Capítulo 3

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-Buena chica. Ahora, ¿por qué no te preparas una copa antes de abrir el sobre? Volveré a llamarte dentro de un rato.

El tono del teléfono sustituyó a la voz. Juliana se quedó mirando el aparato, horrorizada.

¿Cómo sabía ella que si había abierto la puerta y recogido el sobre? ¿Es que estaba en aquella misma habitación y la observaba a través de la cámara de un móvil? «¡Dios bendito!, a lo mejor debería llamar a la policía.»

Juliana atravesó la habitación tambaleándose hasta dar con una silla en la que se dejó caer. Si llamaba a la policía, ¿qué les diría? No, debía pensarlo primero. Tenía que sacar el maldito telescopio del balcón. Necesitaba... un trago. Se levantó y fue hasta el pequeño carrito metálico y de cristal que hacía las veces de mueble bar . Tomo la primera botella que encontró: Baileys irlandés.

Con la bebida en una mano y el sobre en la otra, fue hasta la cocina a por un vaso. Vertió en él, temblorosa, la crema de whisky y fijó la mirada en el sobre, que había depositado en la encimera de mármol; era de aspecto normal, tamaño oficio, y traía una sola solapilla. No había nada escrito en él, ni siquiera su nombre.

Después de haberle dado un buen sorbo al Baileys, abrió el sobre, del que cayeron, de repente, unas fotografías sujetas con una goma elástica. Juliana las recogió del suelo, quitó la goma y fue pasando las fotos una a una al tiempo que aumentaba su irritación: eran imágenes de su balcón, que alguien había tomado con un teleobjetivo y ajustando la exposición a una luz de baja intensidad. Quien estuviera tras la cámara se había situado en alguna parte al otro lado de la calle y por encima del sexto piso, porque las había disparado desde arriba.

En todas las instantáneas aparecían claramente Juliana y el telescopio. A ella se la veía mirando entre las cortinas, sacando el instrumento al balcón o ajustando las lentes, y resultaba bastante obvio que no apuntaba a la noche estrellada porque el tubo estaba en posición casi paralela al suelo. Horrorizada, se vio en imágenes en las que se tocaba el pecho mientras espiaba e incluso (¡madre mía!) con las manos por dentro de los pantalones mientras se masturbaba. En su contrato había una cláusula de moralidad, de modo que, aun que no la detuvieran, aquellas fotos bastarían para que la despidieran e, incluso, le quitaran la licencia de trabajadora social.

Juliana se levantó del taburete y corrió hacia el cuarto de baño. Llegó justo a tiempo para vomitar todo lo que tenía en el estómago. Aturdida por las náuseas, se arrodilló sobre la taza del inodoro... Y después dicen que los copazos calman los nervios.

El teléfono volvió a sonar mientras Juliana se lavaba la cara. Esta vez no se lo pensó dos veces. Caminó directa al aparato y lo descolgó:

-¿Qué es lo que quiere? -preguntó con un gruñido.

-Juls, Juls... -respondió la voz en tono reprobatorio-, parece que estás enfadada. Ahora ya sabes cómo van a sentirse tus víctimas cuando se enteren de lo que has estado haciendo, de cómo has invadido su intimidad...

-Le he preguntado qué es lo que quiere - la interrumpió Juliana.

-Justicia, ya te lo he dicho -la voz se volvió seria-. Hay algo para ti en la portería. Ve a buscarlo. Volveré a llamarte dentro de veinte minutos.

-No pienso ir a ningún... -antes de que hubiera acabado la frase, la desconocida ya había colgado.

Juliana permaneció inmóvil durante casi cinco minutos. Luego salió al balcón y recogió el telescopio, que acabó guardando en el armario de su dormitorio. Después se lavó los dientes para eliminar el mal sabor de boca que aún notaba y se miró al espejo. Su rostro, inusualmente pálido, aparecía ahora absolutamente blanco. El sudor le resbalaba por la frente y le temblaban las manos.

Bad Girl (Juliantina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora