Otro día había iniciado y me tocaba trabajar en el huerto, qué mejor manera para enseñarle a los chicos cómo se obtenía la comida vegetativa, que aprendieran cosas como cosechar los cultivos y regarlos. Sus atuendos cambiaron a unos trapos que no eran de marca como con el traje con el que llegaron y los conjuntos que trajeron en sus maletas. Junto con el típico e infaltable sombrero de paja que nos protegía del sol, no se veían para nada a gusto con lo que llevaban puesto, pero yo estaba orgullosa al verlos así vestidos.
—Detesto esta ropa, parezco granjero —comentó Jacob enfadado, mirándose en el reflejo de un amplio vidrio que estaba en el suelo.
Arqueé una ceja mientras me crucé de brazos, de todos ellos, Jacob era el que menos se esforzaba por adaptarse a la vida pueblerina, siempre se quejaba por cualquier cosa ¡Lo único que aprobaba de él era su cocina! Por lo menos Axel y Damián se comportaban de manera más calmada, aunque sabía que estaban controlándose de una manera increíble, porque claro, se les dificultaba ignorar el hecho de tener esa nueva vida, para nada agradable desde sus puntos de vista.
—Debes acostumbrarte si te quieres marchar de aquí rápido —le informé, dedicándole una mirada asesina.
El objetivo consistía en que, ellos debían aprender a lidiar con la vida de pobres (acabé de ofenderme en cierto modo) estarían conmigo durante meses, o al menos hasta que aprendieran a no despreciar el estilo de vida de la clase baja, literal, sus padres los obligaron a permanecer con nosotros hasta que sus mimadas mentes lograran cambiar. En cuanto aprendieran a convivir con los pobres (ahora ofendí a mi pueblo) se podían marchar a sus hogares, o sea; vida de millonarios, solo que verían el mundo de una manera distinta, o eso era lo que planeaban sus padres al dejármelos a cargo.
Querían que yo les inculcara el valor de la humildad, no sabía cómo carajos iba a lograr eso, sobre todo en Jacob que era el menos que cooperaba, en serio; todo un dolor de cabeza ese tipo.
—Él tiene razón, es horrible usar esto —lo apoyó Damián. Fingiendo asco al verse—. Soy muy joven para desperdiciar mi belleza —agregó con una mano en su frente, de manera dramática.
Okay, yo pensaba que él me apoyaba a mí y no a él, me sentí traicionada por lo que abrí la boca como si me hubiese ofendido de una forma increíble, como si un insulto potente y desgarrador saliera de sus delicadas bocas de niños ricos.
Damián era un completo exagerado. Aunque, tenía razón en lo de ser joven, era el menor de todos, solo tenía quince años, por eso era de mi altura, todavía le faltaba crecer mucho, a parte de ser el más escuálido de los tres, sin ofenderlo, claro. Su comportamiento solía ser infantil, sobre todo sus dramas innecesarios.
Axel era el único que tenía diecisiete igual que yo y Jacob era el mayor teniendo diecinueve, siendo el más terco y que de seguro mimaron más sus padres, a pesar de ser un adulto se comportaba como un estúpido niñato que odiaba a todos.
—Creo que la ropa podría ser peor, imagínense estar en una isla cubriendo nuestras partes con hojas —argumentó Axel haciendo una expresión de horror al imaginarlo.
Fue un tanto irrelevante su comentario, pero tenía un punto, que podía haber sido muchísimo peor para ellos, más bien debían de ser agradecidos con que podían comer tres veces al día: desayuno, almuerzo y cena. No tenían que cazar su comida o beber el agua de los cocos para mantenerse hidratados, al menos el castaño entendió que existía una situación peor.
—¡Me suicido! —masculló Jacob aterrado, abrazándose a sí mismo.
Me extrañó su participación en la conversación, pero eso significaba un avance, por muy ligero que fuera.
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Emily y compañía [COMPLETA]
Novela JuvenilTres chicos mimados se enfrentan a un reto inesperado: vivir en un pueblo pobre durante un tiempo para corregir su comportamiento. Allí tendrán que aprender a valorar lo que realmente importa en la vida: la humildad, la amistad y el amor. Pero no to...