8° "Bra-daní"

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Para mala fortuna de los treinta subordinados que el general Ovenzo había puesto a mi cargo, la veraz acusación de Martha la noche anterior me había provocado una inusual explosión de mal humor. Me la pase rugiéndoles durante toda la mañana mientras organizaba la formación.

- Pareces una bestia -

Dijo Gucci mientras se colocaba el yelmo. Me sobraron ganas de darle un puñetazo.

Partimos al encuentro de Lord Barel cuando las campanas de la basílica anunciaban las nueve de la mañana, la monstruosidad de su partida solo podía transitar por el camino ancho que bordeaba las fronteras de tierras Doradas y Tierras Verdes, un lugar terriblemente cálido.

A medio kilómetro de distancia antes de encontrarnos empezamos a escuchar el rugir del cotilleo de los soldados.

Lord Barel nos estaba esperando a las afueras de Rivera, el inmenso campamento casi se perdía de vista al bajar por el desvío del camino ancho frente a la entrada de la ciudad.

Dos guardias que cuidaban el frente del campamento, nos detuvieron.

- Insolente -

Bufo Bastián a mi lado.

Lo mande callar con un ademán, aunque concordaba con él. Llevamos puesta la armadura escarlata y los coloridos estandartes de la corona sobre nuestras cabezas, elevados en altas astas de hierro. Debían recibirnos con una orquesta al menos.

Me quite el yelmo, a los centinelas pareció sorprenderles ver una mujer a la cabeza de una partida de la guardia Roja.

- Venimos en nombre del Rey –

- Di tu nombre –

Gruño.
Aquello me fastidiaba, me volví hacia Gucci para que hiciera las presentaciones por mí.

- Gaiga Ethan, comandante de la compañía Escarlata, mano segunda del general Ovenzo Origante, miembro del salón Rojo –

Los guardias parecieron afectados cuando escucharon el apellido Ethan. Sonreí para mis adentros.

- Me temo comandante Ethan que tendré que pedirle que cruce al campamento a pie –

Dijo uno de los guardias poniéndose firme. Era difícil identificarlos con el yelmo puesto, todos tenían la misma estatura y complexión.

Bastián soltó un bufido detrás de mí. Para desgracia de aquellos desafortunados, yo estaba irritada y poseída por un demonio de Clarión en ese momento. Hice a avanzar a Galeón haciendo caso omiso a su petición.

- ¿No me ha escuchado?-

- ¿Quién de ustedes finos caballeros, será quien obligue a mis hombres a desmontar? –

Antes de que tuvieran tiempo de pedir refuerzos hice avanzar a la partida entre las coloridas carpas verdes. Me porte completamente arrogante, sin embargo, los soldados detrás de mí parecían encantados.

Uno de los guardias que custodiaban la puerta fue quien corrió delante de nosotros para mostrarnos el camino, aunque no se me había ocurrido como encontrar la tienda del Lord Barel en medio de tanto verde. Los Palestres hacían una pausa a lo que fuese que estuvieran haciendo para mirarnos pasar.

El guardia nos llevó hasta un claro rodeado de carpas en donde había postes para amarrar a los caballos, al fondo, una tienda mucho más grande de lo normal con una ondeante bandera negra y verde en la cúspide se alzaba imperiosa.

El soldado (Más inteligente que los primeros) que cuidaba la entrada de la tienda, al vernos aparecer se apresuró a entrar.

- Comandante –

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