padres primerizos -Joel Pimentel

Capítulo treinta.

Mayo.

La última visita al doctor, avisó que las contracciones eran débiles y que mi bebé nacería seguro para el día siguiente.

—No soportaré esto por mucho Joel.— dije apretando su mano.

—Calma, dijo que hasta que se rompa la fuente será hora.

—Esto no me gusta.— apreté los ojos y solté un extraño gemido.

—No podemos ir con él , regresamos hace unos minutos.—dijo preocupado.

Maldito dolores, odiaba esto. Más que el inicio con las náuseas y los mareos, era insoportable.

Me quedé así el resto del día, tenía todo preparado para que el momento llegará.

Caminaba de un lado a otro, tocando el vientre que cada vez más se ponía duro, era normal. Y dolía, como no tenía idea. Eran contracciones leves, cada 10 minutos tenía un espasmo.

—Será para esta noche.— avisé con mi respiración acelerada, mi voz era más pesada por aguantar el dolor.

—Confió en la palabra el doctor.— me sonrió y acarició mi panza, me había ignorado, ese maldito partido de fútbol lo tenía entretenido más que mis horribles quejidos.

[...]

—Trata de dormir, te hará bien.—dijo sacando su camisa, ver su torso marcado me hizo olvidar el embarazo.

—Quizá no pueda dormir.— me dirigí al baño.

—Me preocupa que vayas tan seguido. Tendrás algún problema renal...

—No digas tonterías, Joel.—Sonreí.

—Es una posibilidad.— dijo y me miró detenidamente.

—Joel...— murmuré, sentía como un líquido caliente bajaba por mis piernas.

Apretó una risa y miré hacia abajo.
Un charco ya estaba bajo de mi, mi pantalón color lila estaba húmedo.

—Te hiciste pi...

—No seas idiota, ya va a nacer — proteste.

—¡No puede ser!— se jaló el cabello y me tomo de la mano.

—Joel, no es hora de ir despacio, rápido.— me queje, tenía contracciones más intensas.

—Si, si...— se vistió y me ayudó a cambiar mi ropa de cama por algo limpio.

Estaba nervioso, todo lo hacía de forma torpe y mis gritos no ayudaban en nada. Quizá los vecinos se daban cuenta de que estaba a punto de dar a luz.

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