Capítulo 22

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Aunque nadie la había visto noquear a la rata de Abruzzi, de eso estaba segura, también estaba convencida de que el equipo de vigilancia lo había reconocido al salir del bar. Con suerte, aquello sería lo único sobre lo que tendría que dar explicaciones y era evidente que se había tratado de un encuentro accidental.

Se había sentido aliviada al llegar al edificio de Juliana sin que se hubiera producido ningún otro incidente. Para cuando llegaron al ascensor, ya había logrado relajarse un poco. Ella se había mantenido a su lado con la mirada angustiada y una expresión de amargura en su rostro. «Pobre. No tiene ni idea de lo que está ocurriendo. Estoy actuando como la maldita Kara Zor-El al tratar de ocultar mi identidad de Supergirl.»

Sin embargo, cuando Juliana había hecho sonar la alarma y el ascensor se había detenido, se había quedado paralizada. Nunca se habría esperado nada así de agresivo por parte de su dulce trabajadora social.

Valentina se había notado tensa al ponerle las manos en la cintura. Le tocaba lanzarse a ella.

Afortunadamente, Juliana se había acercado y había juntado sus labios contra los de ella, quien, sin necesidad de mayor estímulo, la había atraído hacia sí. El beso de Juliana era indeciso, vulnerable, lo que hizo que Valentina se preguntara quién le habría hecho sufrir tanto. Deseosa de liberarla de aquel dolor, en lugar de centrarse en el beso inmediatamente, había empezado a besarle la cara, prodigándose por las mejillas, la comisura de los labios y, por último, la boca. Por su parte, Juliana, que se había mantenido rígida durante unos segundos, enseguida se había fundido en aquel abrazo.

Valentina retiró las manos de la cintura de Juliana y las arrastro hasta envolverle los pechos. Se moría de ganas de quitarle de una vez aquel maldito vestido. La sola imagen de su cuerpo desnudo en la pantalla bastaba para que se empapara. Apretó sus labios contra los de ella, que se abrieron de inmediato. Valentina aceptó aquella invitación y le introdujo la lengua para jugar con la de ella, la giró, la retorció y la retiró hasta que Juliana empezó a participar. Con timidez al principio y con mayor confianza al cabo de un rato, ella empleó sus labios y su lengua para acariciarla y provocarla.

De repente, Valentina escuchó vagamente el timbre del ascensor, ya en el sexto piso. Sin querer separarse de Juliana, la guió con sus propios labios y fue ella quien acabó separándose para informarle:

—Tengo que coger las llaves.

—Ya lo sé —le respondió antes de empotrarla contra la pared, en una postura que le permitía presionar su cuerpo contra el de ella. De nuevo, su cuerpo se apretó contra el de Juliana.

Quería recoger en sus manos aquellas nalgas y redondeadas que había visto en la pantalla, modo que empezó a levantarle la falda y se quedó encantada al comprobar que ella no ponía resistencia alguna.

—¡Dios mio! ¿De verdad no llevas nada?

—Ya te lo he dicho —le susurró Juliana al oído.

—Sí...

Valentina manoseó y apretujó las nalgas de Juliana, que se arqueó apretándose más contra ella.

Impaciente por estar con ella, Valentina comenzó a mover a Juliana hacia la puerta de su casa.

Como ninguna de las dos quería separarse para caminar los apenas seis metros que las separaban de la entrada, fueron dando tumbos y golpeando la pared empapelada como si conformaran una criatura cegada y con cuatro piernas.

Juliana agarró con fuerza el cabello de Valentina, que, a su vez, empezó a lamerle la boca. Como a mitad de camino, Valentina escuchó el sonido de alguien que salía de casa y se retiró para comprobar de dónde provenía el ruido al tiempo que protegía a Juliana con su cuerpo de modo instintivo.

Una puerta se entreabrió y, por la rendija, un anciano esquelético en un batín ya muy gastado asomó la cabeza.

—¿Quién anda ahí?

Bad Girl (Juliantina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora