Capítulo Nueve

352 42 7
                                    

En cuestión de unos cuantos segundos estos corriendo hacia la puerta que lleva a las escaleras del edificio. Son diez pisos, pero al menos son de bajada y eso me permite, literalmente, saltar casi de tres en tres. Puedo escuchar como Axel grita mi nombre, lo siento pisándome los talones, pero cuando estoy a punto de llegar al primer piso lo veo esperándome en la entrada. En algún momento tuvo que tomar el elevador y me ganó ventaja.

Estoy atrapada.

—Liv, tranquilízate por favor.

— ¡Estoy muy tranquila! —es bastante obvio que no lo estoy, en lo absoluto.

—Por favor solo... ¿podemos hablar? —él parece medir mis movimientos, por lo que es totalmente absurdo que intente correr nuevamente. Tal parece que debo enfrentar esta situación de una vez por todas.

Él me extiende mi teléfono el cual ni siquiera recordaba había dejado en medio del pasillo. Al tomarlo, nuestras manos se rozan generando esa corriente eléctrica que solo he sentido con él en toda mi vida.

—¿A dónde ibas? —pregunta mirándome con cierta duda.

—¿Qué haces aquí? —quiero saber yo, porque honestamente encuentro esto demasiado extraño —¿Cómo sabías que estaba aquí? —pregunto sin comprender la razón de que esté en Pittsburgh.

—No lo sabía, mi hermano vive aquí —y es así como soy yo la que queda como estúpida frente a él. Genial, Liv, lo estás haciendo de maravilla. ¡Tonta! — ¿A dónde ibas? —vuelve a preguntar esta vez en un tono amigable, el cual me recuerda nuestro primer encuentro en Londres y hace que mis mejillas se vuelvan pequeños tomates.

—A la librería —digo caminando en dirección a la puerta del estacionamiento.

—Te acompaño —dice detrás de mi, haciendo que me detenga en seco y él choque con mi espalda — ¿Qué ocurre?

— ¿Qué te ocurre a ti? Axel, no... no nos conocemos —digo de forma seria, bajando la voz para que las pocas personas que están en la recepción no nos escuchen.

—Yo creo que nos conocemos bastante bien —dice con una sonrisa ladeada que hace que me quiera morir de la vergüenza. Juro que mis mejillas no pueden estar más rojas.

—No me refiero... —trago en seco —no me refiero a eso. Fue algo de una noche, y fuera de eso, no sé absolutamente nada de ti y tu no sabes nada de mi.

—Si mal no recuerdo, hablamos bastante antes de que... la diversión de saliera de control —dice con una sonrisa tonta que juro no estoy segura si golpear a besar —, además me dejaste solo. Desapareciste, Liv.

— ¿Qué querías que hiciera? ¡Por amor a Dios, ¿te das cuenta de lo que hicimos?! —siento que voy a desmayarme.

Continúo mi camino hasta donde está mi auto estacionado, pero él toma mi mano colocando mi brazo tras mi espalda, haciendo que ésta choque con la puerta de mi auto. Está tan cerca de mi que juro mi cabeza estallará. Tengo tanto tiempo de fantasear este momento, que tengo miedo de despertar en cualquier segundo.

—Desapareciste de mi lado, Liv. ¿Tienes idea de lo mucho que llevo buscándote? Literalmente he atravesado el atlántico, y justo cuando me doy por vencido, aquí estás. Si eso no es el destino hablándote, entonces no sé lo que es.

—Sabías donde encontrarme, te lo dije.

—No, en ningún momento tocamos temas residenciales. Solo sabía que podías estar en el este, honestamente no tenía idea de donde buscarte. Incluso le dije a mi mánager que contactara a Cade Schlesinger. Necesitaba saber dónde estabas, y mi única pista era él.

Liv, Schlesinger IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora