Capítulo 6

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Nunca había experimentado una sensación tan intensa. Se había pasado la adolescencia soportando los torpes y tentativos titubeos de los chicos de su edad y había tenido que esperar hasta los 20 años, para llegar al clímax por primera vez. Y aunque había tenido varias relaciones desde entonces, nunca había disfrutado del sexo pasional del que hablaban sus amigas. Nada la había preparado para este momento. Sencillamente, lo de que una voz incorpórea y un trozo de goma le proporcionaran el orgasmo más fuerte de su vida, era totalmente nuevo para ella.

La voz de Justiciera interrumpió sus pensamientos.

-¿Estás bien, Juliana?

Ella seguía tratando de recuperar el aliento.

-Aja -respondió en un suspiro.

Todavía se sentía sacudida por las réplicas de aquella explosión.

-Cielo, ha sido genial. Y esto sólo acaba de empezar para nosotras.

«Para nosotras.» Las dos palabras quedaron flotando en el silencio que se hizo entre ellas. La difusa luminiscencia fue desvaneciéndose para Juliana mientras la realidad iba aposentándose lentamente. ¿Para «nosotras»? Ni siquiera sabía cómo se llamaba aquella mujer, ni tampoco podría reconocerla por la calle. Y, además, estaba chantajeándola.

Los fluidos empezaron a resbalarle del sexo cuando se incorporó y se levantó del sofá. Fue hasta el cuarto de baño tambaleándose y con la mano derecha aún sujetando el vibrador, que seguía encajado.

-Háblame, Juliana -pidió Justiciera con una voz que perdía la candidez y se afilaba.

Se metió en la bañera y se extrajo el aparato de goma de entre las piernas. Al retirarlo, una sensación de pérdida la invadió. La superficie exterior del instrumento estaba cubierta de flujos
genitales, así que, una vez estuvo completamente fuera, lo dejó caer al agua.

La hendidura le goteaba aún, de modo que se hizo con una toalla para secarse.

-Juliana, ¿dónde estás?


Ella dirigió la mirada al cuarto de estar, hacia el lugar del que provenía la voz de Justiciera.

Luego salió de la bañera y se cubrió con el albornoz que había colgado del gancho de detrás de la puerta. Con el cinturón de la prenda ya abrochado a la cintura, se sintió mejor, menos
avergonzada.

-¡Juliana! -insistió Justiciera.

-Estoy aquí -respondió ella de camino al cuarto de estar.

-¿Qué pasa, cielo? Te ha gustado. Sé que te ha gustado.

-Sí, maldita sea. Ése es el problema.

-¿Cuál es el problema, nena?

El hecho de que siempre empleara apelativos cariñosos la irritaba.

-No soy tu nena, Justiciera . Soy tu víctima. ¿Qué es lo que quieres?

Dejó que transcurriera un momento de silencio antes de explicar:

-Acabamos de compartir algo estupendo y ahora estás molesta por eso, ¿no?

Juliana notó la calidez del rubor que la cubrió del cuello a los pómulos.

-Yo no he dicho eso.

-Entonces, ¿qué estás diciendo, Juls? -inquirió ella en un tono frío.

Había usado el nombre odiado y aquello la dejó destrozada. Todos los gestos y miradas de reprobación que había recibido a lo largo de su vida habían ido acompañados de aquel
«Juls».

Bad Girl (Juliantina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora