Capítulo 31

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Juliana se bajó la falda y aceptó la invitación. Se entretuvo un segundo para coger el bolso y luego, tras cerrar la puerta con llave, echaron a andar hacia el ascensor. Los señores Guzman estaban esperándolo también. Sus caniches, Sasha y Gigi, se movían inquietos. Alberto Guzman les dedicó una sonrisa a Valentina y a Juliana.

—Mira, Lois, es Juliana con su nueva novia.

La joven se sintió emocionada al oír que se referían a Valentina como «su novia». Ella le apretó la mano. Juliana sonrió y dio paso a las presentaciones:

—Señores Guzman, ésta es Valentina... —de repente se le trabó la lengua al darse cuenta de que no recordaba su apellido.

La mirada de Lois Guzman se volvió inquisitoria.

—Valentina Carvajal —continuó ella al rescate antes de extender la mano para saludar—. Siento mucho haberlos despertado anoche.

Alberto Guzman correspondió a su saludo.

—No pasa nada. Lois y yo también fuimos jóvenes hace tiempo —Alberto le dio un codazo a su mujer—, ¿verdad, cielo?

Ella continuaba escrutando a Valentina como si fuera una jueza que observa a un acusado de asesinato. Juliana apretó el botón de bajada, impaciente por que llegara el ascensor.

—¿A qué se dedica usted, señorita Carvajal? —preguntó Lois.

—Soy policía, señora Guzman —dijo con una sonrisa triunfal.

—¿Ah, sí? —el tono de la anciana se dulcificó considerablemente.

Por fin se abrieron las puertas y Juliana dejó escapar un sonoro suspiro de alivio. Las dos parejas y los perros se subieron al ascensor, que volvió a cerrarse silenciosamente.

Juliana se esforzó en buscar algún tema de conversación inocuo que pudiera evitar el interrogatorio de Lois. Sin embargo, antes de que pudiera abrir siquiera la boca dio un salto, sobresaltada. Valentina había puesto en marcha el vibrador azul.

Las vibraciones que notaba en el clítoris le nublaron el resto de pensamientos, y sólo era vagamente consciente de la conversación de ascensor que Valentina mantenía con sus vecinos porque las maravillosas sensaciones que estaba experimentando captaban toda su atención. Apretó las nalgas para atrapar con más fuerza el vibrador. En apenas unos segundos ya tenía el sexo palpitante y húmedo.

Cuando el ascensor llegó a la planta baja, los señores Guzman salieron tirando de sus caniches. Valentina, por su parte, tomó a Juliana por el codo para sacarla de allí.

—Ha sido un placer conocerte, Valentina —se despidió la anciana.

—Lo mismo digo, Lois. Espero volver a verlos.

Juliana balbuceó algún tipo de despedida mientras Valentina la guiaba por el portal hacia la salida.

Hacía un día estupendo: cálido y soleado. El tranvía traqueteó al pasar a su lado.

—¿Qué tal? —le susurró Valentina al oído.

—Eres un cabrona. Ya te la devolveré —amenazó—. Apágalo antes de que me vuelva loca aquí en la acera.

El vibrador se detuvo de inmediato. Juliana no sabía si alegrarse o lamentar que aquel aparatito hubiera dejado de funcionar.

—¿Mejor así? —se interesó Valentina.

—Sí, pero no gracias a ti.

—Venga, cuéntame cómo ha sido.

—Una auténtica pasada.

Bad Girl (Juliantina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora