Después de cambiar correos y contraseñas... capítulo nuevo.
——————————————-Como Valentina había logrado contagiarle su preocupación, en lugar de tomar el ascensor de atrás,la llevó por detrás de las cámaras de seguridad del portal, sin que ella dijera una sola palabra al respecto. Sin embargo, se aseguró de que, al saludar al conserje, Valentina se diera cuenta de que aquél se había fijado en su cara.
A salvo en el ascensor que las llevaba hasta el piso de Juliana, Valentina se sintió por fin relajada.
Juliana percibió que liberaba la tensión.
—Gracias por seguirme la corriente ahí fuera —le agradeció Valentina.
Juliana asintió.
—Ahora cuéntame, ¿qué es lo que ha pasado en el garaje?
Valentina se metió las manos en los bolsillos y explicó:
—Me lo he quitado de encima. Ahora debe de estar despertándose con un tremendo dolor de cabeza.
—¿Lo has... agredido? —quiso saber ella, casi incapaz de pronunciar las palabras.
—Lo he disuadido. Llevaba... —empezó mientras se sacaba de la chaqueta la pequeña pistola negra para enseñársela.
Juliana miró atónita cómo Valentina extraía las balas del arma y se las ofrecía. Se quedó mirando las letales bolitas metálicas que sostenía ahora en la palma de la mano. «Esta bien, si cree que con vaciarla va a dejarme más tranquila, lo lleva claro. Tú no vas a ver mi piso ni de broma, y mucho menos mis bragas si las llevara puestas.» Le devolvió las balas y presionó el botón de EMERGENCIA.
El ascensor se paró en seco y la alarma empezó a sonar. Juliana se mantuvo imperturbable ante aquel tremendo pitido.
—Muy bien, Valentina, o me enseñas algún tipo de identificación o bajamos directamente al portal. Ahora mismo.
Valentina se sacó del bolsillo una cartera de piel que abrió para mostrar su placa. El teléfono del ascensor empezó a sonar. Juliana hizo como que no lo escuchaba y se inclinó para leer en alto los datos que aparecían escritos:
—Agente Valentina Carvajal. ¿Eres poli?
—Así es —confirmó ella—. ¿Contenta ya? —preguntó mientras señalaba el teléfono. En cuanto Juliana asintió, Valentina descolgó el auricular—: Oiga, lo siento mucho, le hemos dado al botón que no era sin querer. —Volvió a apretar el botón de seguridad y la alarma se detuvo. El ascensor se agitó y luego reinició el ascenso—. Sí, ya sé que es algo tarde. Lo siento.
Colgó.
—Parece que hemos despertado al vigilante.
Juliana se encogió de hombros.
—Sobrevivirá.
—¿Ya te sientes mejor? —preguntó, apoyada en la pared del ascensor.
Juliana asintió.
—Sólo quería comprobar que no eras una delincuente.
Valentina arqueó una ceja antes de contestar:
—¿Satisfecha?
—Sólo por ahora.
Valentina se irguió y tomó a Juliana por la cintura aunque, en lugar de atraerla hacia ella, se quedó esperando, como si pidiera permiso.
Si bien invitarla a su piso no era lo más inteligente que podía hacer, llevaba dos años durmiendo sin compañía y en aquellos momentos el sentido común no guiaba tanto sus actuaciones como acostumbraba. Juliana echaba de menos el sexo. Añoraba la intimidad, la emoción, la comodidad al estar desnuda delante de alguien. Se acordaba de que Alba la animaba a que fuera más lanzada, más espontánea. A pesar de la forma tan poco ortodoxa en que se habían conocido, Valentina había sido amable y a ella le apetecía sentir aquellos labios y aquellas manos sobre su cuerpo.
Valentina seguía esperando a que Juliana diera el primer paso. Juliana se puso de puntillas y la besó por primera vez.
En cuanto sus labios se posaron sobre los de ella, todo pareció desvanecerse..., todo salvo su sabor, su tacto y su olor.
Valentina se había mantenido en silencio durante el trayecto que separaba el portal de Abruzzi y el edificio de Juliana, atenta aún a cualquier signo de la presencia del mafioso o del equipo de vigilancia. «¡Mierda! El teniente va a cortarme la cabeza por haber tenido contacto con una persona vigilada con la operación aún abierta. ¿Qué voy a decirle?»
ESTÁS LEYENDO
Bad Girl (Juliantina AU)
Romance---- Contenido adulto (Ahí esta su advertencia) ---- La tímida asistente social Juliana Valdés sólo tenía un vicio: al oscurecer, espiaba a sus vecinos durante sus momentos más desinhibidos. Noche tras noche, detrás de cada ventana, en cada dormito...