Juliana marcó el número de la oficina central de Heat y esperó mientras la secretaria localizaba a su amiga.
—Hola, guapa —saludó Alba—, ¿qué tal todo?
—Estoy metida en un lío y necesito un sitio donde esconderme. ¿Puedo quedarme en una de las habitaciones del tercer piso durante un par de días?
—Pues claro que puedes, cielo; pero ¿qué es lo que te pasa?
Juliana resopló aliviada.
—Voy para allá y te lo cuento. ¿Dónde aparco?
—Llama al interfono del garaje cuando llegues. Te dejarán entrar. Sube al segundo piso y ven a verme al despacho.
—Gracias, cariño. Llego en diez minutos.
—Esta bien. Hasta ahora entonces —dijo Alba antes de colgar.
Más tranquila ahora que tenía un sitio donde ir, Juliana decidió llamar al móvil de Valentina, que debió de reconocer su número en la pantalla y contestó enseguida.
—Hola, cielo, ¿qué tal el día?
—Pues no muy bien. Me ha pasado algo.
—¿Estás bien? ¿Qué es lo que te ha ocurrido? —a Valentina le cambió la voz.
—Estoy bien, pero no quiero contártelo por teléfono. ¿Hasta qué hora trabajas hoy?
—Hasta las ocho, pero Ben y yo vamos a tener un descanso para comer dentro de nada, ¿quieres que nos veamos?
—Sí. ¿Puedes acercarte al despacho de Alba en Oak Cliff? —Juliana le explicó cómo llegar.
Valentina le prometió que estaría allí hacia las tres y media, y no quiso colgar hasta que ella le aseguró por segunda vez que estaba bien.
Juliana se metió el móvil en el bolsillo de la chaqueta. Por lo menos ahora ya tenía un plan, aunque no le hacía gracia lo de contarle a Valentina que había estado ocultándole información. Algo le decía que la conversación no iba a ser precisamente agradable.
Valentina y su compañero llegaron a la oficina central de Heat media hora después que Juliana, quien, en este rato, había tenido tiempo de contarle a Alba lo que había pasado. Su amiga no le había hecho muchas preguntas; había preferido escuchar. Juliana le había descrito cómo había conocido a Valentina y lo asustada que estaba ante la idea de que Abruzzi fuera a estropear su relación.
Cuando los dos policías llegaron al despacho de Alba, acompañados por el recepcionista, Juliana estaba acurrucada, con las piernas plegadas, en la esquina del sofá.
Valentina se acercó a ella y le dio un beso en la frente.
—¿Qué es lo que te ocurre, cariño? —preguntó, pero al ver que Juliana mantenía la mirada fija en el hombre que se había quedado junto a la puerta, Valentina pidió al otro policía que se acercara—. Juliana, éste es Ben Forrester. Somos compañeros desde hace casi dos años. Ben, ésta es Juliana.
Ben medía unos quince centímetros más que Valentina y pesaba al menos treinta kilos más. Iba vestido como Valentina: vaqueros gastados y camiseta. El corte de cabello militar y las gafas de pasta le daban un aire de entrenador de instituto. Aunque la expresión del rostro era dura, Juliana pensó que su mirada era amable.
—Hola, Ben. Gracias por venir con Valentina —saludó al tenderle la mano.
—No hay de qué.
El policía correspondió al saludo y luego volvió a dar un paso atrás, mientras barría el despacho con la mirada. Juliana se preguntó qué pensaría aquel tipo sobre las antiguas portadas de números anteriores de la revista con que estaban decoradas las paredes. Algunas eran bastante atrevidas. De pronto se dio cuenta de que su amiga permanecía detrás de su mesa.
ESTÁS LEYENDO
Bad Girl (Juliantina AU)
Romance---- Contenido adulto (Ahí esta su advertencia) ---- La tímida asistente social Juliana Valdés sólo tenía un vicio: al oscurecer, espiaba a sus vecinos durante sus momentos más desinhibidos. Noche tras noche, detrás de cada ventana, en cada dormito...