Capítulo 23

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Valentina se disponía a mostrar su placa para que el hombre las dejara en paz cuando Juliana intervino.

—¡Ah! Señor Guzmán. Siento haberlos molestado.

—Juliana —una amplia sonrisa quedó dibujada en el rostro del hombre mientras la examinaba a ella y a su acompañante—, ¿has sido tú la que ha hecho saltar la alarma del ascensor?

«Bien, se trata de su vecino. Sé amable, Carvajal.»

—Lo lamento mucho, señor.

—No se preocupen. Mi esposa creía que se trataba de algún ladrón —el viejo se dirigió a alguien que se encontraba dentro de la casa—. No pasa nada cariño. Son Juliana y su amiga que llegan ahora a su casa —se volvió hacia ellas de nuevo y les guiñó un ojo—. Mejor si siguen dentro, chicas.

—Claro, señor Guzman. Muchas gracias —respondió Juliana.

Valentina se quedó escuchando hasta que oyó al vecino echar el cerrojo y pasar la cadena de la puerta antes de mirar a Juliana de nuevo. De alguna manera esperaba que ella actuara de modo más recatado después de aquello. Sin embargo, Juliana comenzó a reírse como una adolescente. Valentina le tendió la mano.

—Dame esa maldita llave.

Juliana hurgó en su bolso y extrajo un llavero que le entregó. Se acercaron hasta la puerta de la casa mientras Juliana aún trataba de aguantar la risa. «Desde luego, esta trabajadora social está llena de sorpresas.»

Valentina abrió la puerta y, antes de entrar, le cedió el paso a Juliana, que le quitó las llaves y encendió la luz. Sin haber dado siquiera un par de pasos, Valentina la atrajo de nuevo hacia sí.

—Quiero apoyarte sobre una silla para follarte desde atrás ahora mismo —le confesó al oído.

Luego le acarició el vientre y fue bajando la mano hasta hacerse con el dobladillo del vestido, que empezó a levantar. Juliana tiró las llaves y el bolso, y descansó su cuerpo en el de Valentina, que la empujó ligeramente hacia delante y cerró de una patada la puerta, aún abierta. Le tocó el sexo con los dedos y se los introdujo entre los pliegues.

—Oooh... —gimió Juliana.

Valentina le acarició los labios inferiores en busca del clítoris. Como enseguida notó que a ella le fallaban las rodillas, la cogió con el brazo izquierdo y la llevó hacia el interior del departamento. Con la mano derecha, continuó masturbándola con el dedo índice dibujando pequeños círculos.

Juliana estaba caliente y empapada, y Valentina no se quedaba atrás.

Valentina aumentó la intensidad al frotar a Juliana, cuyo sexo estaba ya hinchado y húmedo.

«Dios, me encantaría saborearla. Me encantaría sentir cómo se corre en mi boca.»

Juliana comenzó a mover las caderas rozándolas contra Valentina, a quien le temblaron las piernas hasta casi perder el equilibrio y acabar gimiendo. Aquel sonido de satisfacción pareció animarla, y apoyó la mano en la que Valentina tenía sobre su sexo y presionó para que la estimulación fuera más fuerte. Ella la empujó contra el respaldo del sofá, loca por penetrarla.

Le retiró la mano del clítoris, lo que provocó la inmediata protesta de Juliana, que volvió la cabeza para mirar a su compañera.

—¡Valentina!

Ella le colocó una mano en la nuca y la presionó aún más contra el respaldo del sofá. Aunque aquel gesto puso nerviosa a Juliana, que trató de incorporarse, enseguida pareció comprender qué era lo que Valentina pretendía, y se relajó. Unos segundos más tarde, ya no estaba la mano frotándose contra su sexo húmedo. Juliana se retorcía y dificultaba con ello la entrada de Valentina en su cuerpo, hasta que Valentina la mantuvo enderezada con un brazo y la penetró con dos dedos. «¡Dios, qué gusto da, cómo me aprieta!»

Bad Girl (Juliantina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora