51° "Esto es lo que somos"

17 2 3
                                    

Escuche mi nombre a lo lejos, como si hubiera sido pronunciado atravez de agua turbia. Luego le siguió un terremoto y finalmente una silueta que cortaba cielo.

Los ojos me ardian, la boca y el aire me sabían a hierro y la garganta me dolía. El ruido de metal contra metal, los gritos y el olor a muerte activaron mis sentidos. Distingui la cara de Gucci batida en sangre y lodo.

Me incorpore de un tiron y un fuerte dolor se extendió desde mi muñeca hasta mi codo. Solté un grito y mire mi mano. El cuchillo se había clavado a un costado del centro, solté un suspiro de alivio al comprobar que no arrasó con venas importantes o tendones.

- Elegiste un muy mal momento para hacerte la muerta - Me gruñó Gucci.

No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente pero la batalla seguía. Lord Samar, Kiran y otros dos Palestres de Laberinto se apostaron al rededor de mi como un muro. Me habían mantenido a salvo mientras yo estaba en trance de nuevo. Que inoportunos eran los pensamientos lúcidos.

Gucci me acerco la espada, intente tomarla pero mi mano simplemente no tuvo fuerza.

- No puedes seguir peleando así - Dijo frunciendo las cejas, preocupado.

- Usaré la otra - tome la espada con la mano izquierda y Gucci me ayudó a ponerme de pie.

Mire a mi alrededor y me cuenta que quedaban muy pocos soldados de Lady Olígara. Eso no significaba la victoria.

Mire hacia el bosque. Lo teníamos más cerca, habiamos hecho retroceder enemigo, tanto, que podía ver a Lady Olígara montada sobre su caballo. Conservaba una mirada imperturbable cuando levantó un brazo y luego lo dejó caer con fuerza.

Un fuerte grito provino de entre los altos yarales. Una segunda oleada de soldados apareció precipitandose hacia nosotros sin detenerse.

- ¡Son de a pie! - dije a Lord Samar, mi voz apenas se escucho, pero él estaba lo bastante cerca para entenderme.

Término de despacharse a un soldado y levantó la mano derecha.

- ¡Karten! - grito fuerte y claro.

Yo también levante mi espada, pero dolía tanto la garganta que no pude gritar. Gucci entendió y grito en mi lugar.

- ¡Muro! -

Todos los Palestres que quedaban recogieron sus escudos y corrieron a formar una firme barrera contra el enemigo. Laguna del Cofre manejaba una defensa parecida a la de Laberinto. Una fila debajo, una en medio y una arriba, pero sus escudos eran redondos y los nuestros eran octagonales.
Me guarde la espada, recogí el escudo de uno de mis soldados caídos y corri junto a los demás a la formación, no sabía cuanto podría soportar con una mano pero no iba a quedarme detrás esperando.
Nos apretujamos unos contra otros. Me posicione en la fila de abajo en donde ejercían menos presión. Casi al momento sentí el impacto de la segunda oleada, lanzas y espadas se colaban entre los escudos pero hacían el menor daño. Teníamos que avanzar, un paso a la vez.

Inque una rodilla en el sueño y poye el hombro contra el escudo. Alguien estaba dándome de patadas del otro lado. Escuché la lejana voz de Lord Samar ordenando el avance de su tropa. Le indique a Gucci quien estaba unos soldados más allá de mi en la fila superior, que ordenará el avance también.
Levantamos el escudo apenas unos centímetros y dimos un paso. Un forzado y doloroso paso.
Los soldados al otro lado del muro se negaban a retroceder.

- ¡Tercera! - grito Gucci.

Todos los soldados cambiaron su posición. Pasaron de sostener el escudo frente a su cuerpo con ambas manos y adoptaron una postura similar a la mía: el hombro contra el escudo.

El dolor de mi muñeca no me dejaba pensar con claridad, solo hasta que sentí el duro golpe en el hombro y el cuello lo entendí. Era una tercera oleada. Nos empezaron a hacer retroceder. Me pisaron la pantorrilla tantas veces que al final deje de sentirla.

Gucci grito algo inentendible.

- ¿¡Que!? - Mi garganta pareció desgarrarse. Empecé a toser.

- ¡LAS CATAPULTAS ESTÁN AVANZANDO! -

Intente mirar por una ranura en el muro de escudos pero solo habían pies y rodillas del otro lado.

Lady Olígara nos había enviado la primera oleada para cansarnos y reducir nuestros números. La segunda y la tercera eran para hacernos retroceder. ¿Cuántas oleadas más seguían escondidas entre los Yarales? No podíamos permitirnos seguir retrocediendo. El muro seguía cediendo, mis piernas resbalaban sobre la tierra como si estuviera sobre hielo resbaloso.

Aspire hondo para emitir la orden de rotura, el sabor a hierro seguía en mi garganta. Recordé el pensamiento lúcido del Rey Felimor como un pensamiento lejano. Recordé que quería tener una Laberinto de Hulas. Fije la vista en el escudo que sostenía, en la parte interna también estaba grabado el emblema de la casa Ethan. Observe al minotauro, observe su escudo y el Laberinto circular que había grabado en el.
El segundo corazón que había dentro de mi pecho, el de Alejandro, latía despacio. Atrás quedaron los gritos y el olor a sangre, el mundo pareció contraerse hasta quedar reducido a un Laberinto grabado en el escudo de un minotauro.
Me miraba a mi misma sosteniendo parte del muro como si mis ojos estuvieran en otra parte, volaba sobre la ciudad de Bargalay, veían la batalla y pasaban más allá, hacia el bosque, hacia Lady Olígara montada sobre su caballo, y hacia la cuarta ola de soldados que esperaba su señal.
Eso no iba a pasar.

- ¡ROTURA! - Grité, y no hubo dolor ni tos.

El muro se rompió.

me puse de pie, ya no sentía más dolor en la mano. Desenfundé la espada asiéndola firmemente, la plateada empuñadura se tiñó de rojo.

Era como si pudiera verlo todo en ese campo de batalla. Veía a cada enemigo a mi alrededor, a cada soldado de Laberinto y cada Palestre de Parlay. Veía como Lord Samar ordenaba la rotura de su muro también.

Yo tenía un solo objetivo en la cabeza, claro como el agua, mis piernas se movieron solas y en menos tiempo del que había estimado me encontraba a campo abierto. Había dejado la batalla a mis espaldas y tenía a Lady Olígara frente a mí. Ella me miró, a pesar de que estaba demasiado lejos vi sus ojos y su terror. Alzó y bajo la mano rápidamente, la cuarta ola avanzó. Pero no pasarían de mí jamás.

Tracé una línea en la tierra con la punta de mi espada, la clave en el centro, levanté el rostro al cielo, alcé los brazos y a pesar de cerrar los ojos lo veía todo.

- Esto es lo que somos - dije en un murmullo, y el viento se llevó mis palabras muy lejos, hacia el valle, hacia Laguna del cofre, hacia Alejandro.

Se escuchó un retumbar desde el fondo de la tierra, fuerte y grave. La cuarta ola se detuvo. Todo se detuvo.

Sentí que el suelo se mecía debajo de mis pies, pero me mantuve firme. Hubo gritos, ordenes de retirada. Alguien me llamaba. Pero no me importaba, mi ser estaba flotando, fluyendo de mi piel y cerniéndose sobre todo el campo como humo.

El retumbar tardó una eternidad. Cuando abrí los ojos, no había cuarta ola, no habían enemigos, solo una grieta profunda y oscura que partía el espacio entre Lady Olígara y yo, haciéndome inalcanzable. Ella me miraba, aterrada, furiosa, impresionada, atónita.

Mi ser regresó a mí de golpe. Todas las sensaciones desaparecieron. Volvía a ser una persona... o al menos, eso pensaba. Baje los brazos, mi espada había quedado muy cerca del precipicio, la desenterré y observé el zafiro esférico batido de sangre.

- Tierra es lo que somos - susurré, y me enfundé la espada.

Cuna De ReyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora