Capítulo 19

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—Esta bien, listo, ¿de qué va todo esto?

—Juliana, ese tipo es peligroso. Se llama Víctor Abruzzi y es el objetivo de todos los agentes de esta parte del país. Debes procurar no tener nada que ver con él —le explicó con seriedad.

Ella se quedó mirándolo fijamente un momento antes de preguntarle:

—¿Y eso cómo lo sabes?

—Porque sí. Tienes que creerme, por favor.

A Juliana se le tensaron los hombros y volvió a detenerse, con lo que forzó a Valentina a hacer lo mismo.

—No haces más que pedirme que confíe en ti, pero eres tú quien no se fía de mí lo suficiente como para contarme lo que ocurre. Y no quiero que esto siga así.

—Ya lo sé, cielo. Aguanta un poco más y te lo contaré todo. Te lo prometo.

O le estaba contando la verdad o era la mejor mentirosa que había visto nunca. Juliana reemprendió la marcha hacia su casa.

Caminaron en silencio. Ella notaba que Valentina estaba tensa. Miraba a todas partes como si temiera encontrarse a alguien.

La agradable brisa de septiembre se colaba entre las ramas y las hojas de los robles. Aunque eran más de las once, la avenida Colé permanecía en plena actividad. Había varias personas paseando a sus perros, y un par de parejas que iban en sentido opuesto al suyo comentaban la película que acababan de ver en el cine.

Juliana pensó en lo que Valentina había dicho. ¿Cómo era posible que supiera que el dominador era un mañoso? Los ciudadanos normales y corrientes no solían tener la capacidad de reconocer a esa clase de tipos a primera vista. Sólo los policías podrían hacerlo, o bien los propios mañosos.

Si Valentina era poli, tendría que enseñarle la placa, y si no lo hacía, las posibilidades de que se tratara de una delincuente —o de una abogada que se dedicara a defender a delincuentes— aumentarían. En cualquier caso, la idea de poder estar recorriendo las calles de Dallas con alguien que se relacionaba con gentuza de ese calibre no resultaba demasiado tranquilizadora.

Cuando se encontraban ya a la altura del edificio de Abruzzi, Valentina la empujó hacia un garaje.

—¿Qué...?

—Juliana, escúchame. Hay alguien siguiéndonos —Ella hizo el ademán de volverse, pero ella se lo impidió tirando de ella hacia sí—. ¡No! No mires hacia atrás. Sigue caminando.

—¿De qué hablas? ¿Por qué iban a...?

—Porque has llamado la atención de Abruzzi —la interrumpió de nuevo—. Quiere saber quiénes somos. Vamos a meternos en el garaje.

Caminaron hacia la entrada de los coches de residentes y bordearon la barra baja que bloqueaba el resto del tráfico. El suelo se convirtió en una cuesta arriba. Aunque la iluminación era buena para tratarse de un aparcamiento, las sombras acechaban entre los coches y en los rincones oscuros.

—Val—la llamó.

—¡Chsss...! —Valentina estaba recorriendo el lugar con la mirada mientras tiraba de Juliana cuesta arriba. Aparentemente satisfecha al comprobar que el lugar estaba vacío, se inclinó hacia ella y la miró a los ojos.

—Juliana —su voz sonaba apremiante—, quiero que subas la cuesta hasta llegar arriba.

Aunque no se ven desde aquí, al llegar encontrarás un par de ascensores. Si llegas antes de que yo te alcance, sube hasta el portal y espérame allí —después de dudarlo un momento, le dio un beso en la mejilla—. Si en cinco minutos no estoy allí, dile al conserje que llame a la policía, ¿de acuerdo?

—Pero, Val...

—No hay tiempo para discusiones. Sólo hazlo, ¿Esta bien?

Juliana asintió con un único movimiento de cabeza. Valentina le apretó el hombro antes de dejarla para esconderse en la sombra que había entre dos coches.

Juliana se contuvo y en lugar de darse la vuelta para comprobar si efectivamente había alguien que los seguía, dio un paso adelante algo insegura. «Acabemos con esto de una vez.» «No puedo creer que le haya hecho esto.» Valentina permanecía en cuclillas entre un Cadillac y un Jaguar, desde donde oía alejarse las pisadas de Juliana. Se sacó el arma que llevaba en la cintura y comprobó que el seguro estaba en su sitio. «¿Estás segura de que estás haciendo lo correcto?»

Bad Girl (Juliantina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora