Capítulo 24

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Valentina dejó la toalla en la encimera y se acercó a Juliana, que reaccionó mirándose los pies, avergonzada. Ella le colocó un dedo bajo la barbilla y le levantó la cara.

—Tu madre no tiene ni idea de lo que dice. Tienes un cuerpo precioso, con unas curvas de lujuria maravillosas. Podría pasarme semanas explorando tu preciosa piel y me encanta cómo reaccionas cuando te toco.

—Lo dices para ser amable.

Valentina sonrió.

—No soy una persona amable precisamente, cariño; digo lo que pienso —y posó las manos sobre el cinturón del albornoz—. Llevo tiempo soñando con tus pechos y quiero verlos al natural.

A Juliana se le encogió el estómago al tiempo que se acaloraba. ¡Seguía sintiéndose atraída por ella!

Temblorosa por los nervios y la excitación, la observó mientras le desanudaba el cinturón.

Al abrir el albornoz por completo, su sonrisa se hizo más amplia.

—¡Dios! ¡Son preciosos!

Le retiró el albornoz de los hombros y le colocó ambas manos bajo los pechos. Juliana se relajó y disfrutó del tacto de aquella presión sobre su cuerpo. Valentina le frotó los pezones con los pulgares.

—¡Qué gusto! —exclamó ella.

—Quiero chupártelos —en un movimiento repentino, le puso las manos en la cintura y la levantó.

—¡Valentina! —gritó ella asustada.

Ella giró sobre sus talones y sentó a Juliana sobre la encimera.

—Tranquila, cielo. Sólo quería ponerte en un sitio en el que pudiera llegar a tus maravillosos pechos.

Entonces bajó la cabeza y le lamió un pezón. A Juliana se le tensaron los músculos y se sintió atravesada por un chispazo que viajó desde el pecho hasta el pubis. Habría podido jurar que era capaz de escuchar la energía que la abrasaba por dentro.

Valentina envolvió la areola de Juliana con los labios y, con mucho cuidado, se introdujo el pecho en la boca. La calidez de su aliento hizo que Juliana experimentara un escalofrío y que se le endurecieran los pezones. Luego le acarició la cadera con suavidad. Sus manos templadas la tranquilizaron, y mientras continuaba chupando, Juliana le tomó la cabeza y se la colocó sobre su pecho de modo que pudo apoyar su barbilla en aquella cabellera castaña.

Aquella boca era un exquisito instrumento de tortura que hacía que Juliana deseara más y empezara a mecerse con los nervios a flor de piel. Era plenamente consciente de todo, del olor a jabón y a sándalo que desprendía Valentina, de la mano que mantenía posada sobre su rodilla, la aspereza de los vaqueros que le rozaban los muslos abiertos y la frialdad de las baldosas sobre las que permanecía sentada.

Acababa de inclinarse hacia delante en un acto de rendición cuando, de pronto, Valentina le mordió el pecho. Aquella ligera presión en el pezón, ya estimulado, hizo que Juliana se sobresaltara y se separara de su amante.

—Lo siento, cielo, ¿te he hecho daño? —preguntó Valentina mirándola a los ojos.

—No —respondió en un grito ahogado—, es un dolor agradable... Es que me ha pillado desprevenida, eso es todo.

Valentina la besó en los labios y luego se agachó para continuar en la curva turgente del seno.

—Anoche te pregunté si alguna vez te habías corrido sólo con que alguien te chupara los pechos, ¿te acuerdas?

Juliana se ruborizó.

—Sí.

—¿Me dejas intentarlo?

Bad Girl (Juliantina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora