Capítulo Cuarenta y Nueve

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La casa de Asher parece otro lugar diferente al que fue anoche. Todo está tan limpio y en su lugar que no parece que hubiese ocurrido una gran fiesta en este mismo salón.

— ¿Quieres comer en el jardín? —pregunta Asher tomándome de la mano saliendo de su habitación. Debo decir que usar una camiseta de Asher y un pantalón deportivo no es precisamente lo más glamuroso del mundo, pero él se vistió igual únicamente para no hacerme sentir completamente desastrosa.

—Claro, ¿tus padres no se preocuparán por vernos desayunar a la una de la tarde? —pregunto, pero segundos después me arrepiento de inmediato.

—El día que se preocupen por algo que no sean sus ganancias, caerán cerdos del cielo.

—Ash, no seas así con ellos. Tal vez no han sido los padres ejemplares que hubiesen soñado, pero siguen siendo tus padres. Hacen lo mejor que pueden.

— ¿Sabes que es lo que más me molesta de toda esta situación? —pregunta con cierto tono de burla en su voz —Que ni siquiera les importo realmente. Es decir, me han mantenido con vida todos estos años, pero ni siquiera han hecho el trabajo ellos mismos, ¿me entiendes? De niño no fueron a una sola de mis actividades escolares, siempre enviaban a alguien en su nombre. No acudieron a un solo juego de béisbol, solo iban a las reuniones escolares que estrictamente requerían de su presencia por obligación, y lo hacían para ver a otros padres y crear nuevos contactos de negocios. Cuando me fui a Nueva Zelanda, se enteraron tres semanas después y me pidieron que fuera a ver varias propiedades que al parecer habían adquirido recientemente. ¡Ni siquiera me preguntaron que hacía ahí!

— ¿De verdad? —pregunto algo alarmada. Sabía que los padres de Asher solían ignorar muchas cosas de su vida debido a que siempre están de viaje y sumamente ocupados, pero no tenía idea de que era tanto.

Antes de poder siquiera responderme algo, somos interrumpidos por una dulce voz que honestamente tenía bastante tiempo de no escuchar.

— ¿Liv? ¿Eres tú mi cielo? —me volteo y efectivamente la que creo es una de las mujeres más asombrosas que conozco camina hacia nosotros a paso lento —Pero mírate nada mas, que grande estás.

—Hola, Nina —saludo acercándome a ella dándole un abrazo y un beso en su mejilla.

Antonina Ferguson, la nana de Asher desde que nació, y la única capaz de controlarlo desde siempre. Esta mujer ha sido como una madre para Asher, incluso creo que la considera más su verdadera madre que a la señora Arden.

—Tenía tanto tiempo de no verte, cariño, y mírate nada mas, eres toda una mujer.

—Ahora vive en Pensilvania, Nina —le explica Asher y ella parece no creerlo.

— ¿De verdad? ¡Pensé que irías a Washington DC, siempre hablabas de eso!

—Cambio de planes, voy a Carnegie Mellon ahora —ella se sorprende bastante y luego sonríe.

—Entonces... —mira a Asher —Niño travieso, por eso te vas a esa universidad —dice con una sonrisa en su rostro riendo levemente.

—Me atrapaste —le dice Asher riendo con ella. Nina nos dice que pedirá que nos lleven algo de comer al jardín y tomamos asiento observando las plantas frente a nosotros, y diez minutos después nos traen el desayuno y comemos tranquilamente.

—Entonces, ¿Axel no te ha dado información del juicio?

—Lo único que sabemos es que el juez puede citarlo en cualquier momento. Se supone que debían de darle una fecha este mes, pero su abogado no ha conseguido noticias. Estará todo el próximo mes en una gira por Europa y terminará en Nueva York con una producción de un mes en Broadway.

Liv, Schlesinger IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora