Capítulo 25

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Sus comentarios me dan vida 😂😂
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—Mmm —murmuró Juliana tras beber un trago de vodka con zumo.

Caminaron juntas hasta el cuarto de estar. El aire frío que notó por el cuerpo le produjo un escalofrío. Valentina había abierto la ventana del balcón, aunque había dejado las cortinas corridas.

Movida por un impulso, Juliana retiró una de las telas y, descalza y envuelta en la toalla, salió al exterior. Entre la sólida pared y las sombras oscuras que se producían en ella, su cuerpo quedaba casi totalmente oculto a la vista. Valentina la siguió y juntas, con las copas en la mano, apoyaron los antebrazos en el murete de ladrillos para mirar hacia abajo.

A pesar de que era ya algo más de media noche, seis pisos más abajo, en la avenida McKinney, aún había movimiento. La brisa suave transportaba el sonido de las risas y de la música hasta la casa de Juliana y, aunque el tranvía de la línea M dejaba de funcionar a las diez, todavía se veían hileras de coches en dirección al Hard Rock Café, que permanecía abierto hasta las dos de la madrugada.

La luz de la calle contrastaba con la oscuridad del balcón, que quedaba envuelto en una penumbra aterciopelada, mientras el suave sonido de las hojas del ficus ofrecía un agradable contraste con el bullicio de abajo. El frío de la noche hizo que a Juliana se le pusiera la piel de gallina. Al recorrerle un escalofrío, Valentina le pasó un brazo por los hombros y la atrajo hacia ella.

Ambas se acurrucaron juntas.

La mirada de Juliana se quedó clavada en el ático en el que vivía el dominador, situado en el edificio de enfrente. Aunque se veía luz en el cuarto de estar, no se percibía ningún movimiento.

—¿Qué es lo que pensaste la primera vez que viste a Abruzzi azotar a una mujer? —la serenidad de la voz de Valentina dejó a Juliana perpleja y enseguida quedo invadida por el recuerdo de aquella noche.

La primera vez se había quedado aterrorizada. Las marcas rojas que el dominador había dejado en la espalda de la mujer sometida la habían horrorizado hasta tal punto que había salido de su propio piso y había corrido escaleras abajo hasta una cabina desde la que había llamado a la policía. Se había hecho pasar por una vecina que telefoneaba para alertar de unos chillidos que se oían desde su apartamento y había colgado sin dar su nombre.

Para cuando había llegado la policía, Juliana ya estaba de vuelta en su balcón. Desde allí había visto a Abruzzi abrir la puerta e invitar a pasar a dos policías mientras la sometida, una rubia alta y delgada, se apresuraba a recoger la ropa esparcida por el suelo. Los agentes habían insistido en interrogar a la chica que, aunque parecía algo avergonzada, admitió, claro, haber participado en aquel juego sexual por voluntad propia. Los policías habían señalado las paredes, les habían advertido que no molestaran a los vecinos y habían abandonado el lugar.

Desde entonces, el dominador había probado varios sistemas para que las mujeres no gritaran mientras las azotaba. A Juliana siempre le había asustado el instrumento con que finalmente había dado: una especie de capucha de tela y una bola de goma de color rojo.

El dominador guardaba el artilugio en un cajón. Antes de empezar a azotar a su compañera de juegos, le metía la clara de goma en la boca y le colocaba la capucha de modo que la cabeza quedaba cubierta hasta el cuello, donde acababa haciendo un nudo. De verlo tantas veces, Juliana había deducido que aquello volvía muda y ciega a la sometida, pero no sorda, de modo que aún podía escuchar las órdenes que Abruzzi le daba. Así, éste podía emplear su vara sin miedo a molestar a los vecinos.

Después de que Juliana acabara de relatarle la historia a Valentina, ella  la abrazó con más fuerza.

—¿Te excita verlo con sus mujeres?

Bad Girl (Juliantina AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora