Si iba a decírselo, éste era el momento. Se fijó en su mirada cansada y en las líneas de fatiga que se le perfilaban alrededor de la boca. Acababa de terminar un turno de doce horas.
—Nada —contestó—, sólo es que te he echado de menos.
La mirada de preocupación de Valentina desapareció para dejar paso a una estupenda sonrisa.
—Yo también te he echado de menos, preciosa —correspondió antes de darle un beso en la boca.
Juliana se regodeó en el beso con un suspiro. Valentina era tan cálida, tan familiar y hacía que se sintiera tan segura... ella cerró los ojos y Juliana decidió apartar los horribles recuerdos de la tarde y relegarlos al fondo de su conciencia. Por esta noche, se olvidaría de lo de Abruzzi.
Valentina la tomó por las caderas sujetándolas con la sus manos.
—¿Qué hay de cena? —quiso saber.
—¿Que qué hay de cena? —repitió Juliana mirándola, después de haberse dado unos segundos para reaccionar.
—Juliana, el niño de Ben se ha puesto enfermo y su mujer no podía salir del trabajo para ir a buscarlo al colegio, de modo que le he cubierto el puesto y me he quedado sola mientras él llevaba al niño al médico. Lo único que he comido en todo el día ha sido una bolsa de cacahuetes. Llevo diez horas sin comer algo consistente. Me muero de hambre y no tengo fuerzas para nada más.
—¿En serio? —retó Juliana al tiempo que bajaba la mano para toquetearle el cuerpo.
—Va en serio, Juliana. Si me das algo de comer te prometo que luego me ocupare de ti.
—De acuerdo —se conformó entre risas—. ¿Qué tal suena un cóctel de gambas, un buen filete, una ensalada y pan de ajo?
—Suena perfecto. Si tienes una plancha, yo me encargo de preparar la carne.
—Estupendo, ya la tengo adobada —luego dudó un instante. Tenía una parrilla de gas en el armario del balcón, pero no quería que Abruzzi pudiera verlas desde su ático—. Hay una barbacoa de carbón en la terraza del edificio. Uno de los vecinos la compró para que la usáramos todos. También hay una mesa y unas sillas.
—Fenomenal, ¿tienes carbón?
—Sí, está en la despensa, al lado del líquido para encender el fuego —indicó de camino a la cocina.
Valentina la cogió de la cintura e hizo que Juliana se volviera para mirarla.
—¿Me haces un favor?
—Depende de qué se trate —respondió ella antes de esbozar una pequeña sonrisa.
—No lleves puesta ropa interior.
—¡Eres una pervertida! —Juliana protestó con un gesto exagerado—. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí, pero soy tu pervertida —respondió después de darle un beso en la frente. Luego añadió—: Voy encendiendo el fuego.
Juliana continuaba mirándola fijamente cuando, de repente, se dio cuenta de que seguía sonriendo. Meneó la cabeza y salió de la cocina. En el dormitorio, se desnudó para quitarse el body que Valentina le había regalado. Se miró al espejo y se sorprendió de lo diferente que se veía desde hacía unos días. El cuerpo que observaba era el mismo que, redondeado y carnoso, había visto en el reflejo hacía cuatro días, sí, y, sin embargo, segura ahora de su atractivo, Juliana sentía que aquellos kilos de más no le importaban tanto. «Bueno, sí me molestan, pero no como antes. Puedo estar rellenita y ser sexy al mismo tiempo.» Se guiñó un ojo.
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Bad Girl (Juliantina AU)
Roman d'amour---- Contenido adulto (Ahí esta su advertencia) ---- La tímida asistente social Juliana Valdés sólo tenía un vicio: al oscurecer, espiaba a sus vecinos durante sus momentos más desinhibidos. Noche tras noche, detrás de cada ventana, en cada dormito...