Desaparición

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POV Omnisciente

La vida del hombre que ahora admiraba al chico amarrado en la silla había ido en picada. Antes él era adorado por todos, encantador, todos querían estar a su alrededor porque él radiaba felicidad. Había tenido una infancia tormentosa, siempre viviendo a la sombre de los más fuertes y para su desgracia su familia lo dejaba de lado. Todo empeoró cuando comenzó a fingir que su vida era todo un cuento de hadas y que era la persona más feliz que podía exigir en la tierra, todo mundo se lo terminó creyendo que hasta el mismo lo hizo. Por un tiempo.

—Pueden quitarle la venda—su voz gruesa le infringió miedo al chico. Los chicos se miraron antes de acatar la orden y después desaparecer con velocidad.

—¿Quién eres tú?—el chico se removió en la silla, sus muñecas dolían por lo apretadas que estaban las sogas. La silla se tambaleó cuando él intento moverse ya que sus pies estaban amarrados a cada lado de las dos patas delanteras de la silla.

El hombre río mientras comenzaba una caminata lenta alrededor del chico, mirándolo con atención y diversión.

—No estás en posición para hacer preguntas—El chico abrió la boca para protestar—Epa, tranquilo. Quiero que guardes silencio y escuches.

Puso una mano en su oído. El chico frunció el ceño no entendido lo que el hombre hacía.

—¿La escuchas?—Él negó, temía que si hablaba él le haría algo.—Es la naturaleza.

—Mira a tu alrededor—el hizo lo que se le indicó y ahogó un grito de temor cuando miró al chico colgado de un árbol.

—La vista es hermosa ¿no es así?—Las lágrimas del chico solo hacían enfurecer más al hombre.

—No entiendo el porqué estoy aquí pero prometo que no hice nada malo.

—No estás aquí porque hayas hecho algo malo, esto es solo una advertencia para alguien, también un castigo.

—¿Alguien?—preguntó con voz temblorosa.

—Si—el hombre miró hacia el cuerpo colgando en el árbol—¿Estas listo?

—Tu... tu asesinaste a ese chico.—confirmó, cerró los ojos con fuerza como si quisiera despertar de la pesadilla que estaba por vivir en carne propia.

—No te preocupes niño, te prometo que su muerte fue menos dolorosa de lo que va a ser la tuya.

—Yo... yo no quiero morir.

—¡Deja de llorar cobarde!—Su grito solo ocasionó que más lágrimas y quejidos salieran de la boca del chico.

Camino hacia la mesa que uno de sus compañeros había insistido en poner, según él, para hacer más fácil la tortura y para planificar su deber. Dándole un rápido vistazo al chico tomó la bara de metal que había traído con el.

—Empezaremos con lo más sencillo y utilizado por todos—El miro detenidamente el metal en sus manos para después girar sobre sus talones y encarar al pobre chico que le suplicaba con la mirada que se detuviera, que tuviera piedad y lo dejara libre.

Tomo con fuerza el metal antes de golpear al chico en el rostro. El grito por el dolor creciendo y deslisandose por su cuerpo. El hombre sonrió mientras volvía a golpearlo, comenzó a tararear melodías mientras los gritos del chico le hacían compañía. Cuando se detuvo al ver al chico chorrear sangre y quejarse sonrió hacia él aunque él no lo estuviera mirando, miró su mano unos segundos antes de sacar sus garras. El chico no tenía crédito a lo que veía, con una mirada fría rasgó su camisa dejándole una marca de garras gigantesca en el pecho y destrozando por completo la prenda.

Eres mía y yo tuya (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora