56° "El santuario de la niebla durmiente"

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Si durante la noche Bargalay rebosó de música y júbilo, por la mañana el único vestigio que quedaba de eso era el olor a vómito y cerveza. Muchas personas volvían en caravana desde Laguna del Cofre. Un buen número de ellas fueron directamente al cañón, otras, a ver a sus familiares heridos en el improvisado dispensario y las más desdichadas a llorar sus pérdidas.

Yo quería hacer muchas cosas. Buscar a mi padre y a Kiran, supervisar los preparativos para nuestra vuelta a Laguna del Cofre, ir a donde sea que tenían encerrado a Rama y darle un buen sermón.

Me imagine que hacía todo eso mientras volvía a tumbarme en mi cama. Ni siquiera pude quitarme el cinto, apenas mi cabeza tocó el almohadón volví a sumergirme en un profundo y reparador sueño.

Gucci llegó empezando la tarde a sacarme de mi plácido letargo. Ni siquiera tocó la puerta. Irrumpió en la habitación de un salto, oliendo a cerveza y rosas. Yo estaba tumbada de bruces y no me molesté en levantar la cabeza, solo abrí un ojo y lo vi parado junto a la cama, con su traje de servidor de Laberinto y una venda en la cabeza.

- No recordaba que te hubieran dando semejante paliza – dijo frunciendo el ceño. Tenía reverendos chupetones en el cuello - ¿Qué crees que haya sido? –

- No estoy segura – Mascullé girando un poco la cara – supongo que son los efectos de lo que sucedió –

- ¡Ha! – exclamó echando la cabeza hacia atrás – y ¿Qué pasó? –

- La pregunta millonaria – bufé.

- Lord Falow fue a buscarme muy de mañana – dijo mientras arrastraba una silla y se sentaba junto a mi cama – me pidió que te avisara que volvía a Laguna del Cofre –

- ¿Cómo? – intenté incorporarme, pero fue como si me hubieran dado un fuerte latigazo en la espalda.

Abandoné esa idea y me quedé como estaba.

- ¿Se fue así? ¿Sin más? –

- Estaba muy poco extraño. Pero no creo que fuera porque me haya encontrado con tres hermosas señoritas - sonrió abiertamente, siendo el jovial y despreocupado Gucci - ¿Qué le dijiste para que se pusiera tan melodramático? –

- La verdad, le conté sobre la historia de Kiran y eso fue todo –

- Tal vez se haya molestado porque la cosa le dio en su sabio pensamiento de erudito – dijo dándose golpecitos en la sien derecha – Cualquiera que haya empleado gran parte de su vida leyendo la historia de Perles se sentiría ofendido –

- No, no creo que sea eso – suspiré.

- Si no entonces ¿Qué? –

- Es lo que intento averiguar, pero estoy demasiado cansada para sacar conclusiones lógicas. Además, quiero volver a Laguna del Cofre cuanto antes –

- Es cierto que ya no nos necesitan más aquí, pero, ¿De verdad quieres montar en ese estado? – alego extiendo una elegante mano hacia mí.

- Estoy mucho mejor de lo que parezco – mentí.

Me miró, despectivo. No sabía porque lo seguía intentando si nunca podía engañarlo. Me giré lentamente, todo mi cuerpo me castigo, y lo peor fue que la daga quedó en la parte baja de mi cintura y me estorbaba.

- Necesito ver a Alejandro cuánto antes, y cuanto antes, es hoy mismo –

Gucci soltó un suspiro.

- ¿Es una orden? – Le miré con los ojos entrecerrados. Alzó las manos en señal de rendición - Ya, ya. Una vez que se te mete algo en la cabeza ni quien te lo saque – Se puso de pie y devolvió la silla a su sitio – por cierto, ¿Por qué me pediste que vigilara a Kiran en la batalla? –

- Rebeca me dijo algo sobre él – cerré los ojos para recordar sus palabras – algo sobre que es un obstáculo para que los beatos se comuniquen con ella o algo así –

- ¿Un obstáculo? – dijo Gucci con tono escéptico.

- No tengo ni idea de porqué. Camino a la batalla se me ocurrió pensar que tal vez que Kiran es un servidor del Croll o algo parecido – mi tono sonaba cansado y fastidioso.

Gucci se frotó la barbilla con el pulgar.

- Supongo que no has comprobado si es cierto –

- La verdad es que ya me estoy empezando a acostumbrar a no saber nada – me reí de mi propia ignorancia y las costillas me ardieron – todo lo que quiero ahora es ver a Alejandro –

Estuve otro rato tumbada después de que Gucci se fue. Intentaba dejar de pensar en lo doloroso que me resultaría montar hasta Laguna del Cofre.

El mismo paje de la mañana me llevó la comida. Me la tragué toda en un proceso lento y doloroso. Empaqué todas mis cosas, mandé llamar un escudero para se hiciera cargo de mi armadura y abandoné mi hospedaje en un renqueante y pesado andar.

Nada me hubiera gustado más que quedarme otra noche tumbada en mi incómodo colchón de paja, pero quería hablar con Alejandro sobre lo sucedido.

Yo sabía perfectamente bien que Castor era muy poderoso. Desde muy pequeña había observado el último vestigio de su poder sin saberlo si quiera. Cuando era niña, gran parte de mi tiempo lo ocupaba subiendo a Vettalh, la torre más alta de nuestra fortaleza, para contemplar el Laberinto a lo lejos.

En los días malos no se veía otra cosa más que una densa nube en medio de la opulenta cordillera, en los días buenos, apenas se notaba la entrada y partes entrecortadas por la niebla que, incluso cuando sacudían fuertes vendavales, seguía inmovible e impenetrable. No por nada los nativos de las grandes montañas de Umre lo habían nombrado el santuario de la niebla durmiente o algo parecido. Otros le decían "El hogar de los mil demonios", lo cierto era que no tenía un nombre en especifico.

Mi padre nunca dejó que me acercara. Existían muchos rumores sobre aquel aterrador fenómeno de la naturaleza. Algunos decían que dentro de aquel Laberinto vivían mil demonios que se comían las almas de los que se atrevían a irrumpir en sus moradas, de ahí el nombre.

Los campesinos que habitaban en sus alrededores aseguraban que, cuando el viento azotaba con más fuerza, se oía el canto lejano de una bruja, y que quien quiera que estuviera andando solo por la noche era hipnotizado y atraído hacia su muerte. Claro, hubo muchos que, por valientes o por idiotas, se atrevieron a cruzar las altas torres de piedra de la entrada. Sea porque un demonio se hubiera comido sus almas, una bruja los haya hipnotizado, o porque simplemente se perdieron. Nunca volvieron. Ninguno de ellos.

De pequeña yo nunca fui rebelde, pero como cualquier niño pequeño y curioso, el Laberinto era para mí era una cosa fascinante, una vez le pedí a mi padre que me llevara para poder apreciarlo de cerca. Se puso histérico. Nunca volví a pedírselo.

Cuando Kiran me contó la historia sobre la creación de ese Laberinto, pude comprender porque me atraía tanto.

Yo no lo sabía en ese entonces, pero todo el tiempo que pasaba en Vettalh, no veía un Laberinto, yo veía a Castor.

Y ahora que lo pensaba bien, el gran Laberinto lejos de ser un santuario o un hogar, era una tumba.

Cuna De ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora