Capítulo 14

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Juliana alcanzó con el brazo la caja alargada que había dejado en la mesita de café y empezó a rebuscar en su interior. De repente lanzó una mirada de reojo hacia la cámara y preguntó:

—¿Te apetece algo en particular?

—Las pinzas para pezones —la voz de Valentina estaba tensa y el evidente esfuerzo que había hecho por parecer natural divirtió a Juliana.

—¿Te refieres a éstas? —quiso saber al levantar el instrumento que consistía en dos pequeñas pinzas cubiertas de goma unidas por una cadena plateada.

—Sí.

Por alguna razón, parecía que Valentina era incapaz de producir frases completas. Juliana hizo esfuerzos por no reírse.

—Muy bien, éste es tu juguete. Ahora tenemos que buscar algo para mí. —Juliana no podía creerse la facilidad con que había pasado a asumir el papel dominante en aquel juego sexual.

Continuó hurgando en la caja hasta que dio con lo que parecía un huevo plateado unido por un cable a un mecanismo de control—. Esto valdrá: un huevo vibrador -. Juliana levantó el instrumento para que pudiera verlo Valentina, que lanzó un fuerte resoplido.

Ella lo agarró todo y volvió a sentarse en la silla mullida.

—Veamos —comenzó a hablar tratando de parecer confusa—, ¿cómo funcionan estas pinzas?

—Me estás volviendo loca por la impaciencia —le confesó Valentina.

Juliana se volvió hacia la derecha y empleó el brazo para tapar la cámara y evitar así que Valentina le viera los pechos. Cogió las pinzas gemelas y apretó una de ellas. Como llevaban un muelle incorporado, las gomas se separaron y Juliana se pinzó el pezón izquierdo. Al cerrarse de golpe, se le enganchó con fuerza al pecho.

—¡Uf! —Juliana se inclinó hacia delante en un movimiento reflejo para tratar de calmar el intenso dolor que le producía. Movió las manos cerca de la pinza y estuvo a punto de quitársela, luego se lo pensó dos veces, consciente de que Valentina estaba mirando.

Al cabo de un momento, se incorporó, tomó aire y esperó a que desapareciera el dolor. En un par de segundos la molestia ya había disminuido notablemente de modo que se centró entonces en la segunda pinza. Esta vez, la cerró tan despacio que sólo notó un ligero pellizco.

—Déjame verte, Juliana —la voz de Valentina sonaba apremiante.

Juliana se dio la vuelta para dejar que le observara los pechos. El dolor en el izquierdo había desaparecido y se había transformado en un cálido cosquilleo. Ahora ambos senos estaban extraordinariamente sensibles, como si algún amante hubiera pasado horas mordisqueándolos.

—Bueno, ¿qué opinas? —preguntó Juliana.

—Estás increíble.

La voz de Valentina sonaba ahogada, lo que hizo que ella se convenciera de que aquel dolor merecía la pena: juntó los muslos para frotarlos entre sí y disfrutar, con ello, de una nueva oleada de excitación.

El vibrador seguía detrás de ella, justo donde lo había dejado al coger las pinzas. Lo tomó y examinó el mecanismo de control, que parecía bastante sencillo: un interruptor y cinco velocidades. Juliana dirigió la mirada a la cámara.

—Esto es para estimularme el clítoris, ¿verdad?

Ante la falta de respuesta, Juliana volvió a intentarlo:

—¿Verdad?

—Lo siento, cariño. Estaba concentrado en mirarte y se me ha olvidado que no podías verme, así que me he limitado a asentir.

—Bueno, entonces vamos allá.

Juliana se recostó en los cojines, extendió las piernas y las colocó, separadas, por encima de los brazos de la silla. El movimiento tensó la cadena plateada que unía las pinzas de los pezones, lo que le provocó un remolino de dolor y placer que la recorrió de arriba abajo al tiempo que la dejaba sin respiración. Una vez hubo recuperado el aliento, encendió el vibrador y programó la velocidad lenta, luego se lo apretó contra los pliegues del sexo. Lo subía y lo bajaba... Aquella estimulación palpitante combinada con la presión de las pinzas era más de lo que era capaz de soportar.

—¡Dios mío! —murmuró.

Con los dedos de la mano izquierda, Juliana se separó los labios vaginales para presionar el huevo directamente contra el clítoris.

—¡Oh...! —gimió.

—Quita las manos de en medio, quiero verlo —pidió Valentina.

Juliana la ignoró por completo.

—Da tanto gusto...

Juliana cambió el peso corporal de cadera con la intención de vigilar el mecanismo de control. Con el índice, giró la ruleta hasta situarla en la velocidad media.

Bad Girl (Juliantina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora