Capítulo treinta y dos.

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Joel.

Me moría, me convertí en papá, a mis 18 años. No lo podía creer. Iba a llorar, si, de emoción.

Las enfermeras se llevaron a mi bebé,  a ____ la llevaron a un cuarto.

—¿Y?—dijo mi madre, estaba emocionada.

—Fue niño. — sonreí.

—felicidades.— me abrazó.

Todos los que estaban en la sala de espera me llenaron de abrazos y felicitaciones. Era raro lo que sentía, quiero verlo, ver a mi novia, hablar con ella. Solo esperaba que el médico autorizará mi entrada a la habitación.

—Es tan pequeño.—Dijo Christopher.

—Las maravillas de la vida.— me abrazó por los hombros Zabdiel.

—No me la creo.— suspire.

—Y está hermoso.— chillo Erick.

—Si que le pusieron empeño a ese niño.— me codeo Richard.

Reímos.
El cristal de los cuneros me permitía la vista de mi hijo. Era una cosita, envuelta en esa sábana color azul.

______.

Estaba sola en la habitación, me sentía aburrida y deseaba ver a mi bebé.
Odiaba que esto siempre pasará. En las historias de televisión, cuando las mujeres daban a luz y les quitaban a sus bebés.

—¡Mi amor!— grito Joel al entrar a mi habitación, traía un ramo de flores y algunos globos en tono azul.

—Hola.— reí.

—¿Cómo te sientes?— llegó hasta a mí y beso mi frente.

—Cansada, ¿Ya lo viste?

—Esta precioso.— sonrió.

—¿Estás contento? —lo miré.

—¿Qué hombre no estaría contento? Me diste un hijo.— me besó.

—Ahora si puedes dejarme.— balbucee.

—¿Estás loca?— carcajeó— No pienso dejarte, te amo.

—Quiero verlo.— musite.

—En un momento lo traerán.

Se veía alegre, y debo decir que yo también lo estaba, pero me asustaba el hecho de como debía cuidarlo, no sabía nada de bebés, más lo poco que aprendí en la escuela  y cuando cuidaba a los mi vecinos pero no eran unos recién nacidos, no, eran niños de dos años. Se podría decir que solo hice el trabajo de que no se lastimaran y asearlos.

—Me siento extraña.— dije acomodando mi espalda en la cabecera de la incómoda cama de hospital.

—Es raro, nueve meses se pasaron rápido.— me tomo de la mano.

—Creo que extrañaré mi panza.— reí.

—Ya esperaba ver tu hermosa figura.— se mordió el labio.

—No empieces joel.— me estremecí, sus labios tocaban mi cuello desnudo.

—Tendré que esperar hasta que estemos solos.— murmuró.

—Eres un sucio.— sonrió.

—Así de sucio te encanto, ¿No es así?

—Me encantas.— tome su rostro para poder besarlo lentamente en sus labios.

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Subiré dos capítulos seguidos.

padres primerizos -Joel PimentelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora