Capítulo 27

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Una sonrisa se formó en mis labios sin mi consentimiento al pensar en las palabras de Jacob, sabía que su opinión hacia mí había cambiado, me sentí poderosa porque de alguna forma lo tenía a mis pies, o bueno, él también me tenía a sus pies, como sea. Aunque no entendía por qué me seguía tratando así con indiferencia, supuse que era el orgullo el que evitaba que se comportara de otra manera, una más bonita conmigo.

Me daba un hormigueo en todo el cuerpo de solo pensar en Jacob como un príncipe azul, queriéndome de una forma tierna, diciéndome palabras hermosas.

No.

Imposible.

Empecé a sentir repelús de solo imaginarme una situación parecida, sería extraño verlo comportarse diferente, más amigable, para nada como sería él normalmente. Sacudí mi cabeza en cuanto llegué a la entrada de la escuela. Busqué por mis alrededores y de nuevo no había ni un alma, como si el pueblo estuviera abandonado, el viento que se generó mientras pensaba eso, hizo que me sintiera un poco aterrada.

Me abracé.

Pero detallé algo importante, la puerta del colegio estaba entre abierta, así que supuse que estaría adentro. No dudé y me encaminé en esa dirección hasta poder abrirla por completo. La única luz que alumbraba el pequeño cuarto era la que provenía del sol atravesando las ventanas.

De nuevo busqué con la mirada a Damián, pero no lo encontré, no me quedó remedio más que hablar a ver si aparecía por arte de magia.

—¡Damián! —exclamé a la espera de ser escuchada.

El escritorio de la profesora se movió como si de un terremoto de tratara, dejando a la vista a mi rubio amigo saliendo detrás, llevaba una caja pequeña en sus manos como la que me entregó Jacob momentos atrás, su sonrisa de siempre no desapareció, tenía una camisa holgada que lo hizo ver tierno, como un niño. Se acercó a mí a paso lento y me regaló un cariñoso abrazo que correspondí de inmediato.

Inhalé su dulce aroma, entendí su oración de "dulce como el caramelo" así era él. Un chico que a pesar de tener todo el dinero del mundo, todo lo que quería en sus manos, fue el que más se esforzó por valorar a los pobres, fue el que mejor nos trató al inicio, el que menos se quejó de las carencias. Por más que le costaba, veía todo con una sonrisa.

Ese era mi Damián.

—Feliz cumpleaños, querida Emily  —se separó y colocó en mis manos la caja, era de color rosado, simple.

Una curva se formó en mis labios, mis ojos se aguaron y no estaba segura de por qué, quería llorar entre sus brazos, decirle cuánto lo quería a él, a ellos...

Pero no iba a ser posible, solo terminaría dañándolo. Era lo que menos deseaba, romper sus corazones, sobre todo el de Damián, el más frágil.

—Gracias, Damián, eres un buen chico —respondí con felicidad, acariciando su cabello.

No podía creer que un juego me hiciera tan feliz como lo hacía mi familia. Los chicos se habían adentrado a mi corazón de una forma muy profunda, que hasta ya los consideraba parte de la familia, me dolerían en el alma cuando se fueran.

—Me has enseñado muchas cosas, no eres la única persona que me cae bien. Aprecio a Camila, a su abuela, a tus padres, no pensé que las personas como ustedes sería tan amable con nosotros a pesar de que los tratamos mal al inicio... —habló con nostalgia—. Agradezco a mis padres por traerme a este lugar, gracias por soportarme —añadió mostrando sus dientes.

—Eres el que más rápido se adaptó a un entorno diferente, de verdad, fueron muy valientes —lo animé.

Él me miró con una expresión de agradecimiento, sus cejas estaban hundidas y podía jurar que también se cristalizaron sus pequeños ojos.

Emily y compañía [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora