La encontró desnuda y atada a una especie de camilla médica. Gómez y otro de los policías estaban a su lado. Valentina saltó hacia ella. Juliana tenía la expresión congelada, como si sufriera algún tipo de shock. Valentina se situó a la derecha de la camilla y se inclinó para que ella pudiera verla.
—Juliana, soy yo, cielo. Ya estoy aquí. Ya acabó todo.
Ella levantó la cabeza para mirarla y Valentina supo que la había reconocido.
—Valentina, ¿eres tú?
—Sí, cariño. Ya estoy aquí. Ahora mismo te soltamos. —Miró a Gómez—. ¡Maldita sea! ¿Dónde coño está la llave?
—Aquí está. -Gómez le entregó un llavero y Valentina buscó a tientas la llave para abrir la esposa de su lado.
Mientras tanto el otro agente le frotaba la muñeca izquierda a Juliana para que recuperara la circulación.
Ella gimió como un animal herido. Valentina sintió que se le rompía el corazón.
—Ya está, cielo. Ya ha terminado todo. Ese cabron no volverá a tocarte nunca.
Abrió la esposa y la ayudó a incorporarse. Fue entonces cuando vio los latigazos. Había al menos una docena marcados en la espalda desde la nuca hasta la cintura.
—¡Hijo de puta! ¡Voy a matar a ese cabron con mis propias manos!
Juliana se levantó y se tambaleó hacia delante. Valentina la sujetó con cuidado de no tocarle las señales de aquel rojo intenso que pronto se volvería morado y oscuro.
Uno de los agentes entró en la habitación con una manta ligera.
—Tenga, tápela con esto. La encontré en la habitación de al lado.
Valentina cubrió con la manta a Juliana, que empezó a temblar.
—Traiga la ambulancia hasta aquí —le pidió a Gómez.
—Ahora mismo. Iré también al minibar. Le vendrá bien un trago.
—Lena —susurró Juliana—, ¿está bien?
Fue entonces cuando Valentina se fijó en la sumisa, que estaba encadenada a la pared. Había dos policías liberándola de las ataduras. La chica sollozaba.
—Sí, está bien. Está llorando.
Juliana miró a la cara a Valentina
—Eres tú de verdad. Sabría que vendrías a buscarme.
Y entonces rompió a llorar angustiosamente. Las lágrimas se convirtieron en sollozos y éstos en tremendos gemidos. Valentina la abrazó con ternura sin rozarle las zonas doloridas de la espalda y los costados. Le besó la sien y la frente mientras la tranquilizaba con palabras suaves.
—Ya está. Ya verás cómo te pones bien. Nos iremos de aquí dentro de nada.
Valentina la condujo fuera de la habitación hacia la salida. Para cuando llegaron al salón, ya se habían llevado a Abruzzi y a sus esbirros. Valentina llevó a Juliana hasta la otomana de cuero y trató de que Juliana se recostara en ella.
—No, ahí no pienso sentarme: es donde las coloca a ellas.
De repente Valentina recordó el ático de Abruzzi y la otomana en la que ordenaba ponerse a sus sumisas.
—Venga, cielo, aquí no nos sentamos, vamos al comedor.
En menos de un minuto aparecieron los médicos de urgencias con una camilla. Cuando Valentina se puso de pie y se retiró para que examinaran a Juliana, ella se le agarró al brazo y le rogó:
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Bad Girl (Juliantina AU)
Romantizm---- Contenido adulto (Ahí esta su advertencia) ---- La tímida asistente social Juliana Valdés sólo tenía un vicio: al oscurecer, espiaba a sus vecinos durante sus momentos más desinhibidos. Noche tras noche, detrás de cada ventana, en cada dormito...