Capítulo 38

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Advertencia: Temas sensibles son tratados en el capitulo.

En cuanto se detuvo el ascensor, Valentina apremió al conserje para que fuera hasta la puerta de Abruzzi.

—Adelante. Ábrala.

Guy se sacó el llavero del bolsillo, escogió una llave y se quedó parado, claramente indeciso.

—A lo mejor debería llamar a mi jefe.

Valentina le arrebató la llave de las manos y la introdujo en la cerradura.

—¡Oiga! —protestó el conserje—. Usted no puede...

Valentina se sacó la pistola de la funda y Guy salió corriendo hacia el ascensor. Después de respirar profundamente y con la automática preparada, abrió la puerta de par en par. La casa estaba vacía. Registró con rapidez el apartamento. Allí no había nadie.

—¡Mierda! —maldijo mientras echaba un vistazo al dormitorio principal.

Había llegado el momento de informar al teniente y a la capitana Torres de la desaparición de Juliana. Se sacó el móvil de la chaqueta y empezó a hacer las llamadas oportunas.

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La limusina negra circulaba ahora por la 145. Juliana logró mirar el reloj. Llevaban más de una hora de viaje.

Abruzzi había mencionado una cabaña de pescar, pero ¿dónde estaría? La carretera 145 conectaba Dallas con Houston, que, junto con la vecina Galveston, se situaba justo en la parte superior del golfo de México. ¿Se referiría Abruzzi a alguna cabaña de por allí?

Miró a su captor, que llevaba kilómetros sin hablar, aunque sin dejar de mirarla un momento.

—¿Adonde vamos? ¿Me lleva a Houston?

—¿Se lo digo, Lena —Abruzzi sonreía—, o dejamos que sea una sorpresa?

La muñequita, que sabía perfectamente que se lo había preguntado como si se tratara de una niña o una mascota, no respondió.

—Juliana, necesitamos un lugar tranquilo en el que desarrollar nuestra relación, un sitio en el que no nos moleste nadie.

Aquellas palabras le revolvieron el estómago. Menos mal que no había desayunado. De repente la limusina salió de la autopista. Juliana miró por la ventana para ver hacia dónde se dirigían. En los carteles se leía «carretera 84, este». Entonces supo que iban al bosque Piney. Se volvió para mirar de nuevo a Abruzzi, que se carcajeaba ahora al ver la expresión de su rostro.

—Eso es. Tú y yo rodeados de varios cientos de miles de hectáreas de pinar.

«Dios Santo. Puede hacer conmigo lo que quiera y nadie se enterará jamás. Tengo que huir como sea.»

—¿Podemos hacer una parada? —pidió—. Necesito ir al baño.

La sonrisa de Abruzzi se convirtió en una mueca maliciosa.

—No, tienes que aprender a ser disciplinada. Aguantarte cuando quieres mear es una forma de practicar. Llegaremos en cuarenta minutos. Siéntate y relájate.

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Valentina esperó en la calle situada enfrente de la casa de Juliana a que Ben la recogiera. Ya había comprobado que el Buick estaba en el garaje, donde lo habían aparcado la noche anterior.

Fuera lo que fuera lo que había ocurrido, Juliana no estaba al volante en ese momento.

Se dio la vuelta al escuchar un ruido a su espalda. Los señores Guzman salieron a la calle.

Bad Girl (Juliantina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora