7° "Noche de estrellas brillantes"

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La sopa de Martha está casi tan buena como la del palacio, excepto que no tiene esas especias raras con la que los cocineros oreales sazonan. Analizar la sopa es una buena estrategia para ignorar el sombrío silencio que reina sobre la mesa, papá no ha despegado la vista de su comida desde que se sentó, Martha parece no haber probado bocado, solo juega con la cuchara y Linlin estaba más interesada en ver una polilla que camina alrededor de tazón que en el contenido de este.

El fuego en la chimenea ilumina el comedor de una forma acogedora, hace casi un mes que no había venido a casa y todo parece tan diferente, las sombras que proyecta el fuego sobre las paredes son todas diferentes a como las recuerdo, quiero pensar eso, porque en realidad no recuerdo las sombras que debería recordar o talvez las recuerdo, pero mi cabeza está demasiado ausente para pensar con claridad.

Solté un suspiro. Busqué un tema de conversación que pudiera ayudar a romper el fastidioso silencioso y recordé la justa que el Rey mando a organizar para seguir con las celebraciones de su coronación.

- ¿Irán a ver la justa? –

Pregunte, intentando romper la tensión que se respiraba en el aire de la estrecha habitación.

- No me gusta ver como caballeros se matan entre sí –

Respondió Martha sin levantar la vista de su tazón.

- Ellos no se matan solo pelean hasta que hay un vencedor –

- ¿Cómo Sabes que no se matarán? –

- La Reina Darla prohibió las muertes en torneos de combate -

Papá detuvo el movimiento de su cuchara y soltó un suspiro sutil.

- La Reina Darla está muerta. Cuando yo era el Segundo ministro del Rey vi muchas Justas como esas, el dinero se va como agua por las alcantarillas y siempre existen los accidentes siempre –

Papá se había puesto de parte de Martha.

- He visto unas cuantas justas desde que, entre la guardia, no sabría decirte lo del dinero, pero... -

Papá me estaba lanzando una fuerte reprimenda con sus verdes ojos. Cerré la boca, la atasqué de sopa.

Debió de haberse dado cuenta de su dureza porque fue él quien inicio de nuevo una conversación.

- Tengo entendido que Lord Barel Parlay llega mañana –

Los oídos de papá en la corte lo tenían al día. Muy al día.

El Rey había solicitado un tributo de cinco mil guerreros a la casa Parlay de Laguna del Cofre, una de las casas Palestranas mayores de tierras doradas. Ni siquiera los miembros del salón Rojo lo sabíamos hasta que se le asignó a nuestra compañía el honor de ser su escolta de cortesía.

- Nos encontraremos con ellos en Rivera mañana... -

- ¿Tú los mataste? –

Me pregunto Martha, viéndome desde su asiento con ira.

- No sé de qué hablas -

- Sabes perfectamente bien de lo que estoy hablando –

- Martha por favor -

Intervino papá.

Martha hizo oídos sordos a la súplica de papá y se puso de pie bruscamente, lanzó la silla muy hacia atrás cuando lo hizo.

- ¡Damaris era mi amiga! –

- Martha basta –

Insistió papá.

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