Capítulo 8

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- ¿Qué? - Dijo Jimin. - ¿Observando a tu competencia eh? ¿Te presto un arma ya para que te los vayas cargando?- Bromeó su amigo.

-          Yo no necesito ningún arma que no sea yo precioso. - Le guiñó un ojo descaradamente al rubio.

Entre ellos dos solo había amistad, una amistad profunda y leal, pero cualquiera que escuchase la cantidad de comentarios fuera de tono entre ambos, podría pensar que se daban en la esquina de cualquier bocacalle. Aunque esa clase de bromas eran constantes en su relación, nunca habían llegado ni llegarían a más.

-          Claro, claro, como va a necesitar el gran Kim Taehyung de nada ni de nadie para conseguir lo que quiere. - Interpretó sarcásticamente Jimin.

-          Sabes que nadie en esta sala es rival para mí. - Le contestó sonriendo con picardía.

La noche avanzaba y el cuarteto ya había comenzado a beber, pues el resto del grupo ya había llegado. Cada sorbo que Jungkook daba era un peso que se quitaba de encima, como si cada gota que llenaba su estómago aligerase la tensión que sentía cada día por forzar a sacar al Jungkook tímido que sí que existía pero en una muy pequeña proporción con aquel audaz pelinegro.

Y como no, sus amigos también estaban empezando a pasarse de copas, y las carcajadas empezaban a ser constantes entre aquel grupo de amigos. Estuvieron jugando al prueba y verdad con todos hasta que Jin y Jungkook se levantaron para ir a la pista de baile, pues aunque no se aburrían, se morían por echarse unas risas los dos juntos.

Y es que la conexión que se creó entre ellos desde el primer momento se palpaba a distancia, el más pequeño y el más mayor habían congeniado desde que se conocieron y estaban continuamente gastándose bromas y picándose entre ellos, como si fueran hermanos de toda la vida.

La música sonaba bien alto y el efecto del alcohol hacía que esa sensación se multiplicase. Jin ni de lejos bailaba como Jungkook pero no se movía mal, tenía ritmo y se coordinaba bien, pero su actitud era lo mejor. El pequeño lo observaba y lo admiraba, viendo como la naturalidad emanaba de cada poro de su piel y la alegría a su alrededor se multiplicaba. Estuvo bailando con él y haciendo el tonto durante unas tres canciones, con la copa en la mano y la euforia por las nubes; pero cuando llegó la siguiente canción, Jungkook se paró en seco.

Era una de las canciones que cada día practicaba en la sala de baile; y si normalmente no podía resistirse a bailarla, ya borracho era un pecado al que no podía negarse.  En un momento la pista de baile era suya, todo el mundo lo observaba pero él ni se daba cuenta, pues tenía todos sus sentidos concentrados en hacer lo que más le gustaba en el mundo. Bailar.

Todos estaban flipando, pues el Jungkook que conocían aunque fuera muy por encima, en nada se parecía a aquel chico que estaba dejando en llamas la pista de baile. El reservado Jungkook que trataba de pasar desapercibido entre la oscuridad de los pasillos estaba brillando y deslumbrando a todos.

Jin se apartó un poco y le dejó su espacio, mientras empezaba a grabarle para que a la mañana siguiente ese recuerdo todavía se mantuviese con vida. Y que delicia era verle bailar, aunque claramente no se movía como un día de ensayo (pues el alcohol había limitado parte de su coordinación) su baile seguía corrompiendo a cualquiera.

Taehyung le observaba desde la parte de fuera de la casa a través de un cristal enorme que ocupaba la pared de la sala, y ya estaba alucinando con tan solo haber visto treinta segundos al pelinegro bailar. Esperemos que te muevas igual de bien para todo, se dijo internamente el peligris.

La canción acabó y después de que un par de cientos de voces aclamaran a aquel chico que siempre se mostraba tan tímido en la escuela, sus tres hyungs acudieron para alzarle en alto y zarandearle orgullosos por unos minutos.

BLACK FIRE • TAEKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora