37° "Verdadero"

16 2 0
                                    

Recuerdo muy bien el día que conocí a Gucci.

Pertenecía a una familia de Bardos que procedían de Caspio.

Papá y yo fuimos a su segunda obra. Interpretaban una sátira en la que un niño pequeño y escuálido, hacía el papel del cerdo.

El escenario se veía colorido y lleno de vida, las sonrisas de los actores llenaban el aire de alegría, no recuerdo de que se trató la obra, ni tampoco la hora en que volvimos a casa. Pero si recuerdo lo felices que éramos todos ahí.

Tres semanas después vi a ese mismo niño en el mercado, robando una manzana. En lugar de llevar su traje de cerdo y la alegría en el rostro que reflejaba sobre el escenario, vestía unos mugrientos pantalones y su semblante solo reflejaba una cosa: Hambre.

No paso mucho tiempo para que me escapara de casa por primera vez, llevando un pan y un pedazo de carne debajo del vestido.

Mamá se dio cuenta de mis huidas a los pocos días. Me siguió, y esa noche el mismo niño mendigo que dormía entre cajones de verdura podrida en un callejón, durmió sobre una cama, bajo un techo, con ropa limpia y el estómago lleno.

Yo la pase en un improvisado jergón en la habitación de Martha. A la luz de la vela que ella se negaba a apagar, conté todas y cada una de las ranuras en la madera del techo. No podía entender cómo podía ser, siquiera posible, que una persona feliz fuera de pronto tan desgraciada. Y la verdad es que tampoco quería saberlo.

Pero lo supe.

Cuando eres niño lo único que quieres es crecer para hacer y entender cosas que solo los adultos hacen y entienden. Luego creces, y solo quieres volver a ser niño.

Hay muchas cosas que están claras en mi mente ahora, como la intensidad de aquel sentimiento en mi pecho cuando vi por primera vez al príncipe Alejandro.

Acompañaba a su tía quien había ido a dejarle flores a su hermana en el camposanto real. Le vi a través del enrejado dorado. Vestido de negro, alto para su edad, y hermoso.

Jamás había reparado en el hecho de que él, es el primer recuerdo que tengo de mi vida. Porque yo solo tenía dos años cuando le vi ahí, y, aun así, le quise desde entonces de una forma extraña, porque incluso cuando no quería aceptarlo o no me daba cuenta de ello, le necesitaba.

Eso era real, tanto como aquel sentimiento egoísta que tuve en mi infancia, en la que estaba feliz de que la familia de Gucci lo hubiera abandonado, porque entonces tenía un hermano.

Esas emociones eran verdaderas, los hechos eran irrefutables de la misma forma en que era completamente cierto que yo era Gaiga Ethan, Hija de Lord Falow Ethan segundo heredero de Laberinto, ex comandante la guardia Real, hermana mayor, nieta, amiga Yo no era una reina.

Nunca había intentado pensar en cómo me sentiría cuando supiera la verdad. Más lo supe cuando en los ojos de Alejandro no encontré la alegría que esperaba ver, sino paz. Saber cuál será su propósito le daba tranquilidad, era, después de todo la reencarnación de un ser antiguo y poderoso. Fuera como fuera, Alejandro conocía su identidad, tenía una desde su nacimiento. Era como si le hubieran dicho algo que ya sabía.

Pero no podía decir lo mismo de mí.

En pocas palabras yo había nacido llevando sobre mis hombros una carga que ni siquiera sabía si podía soportar. Teniendo escrito en mi sangre una sola palabra: Reina.

Levanté la vista el cielo. Estaba completamente oscuro.

Malvado. Justo ahora que necesitaba su luz se había mofado de mí de forma egoísta.

Cuna De ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora