobre la lápida y fuimos hasta las criptas, donde estaban las cenizas de mi madre.

—Me duele saber que ahora estoy sola.— solloce.

—No estás sola, me tienes a mi.— me abrazó, sus brazos rodearon mi espalda, y mis lágrimas mojaron su playera.

—Queremos un helado.— masculle.

—¿Él?— tocó mi vientre.

—O ella.— lo mire y sonrió.

Fuimos directo a la plaza, mi bebé tenía antojas, y no le diré que no. Ya había subido de peso, entonces, comer más no me haría mal.

Me mortifique durante los primeros meses, Joel tuvo que deshacerse de la báscula, por mi culpa.

—¿Mejor?— me sonrió.

—Mejor.— lo miré.

—No me gusta que llores.— acarició mi mejilla.

—Odio llorar. Si antes era exagerada, mi embarazo me puse más sentimental.

—No debes tensarte, pronto darás a luz.

—¿Ahora sí me hiciste caso?

—Mi libro lo decía.

—No todo en la vida es de leer, hay que experimentar.— soltó una risa.

—¿Me insinuas que debo tocarte?— alzó una ceja. Maldita sea, cuando hacía eso, me gustaba más, esas miradas me enloquecían.

—No me refería a eso.— sonreí avergonzada.

—Mi sabio libro decía que las curvas de una mujer se notan más durante el embarazo, una buena tentación para tener sexo. —toco mi pierna.

—Lo prohíbo el doctor.

—Pero ahora que nadie nos cuida, podríamos hacerlo, ¿No crees?

—Eres un cerdo.— reí.

—Quieres que sea experimental, eso decía el libro.

—¿Y no decía nada sobre... Que juntos arreglamos la recámara del bebé?

—¿Ya quieres hacerlo?

—¿Por qué no?— sonreí — falta poco para que nazca, deberíamos hacerlo.

—Me parece bien.— me dió un beso.

Voten y comenten.

padres primerizos -Joel PimentelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora