Capítulo 51

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Jungkook abrió los ojos y se encontró en aquella sala blanca que tanto miedo le daba.

Con la que tantas desgracias había compartido.

Cerró los ojos esperando que todo aquello fuese mentira, que no estuviese pasando, que hubiese sido una mala pesadilla. Que aún no fuese el día de su cumpleaños y que su hermana siguiese en el conservatorio.

Que fuese un día como otro en el que Jin le esperaba a las 8 de la mañana desayunando una hamburguesa en la mesa de la cafetería. Que Hwan pasase a buscarle después de clases en moto para ir a bailar. Que Taehyung le hubiese ofrecido regalices con sabor a ellos nada más despertarse.

Pero volvió a abrirlos y se dio cuenta de que no, que seguía en aquella asquerosa sala de hospital. Los azulejos reflejaban la desesperación, tristeza, tensión e incertidumbre de todos los allí presentes.

Jungkook giró su cuello un poco para poder observar el rostro de la persona cuyo hombro estaba sosteniéndole, cuyo brazo le rodeaba el cuerpo entero.

El pelinegro se encontró con el rostro de Tae, aún herido. Su moratón extendiéndose por su boca, labios y mandíbula y sus ojos brillantes y rojos de tanto llorar. Demasiada emoción en pocas horas.

Su mirada los conectó a ambos, haciendo que su vínculo chispease y que el peligris le sonriese enseñándole aquella sonrisa cuadrada de la que estaba enamorando.

Después el mayor apretó la mano de Jungkook, quien hasta hace unos segundos dormía inquietamente después de todo el dolor y cansancio también físico. Con su otra mano rozó el pómulo de su novio, por encima de la cicatriz aún en carne viva aunque con cuatro puntos que la cerraban de nuevo.

Taehyung seguía sonriendo tratando de calmarle por más acojonado que él estuviese. Por más miedo que le invadiese sabiendo que ya nada sería igual. Sonreía porque Jungkook lo necesitaba y porque al menos estaba ahí con él. La razón de su vida estaba apoyado en su hombro izquierdo mirándole como un cachorro indefenso que pedía ayuda con el brillo de sus ojos.

Le rompía verle así, pero no podía hacer otra cosa que rodearle y prometerle que le protegería para siempre, abrazarle y curar sus heridas llenándolas de delicados besos.

- ¿Cuánto he dormido?- Preguntó el menor frotándose un ojo.

-          Tan solo una hora Kookie.

El pelinegro resopló y volvió a mirar hacia abajo, encontrándose con sus manos, las cuales estaban llenas de heridas por la pelea física. Sus nudillos destrozados, abiertos en innumerables grietas que dejaban ver el color amarillento del interior. Sus palmas llenas de rajas y sus uñas rotas. Y sus muñecas, rodeadas completamente por un aro rojo oscuro que aún supuraba Todo le recordaba a lo que acababa de pasar.

Sintió ganas de llorar, pero ya no le quedaban lágrimas que soltar, ni fuerza para hacerlo. Simplemente cerró los ojos y se dejó mimar por su chico un poco más disfrutando de su abrazo de oso que le daba calorcito en aquella sala tan fría.

-          No hay noticias nuevas, ¿verdad?

-          No... Hace un rato salieron un par de médicos apresurados en busca de algo. Aún no volvieron.

-          Por qué no nos dejan entrar Tae. - Inquirió el menor sabiendo claramente la respuesta. - Por qué no nos dejan verles.

-          Sabes que no podemos. Ni siquiera deberíamos estar aquí. Bastante que nos han dejado pasar hasta este lugar. No se puede entrar así como así en cuidados intensivos Jungkook... No podemos entrar mucho menos en quirófano.

BLACK FIRE • TAEKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora