31° "El vagabundo que cantaba"

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La armería de la casa Parlay no era tan deslumbrante como la del palacio, pero presumía su propio estilo. Sí era grande, enorme de hecho, y las armaduras de los Palestres se alzaban una junto a la otra frente a una a larga pared de piedra. Los escuderos estaban afuera, viendo la práctica de encuentros que los Palestres estaban realizando en honor a su nuevo Lord. La fortuna hasta ese momento parecía estar de nuestro lado.

- No lo sé Gaiga, el verde no es mi color –

Reprochó Gucci viendo con el ceño arrugado la armadura que tenía puesta.

- A ti nada queda bien –

Conteste burlona metiéndome la coraza por la cabeza. Mentía, a Gucci todo le quedaba muy bien.

Lo que estábamos haciendo rompía completamente todas las reglas. Pero hurtar propiedad ajena y hacernos pasar por Palestres de Parlay parecía ser la única opción que teníamos para salir de ahí sin necesidad de tener que contarle nada a Lord Samar.

- ¿Sabes que nunca he robado nada en mi vida? –

Confesó Alejandro acercándose mientras terminaba de ajustarse el cinto.

- Estoy segura que ha robado muchos corazones majestad –

Conteste divertida. Alejandro sonrió ruborizado.

- Bueno, no es algo que yo hubiera querido ¿Te ayudo? –

Asentí y levanté los brazos para que me atara la coraza.

- Algún día va a querer robar un corazón – Callé cuando percibí la perturbación de Alejandro ante mi comentario, tenía la vista perdida en los nudos que hacía - ¿O no majestad? –

Guardó silencio hasta que terminó las ataduras y alcanzó un guantelete.

- No estoy muy seguro Comandante creo que -

Apretó los labios de forma sutil. Le quité suavemente el guantelete de las manos y busqué su mirada.

- Crees que -

Suspiró.

- Creo que no tengo la capacidad de sentir amor –

- ¿Qué? –

Alejandro se encogió de hombros. Le miré boquiabierta, pero él solo sonrió y recuperó el guantelete con indiferencia.

- Es espantoso lo sé –

Fui levemente consciente de que me estaba poniendo el guante de metal porque mis sentidos habían quedado atrapados en su confesión una que no le costó nada decir. Deliberadamente Alejandro había dicho que No podía sentir amor. ¿De ningún tipo?

Vi a Basil mientras maldecía, primero a los Palestres, evidentemente ninguno era de su tamaño y estaba teniendo problemas con la armadura, y luego a él mismo por llevar una mano colgada al cuello. Gucci no podía parar de burlarse de él.

El corazón se me tumbo. ¿Qué sentía Alejandro por el enano? es más ¿Qué sentía por su familia? Por su padre y por su hermana por mí.

- ¿Enserio no lo habías notado? –

Me cuestionó seriamente. ¡Por los mil demonios del Averno! Ni siquiera me había puesto a pensar en ello, Alejandro parecía completamente una persona normal, bueno, casi.

- No parece una persona sin sentimientos – observé - En el funeral de la Reina Darla se sentía culpable –

- Sentir culpa no es un sentimiento personal – aclaró – es una emoción que proviene del sentido del deber. Sé que suena bastante insensible, pero es cierto –

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