Capítulo 29

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Estaba sentada junto a Camila en el típico sofá viejo y lleno de polvo de mi casa, en donde sucedió todo aquello con Axel, pero pensar en ello solo me traía nervios.

Estar cerca de ella me hacía sentir un poco incómoda por lo que también sucedió con Damián, me sentía la peor amiga del mundo porque me besé a su enamorado sin importar que ella luchaba por él. Damián no volvió a mencionar el tema, seguía actuando normal como siempre, pero aún así, no podía sacarlos de mi cabeza a todos, me tenían contra la espada y la pared, sin saber qué hacer.

Solo me dejaba llevar por mis impulsos, las hormonas me ganaban y deseaba disfrutar. ¿En qué momento me volví una egoísta? ¿Cuándo dejé de ser la chica humilde que se preocupaba más por los demás?

Me había besado con tres chicos. Y lo peor de era que ninguno de ellos hablaba al respecto, hacían como si nada hubiese pasado. Tampoco es que quisiera entrar en el tema, el simple hecho de pensarlo hacía que mis nervios aumentaran, que mis emociones se desbordaran.

Yo sabía que no estaba pensando con la cabeza, de forma razonable, me estaba dejando llevar y eso era malo, me traería muchas consecuencias a la larga si era descubierta.

—Emy, ¿te sucede algo? —preguntó Camila acercándose a mí, preocupada.

La saliva pasaba por mi garganta y el sudor que corría por mi frente provocó que la mirara asustada, más bien, horrorizada porque le estaba mintiendo.

¿Debía contarle? Después de todo era mi amiga ¿Cierto? Sentí una presión en el pecho, como un cuchillo justo en el medio de mi corazón, amenazándome. ¡Por qué tenía que ser tan difícil soltar la verdad! No podía simplemente decir: Oye, Camila, el chico que te gusta ya me besó. ¡No podía! Se destruiría por completo, más de lo que estaba porque sabía que en el fondo le dolía el rechazo, por más que intentara ocultar sus sentimientos y ser fuerte.

Negué lentamente junto con mis manos de apoyo y le regalé una de mis más sinceras, pero fingida sonrisa. ¿Qué tenía de sincero entonces? Era la peor.

—No dormí bien anoche —mentí, solo haciéndome sentir asqueada conmigo.

Lo menos que quería era terminar de destrozar su frágil y amoroso corazón que solo quería hacer el bien. En cambio, yo era una bruja que los deseaba a los tres.

—Entiendo. ¿Quieres salir un rato? Creo que el aire te ayudará, andas sudando mucho —habló levantándose del sofá y ofreciéndome su mano, la tomé con seguridad.

No dejó que respondiera y me guió hasta la salida, caminamos hasta llegar a un tronco que estaba situado debajo de un árbol, en donde claramente se podían sentar hasta cuatro personas debido a su gran tamaño, ella se sentó primero y me hizo un ademán con la mano para que hiciera lo mismo. Cerró los ojos mostrando una cariñosa sonrisa de niña. Hice caso a su petición, observé las casas que estaban a simple vista. No habían muchos ciudadanos caminado por ahí, pocos se encontraban trabajando en la zona, construyendo.

—Puedes contarme lo que sea ¿Sabes? Por más duro que pueda ser, no estás sola, Emily —me animó.

La miré afligida, de verdad, por más que quería contarle lo que me sucedía, no podía, no tenía. Le haría un daño muy grande.

—No te preocupes, estoy bien, es el calor que hace lo que me tiene así —comenté haciendo un abanico con mi mano.

Vi la figura de Damián a lo lejos, estaba saludando con su mano derecha y con una enorme sonrisa que logró un leve rubor en mi amiga, se acercaba a paso lento. Lo observé mejor y su rubio cabello se veía más claro debido al sol. Llegó a nuestro lugar y procedió a sentarse en el medio de ambas, de cierto modo se sentía extraño, pensé detenidamente en si debería dejarlos solos porque la incomodidad que me causaban era tremenda, pero decidí quedarme en cuanto Damián habló.

Emily y compañía [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora