El día más esperado había llegado, bueno, yo era la única ansiosa. Era sábado, ya estaba casi lista, llevaba puesto un sencillo traje de baño, que tenía desde hace años, casi no tuve necesidad de usarlo por lo que la tela estaba bien, encima me puse una chaqueta que cubría mi piel expuesta. Mamá estaba preparando unos sándwiches para llevar, mis padres también iban con nosotros, para estar al pendiente y porque querían un día de relajación, sin pensar en el trabajo.
Damián estaba cómodamente hablando con mamá, él parecía esa persona que charlaba con la que estaba cocinando, sin hacer nada, el inútil. Sin ofenderlo. Había notado que se llevaban bastante bien, debía ser por la actitud infantil y amable de él, junto a lo buena que podía ser mi madre, eran tal para cual. Por otro lado, Axel estaba luchando en meter la botella de agua en su mochila, ¿qué tanto llevaba? Pude ver que se notaba un bulto en ella. Me acerqué para tratar de ayudarlo.
—Puedo solo, tranquila —dijo forzando la botella, en cuanto logró entrar, cerró la mochila con velocidad.
—¿Qué tienes ahí dentro? —pregunté, mirándolo con una expresión dudosa.
—Eh, vale, no te mentiré. Llevo: protector, cremas para la hidratación, perfumes por si el agua huele a mierda, cambios de ropa, entre otras cosillas que prefiero no mencionar —respondió, con la voz nerviosa.
Todo eso lo había traído él en su maleta cuando llegó al pueblo, al igual que los otros dos chicos que habían traído consigo múltiples productos personales, no estaba segura de qué exactamente, pero prefería no preguntar.
—Eres exagerado —bufé.
—Soy precavido —corrigió, colocándose la mochila en el hombro.
—¡Vámonos! —exclamó mamá con emoción, haciéndonos voltear la mirada.
Todos la seguimos sin reprochar.
Salimos de la casa sin olvidar cerrar la puerta con llave ya que quedaría sola. Caminamos durante varios minutos, logrando salir del pueblo sin mucho rollo, hasta llegar al camino de tierra que iba directo hacia el lago. y caminamos, le eché una ojeada a los chicos para ver sus caras ante tanta maleza. Estábamos rodeados de árboles, la tierra que pisaban nuestros pies con sandalias estaba floja, casi parecía lodo, era inevitable no ensuciarnos las plantas. Pude notar una expresión de desagrado en los tres, sobre todo en Axel.
Él demostraba ser un tanto sifrino en cuanto a la suciedad, no podía ver la más mínima existencia de polvo o telaraña en la habitación porque salía corriendo a buscar la escoba para quitarla.
Mi mirada bajó al suelo mientras caminábamos ¿Tan delicados eran? No debía culparlos, yo estaba acostumbrada a vivir con en puro monte y culebra como decían en el pueblo. Si me cambiaran de la nada a una vida adinerada como la de ellos, tardaría en acostumbrarme porque todo sería nuevo para mí, no podría ni aceptar el hecho de tener mucho dinero, sería extraño. Así que dejaría el tiempo correr, pronto se acostumbrarían y yo estaría ayudándolos a cumplir eso.
—¡¿Qué mierda?! —un estruendoso grito me sacó de mis pensamientos.
Era Axel, estaba revoloteando las manos de un lado a otro, encima de su cabeza, había una libélula rondando muy cerquita de él. Me aguanté la risa para no hacerlo enojar, se veía tan gracioso porque estaba luchando con ese pequeño insecto como si fuese un enorme animal, su expresión era una de horror, como si la libélula planeara comerse su cara y dejarlo sin nada.
—¡Quítenmelo de encima! —exclamó.
De pronto, si se vio muy asustado, sus ojos parecían los de un niño temiéndole al monstruo del armario. Axel no aguantó más y se agachó, abrazando sus piernas y cubriéndose el rostro entre sus rodillas, me extrañó verlo así. ¿Sería una fobia o algo por el estilo? Me acerqué a él en cuanto la libélula se alejó, voló lejos, lo suficiente como para que él estuviera bien.
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Emily y compañía [COMPLETA]
Teen FictionTres chicos mimados se enfrentan a un reto inesperado: vivir en un pueblo pobre durante un tiempo para corregir su comportamiento. Allí tendrán que aprender a valorar lo que realmente importa en la vida: la humildad, la amistad y el amor. Pero no to...