Capítulo 37

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Ligera advertencia: se tocan temas sensibles en el capitulo... nada grave pero ajá.

El camino hasta casa fue muy tranquilo. Valentina, que estaba al volante, parecía estar absorta en sus pensamientos. Juliana se debatía entre la curiosidad por saber qué estaría pensando y el miedo de que estuviera enfadada con ella. En cuanto cruzaron el río Trinity y dejaron atrás Qak Cliff, preguntó:

—¿Adonde vamos?

Claramente sorprendida al oír su voz, Valentina volvió a la realidad y miró a su alrededor.

—Pues no lo sé. Supongo que iba con el piloto automático puesto —explicó, y miró la hora—. Es bastante tarde, ¿dónde quieres que cenemos?

—¿Y si vamos al Café Brazil, en Cedar Springs?

—Esta bien, buena idea. Podríamos pedir un poco de ese chorizo brasileño —y giró en dirección norte por la 135.

—¿Estás enfadada conmigo?

Valentina emitió un sonido a medio camino entre un suspiro y un gruñido. Juliana esperó a que ella pusiera fin a ese incómodo silencio.

—No, no estoy enfadada contigo. Estoy enfadada conmigo —apartó la mirada de la carretera y la miró un instante—. Anoche sabía que pasaba algo, pero no insistí en que me lo contaras; tendría que haberlo hecho. —Volvió a mirar la carretera.

—No es culpa tuya. Fui yo quien decidió no decírtelo —la tranquilizó tocándole el brazo con la mano.

—Y te equivocaste. Deberías habérmelo contado —Valentina se detuvo en un semáforo y la miró fijamente—. Mira, no es que tenga un repertorio maravilloso de relaciones. No sé si dentro de un año estaremos juntas —Valentina se fijó en un indigente que caminaba empujando un carrito por la vía de servicio—, pero una de las cosas que primero me gustaron de ti fue tu sinceridad. Si dejas de ser sincera conmigo, lo nuestro no saldrá bien —afirmó mirándola a los ojos.

Juliana retiró la mano que aún apoyaba sobre el brazo de Valentina y le correspondió con la mirada.

—Tienes razón. Me equivoqué. Tomé sola una decisión que nos incumbía a las dos sin darte la oportunidad de opinar. No volveré a hacerlo.

El coche de detrás tocó el claxon. El semáforo ya estaba en verde. Valentina se concentró de nuevo en la carretera y pisó el acelerador. El Buick salió disparado.

Ninguna de las dos habló durante el resto del trayecto hasta el restaurante, aunque el silencio que había era ya diferente al de antes. Se trataba de un silencio cómodo, de esos que hacen compañía. Por primera vez en las últimas horas, a Juliana se le relajaron los hombros.

A pesar de que ya faltaba poco para las diez, el restaurante estaba abarrotado. El servicio de wi-fi gratuito atraía a la clientela a este lugar las veinticuatro horas del día. Si bien había unas cuantas mesas con parejas, la mayoría estaban ocupadas por una sola persona que se afanaba en teclear en su portátil entre sorbo y sorbo de un fortísimo café brasileño.

Juliana y Valentina encontraron sitio y una encantadora camarera tomó nota de su pedido. Valentina pidió tacos de chorizo brasileño con huevos revueltos y tortillas mexicanas de harina cubiertas de queso feta derretido. Juliana prefirió unas crepés de espinacas con salsa de queso picante. Justo cuando acababan de servirles la comida, a Valentina le sonó el teléfono. Se lo sacó del bolsillo de la chaqueta y contestó:

—Carvajal.

Después de escuchar unos segundos, movió los labios para articular la palabra «Ben» a Juliana, a quien no le hizo falta escuchar las dos partes de la conversación para deducir que Valentina estaba disgustada. Después de hacer un montón de preguntas, se despidió con un gruñido. Juliana esperó a que apagara el móvil y volviera a guardárselo en el bolsillo.

Bad Girl (Juliantina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora